A LOS 94 AÑOS

Muere Milan Kundera, la voz existencialista de los exiliados del poder soviético

El escritor checo, que desde los años 80 escribía en francés, alcanzó fama mundial en la segunda mitad del siglo XX con obras como 'La insoportable levedad del ser'

Milam Kundera, fotografiado en 1973 durante una visita a Praga.

Milam Kundera, fotografiado en 1973 durante una visita a Praga. / AFP

Elena Hevia

En los años 80, La insoportable levedad del ser, se convirtió en un libro de cabecera para los buenos lectores. Era el libro que había que leer si querías estar en sintonía con tu tiempo. Era, para empezar, una novela psicológica que seguía las vidas de un puñado de personajes perdidos en el marasmo de una individualidad en crisis, insertos en una realidad política más amplia - comunismo de la era soviética- que no hacía más que añadir peso al asunto.

Milan Kundera que ha muerto este lunes en París a los 94 años, según ha informado la televisión checa, era por entonces, el autor encumbrado en los altares de la alta literatura que había optado por el camino del exilio de su Checoslovaquia natal en 1975, tras haber sido despedido de su puesto en la universidad, habiéndosele prohibido cualquier tipo de trabajo intelectual, mientras sus novelas eran retiradas de las escuelas. Antes era medianamente conocido en los círculos literarios por una trilogía de novelas, La broma, La vida está en otra parte (que obtuvo el Premio Medicis a la mejor novela extranjera) y La despedida (Premio Mondello), que combinaban lo grotesco y lo humorístico con ráfagas dramáticas que no llegan a alcanzar la maestría de lo que llegaría más tarde. En La broma se inspiro en su propia expulsión del partido comunista en 1950 y aunque la obra se publicó sin recortes, estuvo tiempo retenida por la censura.

La herida del exilio

Es a su llegada a París cuando cristaliza el Kundera más admirado y respetado y lo más sorprendente, un autor de best-sellers -tómese esa palabra con pinzas- literarios en los que explora en profundidad su propia herida como exiliado, a través de la despersonalización, la crisis de identidad y el desajuste cultural en su nuevo destino que él mismo estaba experimentando. Son además, de La insoportable levedad del ser , El libro de la risa y el olvido y La inmortalidad. Tres monumentos literarios que la crítica francesa primero y más tarde la internacional encumbraron inmediatamente, alabando no solo la profundidad de sus historias sino sobre todo la fluida fusión de ficción y pensamiento.

Milan Kundera, en una imagen de archivo tomada en 2010. 

Milan Kundera, en una imagen de archivo tomada en 2010.  / MIGUEL MEDINA

Más tarde, con su fama consolidada, Kundera abordó una tercera trilogía de novelas breves, casi liofilizadas y muy elegantes, La lentitud, La identidad y La ignorancia que escribe directamente en francés. De hecho, en 1981 había adquirido la nacionalidad francesa después de que el gobierno checo le desposeyera de ella. Catorce años después de su última novela, un enorme lapso de tiempo sin publicar, vio la luz La fiesta de la insignificancia, que fue un acontecimiento cultural, cuando el autor tenía 85 años y donde volvió a brillar su sentido de lo grotesco.

Como profesor universitario, el autor fue también su mejor crítico, especialmente en El arte de la novela, una colección de siete ensayos en los que explicaba su concepción de la vieja literatura centroeuropea, a través de autores como Hermann Broch, Musil o Gombrowicz, que fueron la piedra fundacional de su escritura. Naturalmente, el ensayo también fue una manera de pensarse a sí mismo en esa tradición, insertándose en ella.

Sin Nobel

Nacido en Moravia en 1929, era hijo de un reputado musicólogo discípulo de Leos Janacek, gloria nacional, y su primera vocación fue la música, aunque en la Universidad empezara estudiando literatura y acabara licenciándose en la Facultad de Cine de la Academia de Praga. Durante años fue docente de esa materia.

Aunque el Nobel se le resistió, era un candidato perfecto para ello, fue gran Premio de la Academia Francesa por su trayectoria, el Nacional de Literatura checa y el Franz Kafka, además del Premio Jerusalén, por su lucha a favor de la libertad.