LA CAJA DE RESONANCIA
¿Trepa el precio del vinilo? Paga, presume de él y calla
El resucitado LP sube de costes y lo controlan cada vez más las ‘majors’, mientras, al mismo tiempo, se revela que la mitad de sus compradores no tienen tocadiscos. Pues como objeto decorativo quizá no sea tan caro
Pues también en España se venden ya más discos de vinilo que compactos, algo que no ocurría desde 1991. En el primer semestre de 2023 se confirmó la tendencia con un volumen de facturación de 14,4 millones de euros en rodajas de microsurco. No saquemos las cosas de contexto: se trata del 56,2 % de las ventas en formato físico, sí, pero solo de un 6,7% del total de facturación de la música grabada, dominada por el digital y el streaming.
Pero estos vinilos resucitados contra pronóstico son cada día más caros, como me explicaba días atrás el disquero barcelonés Jesús Moreno, de Revólver (la resistencia sita en la calle Tallers), preocupado porque la escasez de plantas de producción y el aumento de materias primas podrían acabar haciendo del elepé un objeto de élites. Veo novedades que antes de la pandemia apenas rondaban los 20 euros y que ahora se encaraman hasta los 28 y los 30. Vinilos dobles a 45.
Todo apunta a que las majors se han apoderado de este segmento del mercado, colocándose primeros en las (frágiles y desbordadas) cadenas de producción y relegando a la cola a las indies. Que fueron las que sostuvieron el vinilo en los tiempos duros. Las fábricas más importantes de Europa están en la República Checa y en la parte oriental de Alemania, herederas actualizadas de las plantas que prensaban discos en la era comunista.
Y bien, el sonido del vinilo tiene sus fans, y el formato presenta otros atractivos, como el placer de una experiencia cerrada al tráfico digital, sin interferencias, sin notificaciones. Pero hay otra clave de su éxito. Un estudio de la consultora estadounidense Luminate revelaba hace unos meses que la mitad de los compradores de vinilo no tiene tocadiscos en casa. Los más jóvenes, sobre todo, que no crecieron con ese artefacto en casa y para quienes el vinilo es un fetiche cool o un objeto que certifica el vínculo con un artista. Discos que se exponen en el salón como piezas con aura y que revelan un gusto y una posición en el mundo.
Ahí, las quejas por la subida de los precios resultan un poco bobas: si, después de todo, un elepé no es más que un objeto decorativo, amigo, pasa por caja y no protestes, que te saldrá más barato que comprar un cuadro, una litografía o un póster que luego quieras enmarcar. Ante eso, una sugerencia a las disqueras: impriman tan solo las portadas, hagan el favor, y desatasquen las estresadas cadenas de producción. Quienes sí tengan por costumbre comprar un vinilo con la pretensión de hacerlo sonar, se lo agradecerán.
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