UNA VOZ ÚNICA

La insólita historia del grupo de rock que tiene un loro como ‘cantante’

Hatebeak, una banda de 'death metal' de Baltimore, decidió echar a volar su imaginación a la hora de fichar vocalista. Ya llevan publicados cinco álbumes.

Fragmento de la portada de uno de los discos de Hatebeak que incluye imagen de su cantante, el loro Waldo.

Fragmento de la portada de uno de los discos de Hatebeak que incluye imagen de su cantante, el loro Waldo.

Juanjo Talavante

Juanjo Talavante

Se llaman Hatebeak, son de Baltimore (EEUU), hacen música death metal y desde 2004 llevan sacando discos con el indiscutible liderazgo ‘vocal’ de un loro sudafricano llamado Waldo, que logra dar personalidad a la banda con mucha pluma y mediante inigualables sonidos guturales y gruñidos inalcanzables para un humano.

En el mundo de la música han volado prestigiosas águilas (Eagles) y transitado escorpiones (Scorpions) de peligroso aguijón; se han descrito en un pentagrama el vuelo de un moscardón (Rimsky Korsakov) o un carnaval de animales (Saint Saëns), y han triunfado el león de Belfast (Van Morrison), una iguana salvaje (Iggy Pop), e incluso un Puma (aclaremos de una vez por todas que la letra de su canción Pavo real decía "Numerao, numerao", y no "bumerán, bumerán"), pero lo de la banda estadounidense de death metal Hatebeak va un paso más allá y no se sabe muy bien si su análisis cae dentro del campo de la musicología o si se trata de algo más bien a analizar por un etólogo. Si Kevin Costner había bailado con lobos, ¿por qué no iban ellos a atreverse a cantar con un loro?

Cuesta imaginar en qué circunstancias los ingenieros de sonido y músicos Blake Harrison y Mark Sloan tuvieron la feliz ocurrencia de formar una ‘banda’ en la que el vocalista fuese un loro, pero el caso es que lo llevaron a la práctica en 2004 y han tenido la osadía (o desfachatez, según se mire, o escuche) de poner en el mercado desde entonces varios trabajos discográficos. No se puede descartar que esa idea aviar naciera de un paseo por un zoológico cualquiera. Puede que buscasen un cantante con mucha pluma o uno que dejase volar su imaginación. Lo que resulta innegable es que la del loro era una opción más realista y asumible que la del tigre de bengala.

Los tres miembros de Hatebeak.

Los tres miembros de Hatebeak. /

Harrison y Sloan desecharon la opción de llevar a cabo un casting y optaron directamente por elegir un loro sudafricano, de color gris, de nombre Waldo y que contaba por entonces con 13 años de edad para dar ‘voz’ a su música. No es que el ave fuese longeva, los loros pueden llegar a vivir más de 60 años, salvo que el death metal, un subgénero muy muy suyo del heavy metal, acabe antes con ellos. Y no es el caso, porque Waldo the Parrot sigue dándole al pico en la actualidad.

Así las cosas, felices por su original elección y envalentonados por la entrega del loro ante el micrófono en los ensayos, Harrison al mando de la batería y Sloan en la guitarra y el bajo decidieron meterse en el estudio y consumar la amenaza discográfica. Aunque lo de estudio es un decir, porque de presupuesto andaban caninos y tuvieron que conformarse con grabar en la habitación de Sloan para disgusto del vecindario. En el ambiente revoloteaban las letras, o algo parecido, y había que estar al loro para que el ídem no huyese por la ventana.

El disco, compartido a medias con otra formación para ahorrar costes, salió aquel año y pronto llamó la atención por los sonidos extremos y despampanantes del ave. La transcripción de las letras de los temas incluidos es un reto que cabría presentar a ChatGPT. La cosa llevaba por título el poético Beak of Putrefaction (Pico de putrefacción) y supuraba sensibilidad musical por todas partes. Quizá por ello alguien definió su sonido como “un martillo neumático siendo molido en un compresor”. En realidad, lo primero que hacían Harrison y Sloan era grabar las improvisaciones del loro y después componían la música. Según ellos, entre las principales habilidades musicales de Waldo se encuentra la de imitar la alarma antiincendios, lo que puede ofrecer una pista de por dónde va su estilo y contribución artística. Los primeros 500 vinilos se los quitaron literalmente de las manos.

Un año después perpetraron un segundo disco, Birds Seeds Of Vengeance. Quien confiaba en ellos era, como no podía ser de otra manera, la discográfica Reptilian Records. El loro Waldo ponía ‘voz’ a canciones de ritmo frenético, guitarras distorsionadas y complejas estructuras musicales propias del death metal. Del pico del ave salían parloteos, quejíos, jipíos y toda clase de sonidos inclasificables sin la ayuda de un exorcista. El caso es que las redes sociales ayudaron a viralizar sus ‘canciones’ y pronto tomaron cierta relevancia en algunos medios especializados estadounidenses.

Después llegaron The Thing That Should not Beak (2007) -un guiño al disco de Metallica The Things That Shouk not Be-. Y tras un parón de unos años, en 2015 publicaron Number of the Beak -en alusión al éxito de Iron Maiden The Number Of The Beast-. Su casa discográfica empleó para su promoción un marketing directo, nítido y sincero a más no poder: “Guitarras que aplastan la cara, tambores que golpean la cabeza, bajos tan bajos que harán que se vacíen tus intestinos”.

En 2018 publicaron BirdHouse By The Cemetery, obra ya madura, con el loro Waldo desgañitándose y dándolo todo, con unos años más encima y una veteranía de la que no pueden presumir muchos ‘colegas’ humanos.

Aunque algunos críticos han tratado de desmerecer los trabajos de Hatebeak con la infundada argumentación de que las letras están “poco curradas”, la banda ha seguido al loro de las tendencias actuales, aunque nunca ha podido plantearse salir de gira, ya que ha prevalecido por encima de todo la salud de Waldo, que probablemente no habría soportado actuaciones en vivo con muchos decibelios y el estrés añadido de verse ante una multitud. También es verdad que los propios músicos de la banda han reconocido no estar muy seguros de que haya mucha gente dispuesta a pagar 10 dólares para ver semejante función en vivo.

De momento se desconoce si la formación barrunta o trabaja ya en un nuevo álbum. La de Hatebeak es una broma para tomarse muy en serio. Habrá que cruzar los dedos y esperar que esta tendencia, sacrilegio, o como prefiera definirse, no llegue nunca a Eurovisión.