TEATRO

Miguel de Molina, el artista rompedor que tuvo que exiliarse por sus ideas republicanas y su nunca encubierta homosexualidad

El Infanta Isabel acoge estos días 'Miguel de Molina al desnudo', una biografía musical que firma Félix Estaire y que reivindica la figura de un cantante que supo aunar tradición y vanguardia y sobrevivir a los más terribles vaivenes políticos

Una icónica imagen de Miguel de Molina.

Una icónica imagen de Miguel de Molina. / ARCHIVO

Seguramente pocos pueden afirmar que nunca han canturreado coplas como Ojos verdes, La bien pagá o El beso. Lo que sí es más probable es que muchos desconozcan las peripecias vitales del artista que las popularizó, Miguel de Molina, al que se sigue considerando como la mejor encarnación que ha dado España de la sugerente mezcla entre vanguardia y tradición. El malagueño era bastante polifacético: además de bailar y entonar coplas de genios como Rafael de León, diseñaba su propio vestuario, y a veces ejercía como director de escena, dibujante y escritor. Por desgracia, su figura resultó molesta para muchos por ser un fenómeno de masas, de izquierdas y abiertamente homosexual. De todo ello habla el espectáculo Miguel de Molina al desnudo, una biografía musical que, tras una exitosa gira por Argentina, permanecerá en cartel en el madrileño Teatro Infanta Isabel hasta el día 25 de febrero.

“El principal objetivo del montaje es que la gente pueda conocer a Miguel de Molina, pero también que vea un espectáculo en el que se pueda emocionar, reír, y compartir aspectos que giran en torno a la realidad del país en el que vivimos”, comenta a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA el director de la obra, Félix Estaire. “Pero, por encima de todo lo demás, el espectador verá un espectáculo muy asimilable para todos los públicos, con una absoluta capacidad de conexión y disfrute con el intérprete. El trabajo del actor protagonista, Ángel Ruiz, es encomiable. Es un batallador y juega de tal manera en el escenario que la gente sale de la obra entusiasmada. Me consta que cada vez que viene alguien joven a verla, alucina con el personaje y con las canciones, porque las coplas no dejan de ser poemas maravillosos”.

Nacido en 1908, Miguel de Molina comentó en su autobiografía, Botín de guerra, que llegó al mundo en “una España en la que reinaba Alfonso XIII y en una Andalucía en la que quienes gobernaban eran la pobreza, el hambre, los terratenientes y la ignorancia". De hecho, a él le tocó crecer en el seno de una familia modesta encabezada por un zapatero que padecía epilepsia y, debido a esta enfermedad, era incapaz de valerse por sí mismo —su madre se convirtió por tanto en el único sustento económico del hogar—. Siendo todavía un niño, abandonó el hogar familiar y se puso a trabajar en lo que pudo: desde hacer de limpiador y chico de los recados en un burdel de Algeciras hasta organizar algunas de las juergas flamencas de las noches sevillanas.

Ángel Ruiz en el espectáculo 'Miguel de Molina al desnudo'.

Ángel Ruiz en el espectáculo 'Miguel de Molina al desnudo'. / Javier Naval

En 1930 puso rumbo a Madrid, donde, en sus propias palabras, fue “aprendiendo de los maestros del cante y el baile en el mítico Villa Rosa de la plaza de Santa Ana”. Un año después se le despertó “la idea de subir a un escenario como artista del baile y la canción andaluza”, así que decidió unir su talento al de la ya consagrada artista Soleda Miralles, que le propuso que fuera su compañero como bailarín. “Entonces nacieron mis famosas blusas, que diseñé y cosí yo mismo, y que contribuyeron, por su originalidad, al éxito fenomenal que obtuvimos”, explicó. “Y ahí comenzó una carrera en serio”.

No iba de farol el bailarín e intérprete de copla, que aceptó colaborar con la bailarina La Argentinita en la versión que esta preparaba, asesorada por Federico García Lorca, de El amor brujo, de Falla —el malagueño terminó marchándose, al considerar que no habían respetado su rango en el cartel—, y se siguió curtiendo junto a Antonia Mercé, alias La Argentina, pionera de la danza española, que montó en el Teatro Español una nueva versión de la obra de Falla donde el artista encarnó con éxito al personaje de Espectro.

