CINE

Daniel Goldhaber, director de 'Sabotaje': "Se necesita una resistencia más agresiva contra la devastación climática"

El cineasta estadounidense acaba de estrenar en Filmin su cinta basada en el manifiesto ‘Cómo dinamitar un oleoducto’ de Andreas Malm, y en la que aborda el tema del ecoterrorismo

El director de 'Sabotaje', Daniel Goldhaber.

El director de 'Sabotaje', Daniel Goldhaber. / Cedida

En 2021 el activista y académico sueco experto en cambio climático Andreas Malm publicó el libro Cómo dinamitar un oleoducto, (Errata Naturae) un manifiesto en el que argumenta que si todos los derechos fundamentales se consiguieron mediante la destrucción de la propiedad y la violencia, y ahora nuestra supervivencia sobre el planeta está en riesgo, ¿no deberíamos realizar acciones violentas contra las empresas e infraestructuras que están causando ese daño? Si el movimiento climático sigue realizando acciones simbólicas y educadas, ¿llegará realmente a conseguir algo?

En febrero de 2021, en plena pandemia de la covid-19, este libro llegó a manos del director de cine Daniel Goldhaber (conocido por su película Cam, en el que abordaba el tema de la identidad a través del personaje de una modelo de webcam porno), y los guionistas Ariela Barer y Jordan Sjol, que se quedaron completamente impresionados por el libro y su mensaje y decidieron convertirlo en una película.

A priori, no parecía una tarea fácil transformar el texto de Malm en el argumento de la cinta en la que finalmente se ha convertido, Sabotaje, que se acaba de estrenar en Filmin, pero su director Daniel Goldhaber nos saca de dudas. “En última instancia, cualquier historia se basa fundamentalmente en una o varias ideas, y casi siempre la parte más difícil de escribir una película es precisamente descubrir cuáles son esas ideas, qué es lo que realmente quieres decir. En esta situación, tuvimos la suerte de que ya teníamos las ideas que quería transmitir nuestro film, con lo que solo tuvimos que pasar por el proceso de encontrar una historia que se ajustara a las mismas”.

El resultado es una película emocionante y llena de urgencia y adrenalina en la que conocemos la historia de un grupo de ocho jóvenes, cada uno con una historia personal que justifica su odio a las grandes corporaciones que contaminan nuestro planeta, que están cansados de realizar un activismo que no les está llevando a nada y que se ponen de acuerdo para realizar un acto de sabotaje y destruir así un oleoducto al oeste de Texas. Para ello, construyen unas bombas con la intención de acabar con una de esas infraestructuras que nos envenenan en nombre del capitalismo.

En el reparto destacan actores como Lukas Gage, al que pudimos ver en Euphoria o en The White Lotus, Ariela Barer (Runaways), Kristine Froseth o Forrest Goodluck, que encarnan cada uno a un personaje con características e historias personales muy marcadas, como una especie de X-Men del activismo medioambiental. “Muchos de los personajes surgieron directamente durante el proceso de investigación, que fue similar al de todas mis películas”, afirma el director. “Contactamos con la mayor cantidad de expertos sobre el tema que encontramos: activistas, expertos en lucha contra el terrorismo, ingenieros… Todo para garantizar la máxima autenticidad. Quisimos crear una muestra representativa del movimiento climático estadounidense de una manera que no solo reflejara la diversidad de las personas que pertenecen a él, sino que también resultaran interesantes para diferentes tipos de espectadores. Además, descubrimos, al empezar a trabajar en esta película, que teníamos muchas más personas en nuestras vidas que habían sido afectadas directamente por la industria de los combustibles fósiles de las que pensábamos”.

Goldhaber ha conseguido hacer de alguna manera un western moderno que funciona con la precisión y la dinámica de una película de atracos como bien reconoce el director, que cuenta entre las influencias para esta película films como Oceans 11, Un condenado a muerte se ha escapado, La batalla de Argel, Nocturama, La mujer de la montaña o Ladrón de Michael Mann.

Una escena de 'Sabotaje'.

Una escena de 'Sabotaje'. / Cedida

La preparación de la cinta fue rapidísima. En solo siete meses se escribió el guión, se seleccionó a los actores, se consiguió la financiación necesaria y se realizó la preproducción. En el rodaje se utilizó película de 16mm que añade a la imagen rudeza, textura e inmediatez, casi un tratamiento documental pero que fluye a toda velocidad y con gran realismo. Esta urgencia parece contagiada por el propio tema que se está tratando, como si fuera una llamada de atención para encender el debate sobre el problema del cambio climático. “Esta es una película urgente sobre un problema urgente”, afirma Goldhaber. “Pero también hemos querido hacer una película emocionante y atractiva que hiciera que el activismo y la resistencia resultaran entretenidos y que la gente pudiera sentirse identificada con los personajes”.

Resulta difícil no imaginar, a raíz de la película, qué pasaría si realmente el activismo climático diera un paso en una dirección más radical, que se formaran grupos de personas que, ante una ansiedad climática insoportable o una cierta sed de venganza tras la muerte de sus seres queridos debido al cambio climático, decidieran optar por la acción directa, el sabotaje de infraestructuras o la violencia de forma masiva y en todo el mundo. ¿Qué harían entonces los gobiernos? ¿De qué parte se pondrían? El director tiene muy clara la respuesta. “Cualquier forma de resistencia contra el establishment siempre ha sido etiquetada como terrorismo”, explica. “Creo que se necesita una resistencia más agresiva contra la devastación climática, y lo que supongo es que los gobiernos y los intereses corporativos la reprimirán de la manera en que siempre lo han hecho, mediante corrupción, violencia y desprecio hacia los seres vivos”.

“Creo que uno de los grandes dilemas de nuestro tiempo”, continúa Goldhaber, “es por qué tenemos un código moral que permite la destrucción de la Naturaleza, pero que ve su preservación como un acto de violencia. Pienso que cambiar este centro de gravedad moral es fundamental para construir una forma sostenible de vivir en este planeta”, concluye.