EN HBO MAX

Regresa 'Tokyo vice', el gran 'thriller' realista sobre la mafia yakuza

La serie recorre la historia de un periodista real, Jake Adelstein, que trabajando para un periódico japonés se dedicó a investigar los bajos fondos de la capital nipona

Ken Watanabe, Rinko Kikuchi, Ansel Elgort, Rachel Keller y Show Kasamatsu en un póster promocional de 'Tokyo Vice'.

Ken Watanabe, Rinko Kikuchi, Ansel Elgort, Rachel Keller y Show Kasamatsu en un póster promocional de 'Tokyo Vice'. / ARCHIVO

Juan Manuel Freire

Juan Manuel Freire

Amantes del mejor thriller y/o las exploraciones (trans)culturales, alégrense: este jueves regresa Tokyo Vice (HBO Max), esa magnífica serie libremente inspirada en el libro de Jake Adelstein sobre sus experiencias como reportero en Japón durante los noventa y dos mil. Hablamos, recordemos, del primer extranjero en sumarse a las filas del Yomiuri Shimbun, uno de los diarios más leídos del país. Suena a desafío, pero es que, además, Adelstein se dedicó a los sucesos, y eso en un tiempo en que la Yakuza todavía controlaba férreamente diversas zonas de Tokio, incluyendo el barrio rojo de Kabukicho, donde se desarrolla buena parte de la acción. 

Cuando empezamos la nueva temporada, el Jake de ficción (Ansel Elgort, de West Side Story) trata de sacar a la luz un caso de asesinato en el que aparece salpicado el viceministro de Asuntos Exteriores (Hajime Inoue). Alguien dejó a Jake la prueba incriminatoria, una cinta de vídeo, en la puerta de casa: ¿quizá el jefe mafioso Shinzo Tozawa (Ayumi Tanida), en respuesta a cierto desplante del oficial del gobierno? En la investigación cuenta con respaldo de su supervisora directa, Eimi (Rinko Kikuchi, nominada al Oscar por Babel), ojalá con más participación en estos capítulos. 

Pero lo que más importa a muchos espectadores es saber qué pasó con el joven yakuza Sato (carismático, emotivo Show Kasamatsu), al que dimos por muerto en los momentos finales de la anterior temporada, y además a manos de un 'hermano' yakuza, Gen (Nobushige Suematsu), también miembro de la banda Chihara-kai. La chica que le derritió la coraza, Sam (Rachel Keller), sigue montando el club que levantó con ayuda de Sato. También parece muerto el poli corrupto Miyamoto (Hideaki Itô), algo que ha despertado el lado más feroz del detective de homicidios Hiroto Katagiri (venerable Ken Watanabe). 

Fukasaku en el corazón

La serie despegó con un episodio dirigido por el gran Michael Mann, pero después de aquello, el hombre de Miami Vice desapareció de Tokyo Vice. "Hizo el trabajo que le correspondía", explica el director y productor Alan Poul (A dos metros bajo tierra) a este periódico. "Necesitábamos a un cineasta que trajera una paleta visual potente y que fuera capaz de enganchar al público con el mejor arranque posible. Era un episodio muy centrado en Jake, en su viaje, su obsesión. Después, con los episodios inmediatamente posteriores, tuvimos que modificar un poco lo que propuso Mann para poder dar cabida a estructuras narrativas diferentes, algo más complicadas". El dramaturgo J. T. Rogers (ganador del Tony por Oslo), showrunner de la serie, nos tranquiliza recordando que Mann no se quedó sin trabajo. "Nos dio unos abrazos, un apretón de manos, y se fue a preparar una pequeña película llamada Ferrari", que se estrena en España el viernes, un día después de la segunda temporada de Tokyo Vice.

Según Poul, en el horizonte referencial había menos películas que artículos periodísticos: la idea era ser lo más fieles posibles a la realidad. Admite la sombra de la saga Batallas sin honor ni humanidad, de Kinji Fukasaku, "lo más verosímil que existe en cine de yakuzas", pero es todo. "Nuestra diseñadora de vestuario es, ahora, Kazuko Kurosawa, que además de la hija de Akira Kurosawa, es una de las mejores en su oficio. Ha hecho mucho cine de mafia japonesa, incluyendo la trilogía Outrage de Takeshi Kitano. Al hablar del vestuario de las bandas con ella, tuvimos que decirle que queríamos que luciera, pero que fuera realista y que la referencia fuera menos el cine que la prensa de la época".  

Trabajo bien hecho

El romance creativo de Alan Poul con Japón se remonta a sus inicios en el cine, cuando fue productor asociado de Mishima, de Paul Schrader, y Black Rain, de Ridley Scott, ambas rodadas en Tokio. No sabemos si la segunda forma parte de una tradición de cine yakuza occidental que no convence a los japoneses, pero el caso es que, cuando volvió allí para rodar Tokyo Vice, conseguir los permisos fue complicado. "Con la segunda temporada, todo ha cambiado", señala Poul. "La primera entrega fue muy bien acogida en Japón, así como en el resto del mundo. En el país sabían que nos tomábamos nuestros trabajo en serio y que queríamos ser fieles a la realidad. Nos recibió el nuevo embajador de Estados Unidos en Japón, Rahm Emanuel. Y también tuvimos todo el apoyo de Yuriko Koike, gobernadora de Tokio. Es la misma serie, pero se nota que tenemos más acceso a localizaciones, que podemos hacer grandes secuencias de acción en mitad de la calle… Es la recompensa al trabajo bien hecho".