En los estertores de la Segunda República, el malagueño empezó a transformarse en todo un ídolo de la copla, un género que durante décadas se desarrolló con letras escritas casi exclusivamente por hombres pero cantadas principalmente por mujeres"

En los estertores de la Segunda República, el malagueño empezó a transformarse en todo un ídolo de la copla, un género que durante décadas se desarrolló con letras escritas casi exclusivamente por hombres pero cantadas principalmente por mujeres —las llamadas folclóricas—. “Aunque fuera bastante abierto con respecto a su homosexualidad, está claro que Miguel nunca cantó dirigiéndose explícitamente a otro hombre”, comenta Lidia García en su libro ¡Ay, campaneras!. “Hubiera sido imposible. Pero sus interpretaciones estaban llenas de sobreentendidos y las letras de algunas canciones ayudaban bastante, como cuando cantaba ese Compuesto y sin novia, que en su versión femenina bordaba Juanita Reina. A lo de ‘¿Por qué no te casas, niño?, dicen por los callejones’, él contestaba: ‘Yo estoy compuesto y sin novia porque tengo mis razones’. No había demasiadas dudas de a qué razones se refería”.

Durante el tiempo que duró la Guerra Civil, De Molina y su pareja artística más duradera, Amalia Isaura, actuaron muchas veces para organismos del bando republicano como el Socorro Rojo, lo que les granjeó algunos enemigos una vez finalizada la contienda. “Por mi origen de familia modesta, casi campesinos y mi ardua lucha desde chiquillo por abrirme camino en un medio en el que mandaban los ricos, era lógico que tuviera una tendencia o simpatía hacia el bando de las izquierdas”, apuntó él. “Pero no era un fanático, nunca me había atraído la política, ni pertenecía a ningún partido político, y además me parecía repugnante cómo se desmanaban las pasiones en uno y otro lado y parecía que la vida de la gente no tenían ningún valor”.

Su carrera frenaría en seco poco después, cuando un empresario falangista le ofreció trabajo y protección a cambio de pagarle una miseria. “Tuve que aceptar, de manera impuesta, ese contrato para hacer la gira por el norte de España”, explicó luego al respecto. “Mientras, me esperaban los grandes empresarios, con cifras cada vez más altas. Tuve que condescender a fuerza de ‘quedar bien’ con los vencedores de la Guerra Civil. La gira debía terminar en Valladolid. Cuando debuté en el Pavón de Madrid, pensé que ya había terminado de ser un ‘botín de guerra’ y podía desembarazarme de esa presión. Entonces le dije al testaferro que había terminado con ellos”.

Aquella misma noche de noviembre de 1939, estando ya maquillado y a punto de vestirse, tres tipos con gorras y trincheras fueron a buscarlo a la puerta de su camerino del teatro. Lo sacaron de allí a empujones y lo metieron en un coche por la fuerza. Pusieron rumbo a un descampado, donde lo rodearon entre todos y empezaron a darle una paliza. Luego, según su propia versión de los hechos, le “cortaron el pelo a tirones, con una maquinilla desdentada, y me hicieron beber un frasco de aceite y vaselina líquida. Cuando yo, entre sollozos, solo atinaba a preguntar por qué me hacían eso, uno respondió: ‘¡Por marica y por rojo! ¡Vamos a terminar con todos los maricones y los comunistas!’. Y me dieron unos culatazos en la cabeza que me dejaron desvanecido”. Tras ser apaleado, logró volver al teatro, aunque al poco tiempo partió hacia el exilio.

En Argentina continuó trabajando y cosechando éxitos. Pero después de producirse en el país un golpe militar fue deportado, acusado de “homosexual y degenerado”. Cierto medio argentino explicó lo sucedido de la siguiente forma: “Se ha adoptado este temperamento en razón de que el aludido, ampliamente conocido por su condición de ‘amoral’ en noviembre de 1942 con su presencia en lugares ajenos a los de su trabajo, ha dado motivo a diversos escándalos. Asimismo, de las diligencias efectuadas a su respecto se ha podido comprobar que con suma frecuencia, luego de su representación, ‘organizaba’ junto con otros individuos de su misma condición moral grandes ‘orgías’ que en varias oportunidades han trascendido al comentario público. Por otra parte, desde el comienzo de su actuación en las salas o lugares donde trabajaba, concurrían núcleos de personas de dudosa moralidad”.

Siempre me quedó el miedo. Cuando los militares tomaron el poder [en Argentina] en 1976, sentí mucho pánico. Es que nunca pude olvidar aquella paliza que me dieron en España”

Miguel de Molina

La suerte del cantante cambió cuando Juan Domingo Perón llegó al poder y la segunda mujer de este, Evita, le pidió que volviera, ofreciéndole todas las garantías. “En México no me querían, y en España me esperaba el franquismo. Así que regresé a la Argentina. Tuve un éxito enorme”, decía De Molina, que en los años cincuenta llenaba teatros y ganaba más dinero que cualquier estrella local. Él siempre recordó con orgullo sus triunfos en los distintos teatros bonaerenses que se colmaban para verle, pero tampoco fue capaz de olvidar lo duro que resultó lidiar con el machismo imperante y los ataques homófobos de los antiperonistas, sobre todo tras la muerte de Evita en 1952: “Siempre me quedó el miedo. Cuando los militares tomaron el poder en 1976, sentí mucho pánico. Es que nunca pude olvidar aquella paliza que me dieron en España”.

La estrella del artista se empezó a apagar a partir de mediados de los años cincuenta, cuando el peronismo fue derrotado por un golpe militar y Argentina se vio dominada por una espiral de violencia política en la que su desparpajo y amaneramiento tenían poca cabida. En 1960, como ya no se sentía “hermoso y joven”, decidió abandonar los escenarios. Por lo visto pasó las siguientes tres décadas en la casa que tiempo atrás adquirió en el elegante barrio de Belgrano, donde empezó a escribir su historia y permaneció alejado de la fama que supo conquistar. Sus allegados cuentan que el tiempo y la edad le llevaron a convertirse en una persona solitaria y desconfiada, y que al final de sus días sufrió algunas estrecheces económicas.

'Miguel de Molina al desnudo'

'Miguel de Molina al desnudo' / Javier Naval

Huelga decir que De Molina solo regresó a España una vez, en 1957, ya fallecida su madre. “Tenía que levantar la casa en Valencia”, comentó en su momento. “Llevarme tantos recuerdos, todo lo que me quedaba de mi madre, que me tomó por muerto después de aquella noche fatal. Antes de viajar a España, tomé precauciones. Pregunté si me permitirían la entrada. Aún estaba Franco en el poder… y siguió por dieciocho años más. Como yo ya era un artista mundial y cualquier hecho se comentaría en el exterior, el franquismo prefirió darme el permiso de entrada. Una amiga rumana, Wanda, me aconsejó que no me quedara. ‘Ya lo pasaste mal una vez, Miguel. Que no sean dos. Quédate en la Argentina, allí estás cubierto’, y le hice caso”.

En 1989 se estrenó la película de Jaime Chávarri Las cosas del querer, que estaba inspirada libremente en su vida y tuvo gran aceptación en las taquillas españolas, y en 1992 le entregaron en Buenos Aires la Cruz de la Orden de Isabel la Católica, concedida por el rey Juan Carlos. "Nunca me olvidé de España, a pesar de que en algunos momentos se me trató como un perro. Pero soy feliz, felicísimo, y si mañana me muero, me muero tranquilo porque se sabrá que soy un buen tipo, a pesar de las cosas que me han colgado", manifestó entonces el tonadillero, que el 4 de marzo de 1993, a los ochenta y seis años, apareció muerto, debido a un infarto, en el salón de su casa en Buenos Aires, ciudad en la que quiso quedar enterrado.

Medallas aparte, al malagueño no le faltaba razón al decir que su país natal se había olvidado completamente de él. De hecho, tras el final de la dictadura, las nuevas generaciones mostraron bastante rechazo hacia las folclóricas y despreciaron la copla, que tardaría un tiempo en salir de ese denostamiento. “Creo que Miguel de Molina sigue siendo un personaje muy de nicho”, opina el periodista de investigación David González. “Pienso que la reivindicación de su figura por parte de la gente joven responde más a un cliché que a un verdadero interés en su obra. Últimamente ha habido una reivindicación de la copla, sobre todo, por parte de aquellos que venían de la progresía. No hay que olvidar que, durante los años setenta, ochenta y parte de los noventa, para la izquierda caviar la copla era lo peor, porque representaba el franquismo. Y eso que Miguel de Molina era mucho más de izquierdas que muchos de esos progres que menospreciaban el género”.