OBITUARIO

Burt Bacharach, compositor de canciones pop eternas, muere a los 94 años

El músico estadounidense formó una sociedad imbatible con el letrista Hal David y ganó tres Oscars y ocho Grammys

Burt Bacharach.

Burt Bacharach. / Reuters

Jacobo de Arce

Jacobo de Arce

Burt Bacharach, uno de los grandes genios creativos de la historia de la música y padre de ese pop adulto y elegante que puso banda sonora al lado más optimista y soleado de los agitados años 60 y 70, falleció este jueves en su casa de Los Ángeles a los 94 años, al parecer por casusas naturales. La noticia la comunicó su agente Tina Brausam a la agencia Associated Press.

Maestro de una alquimia pop que conseguía a base de refinados arreglos de cuerda, armonías vocales perfectas y ritmos en los que se alternaban esquemas del rock juvenil de la época con elementos del jazz y compases de moda como la bossa nova, Bacharach se convirtió en autor de un sinfín de éxitos a los que fueron casi siempre otros quienes pusieron voz y cara, con unos textos que durante buena parte de su carrera llevaron la firma de su inseparable letrista Hal David.

La colección de hits que salieron de su pluma da vértigo: Dionne Warwick convirtió en un éxito global su Walk On By, The Carpenters Close To You, Dusty Springfield The Look of Love, Aretha Franklin I Say a Little Prayer y The Walker Brothers Make It Easy On Yourself, entre decenas y decenas de canciones que han pasado a formar parte de la memoria popular.

Suyos son también un puñado de temas que se hicieron célebres a partir de películas a las que acabaron superando en fama, como Raindrops Keep Fallin’ On My Head, joya incluida en la música original de Dos hombres y un destino que le valió sus primeros dos Oscar, a la mejor canción y la mejor banda sonora, o What’s New Pussycat?, tema principal de la comedia protagonizada por Peter Sellers y Peter O’Toole ¿Qué tal, Pussycat? .

Un 'playboy' en el Brill Building

Nacido en Kansas City pero criado en Nueva York, desde muy joven Bacharach mostró interés por la música, espoleado por una madre que era cantante y pianista aficionada. Enseguida se decantó por el jazz, escapándose cuando podía para asistir a conciertos de su admirado Dizzy Gillespie, aunque también habitaba en él una pulsión por compositores impresionistas franceses como Ravel o Debussy que seguro influyeron en su posterior uso de la orquesta. Estudió música en Montreal y en California y llegó a recibir clases de Darius Milhaud, del que en su autobigrafía contaba que fue quien le dijo: "Nunca te avergüences de escribir una canción que puedas silbar".

Durante su estancia en Alemania realizando el servicio militar, conoció al cantante Vic Damone, con el que arrancaría su carrera musical acompañándole al piano y ocupándose de su orquesta. A Damone le siguieron otros vocalistas, entre otros la que sería su primera mujer, Paula Stewart, con los que trabajó durante cortos periodos. Más fructífera sería su relación con Marlene Dietrich: en su ocaso como actriz, la gran intérprete alemana se entregó a una carrera como cantante en la que Bacharach sería el principal arreglista y director de la orquesta que la acompañó por todo el mundo. La rumorología siempre dijo que podía haber habido algo entre ellos, pero el compositor se esforzó en presentarlo como un amor platónico en el que, además, se cruzó la relación con la que sería su siguiente mujer, la también actriz Angie Dickinson.

En 1957, Burt Bacharach y Hal David se conocieron en el célebre Brill Building neoyorquino, la gran factoría de música pop donde se fabricaban de manera casi industrial todos los grandes éxitos de la época en sesiones maratonianas de composición y ejecución donde el primero sacaba a relucir su talante obsesivo y perfeccionista hasta conseguir sacar lo mejor de los intérpretes, a veces a costa de ganarse su odio. Allí, a solo unos pasillos de distancia de donde hacían lo propio otros genios como Carole King, Barry Mann o Phil Spector, se produjeron sus primeros éxitos, como el Magic Moments cantado por Perry Como. Y fue también allí donde conocieron, en 1962, a la artista que pasaría a ser el tercer vértice de un prolífico triángulo creativo, la cantante Dionne Warwick. Juntos producirían un reguero de triunfos artísticos y comerciales que se prolongó a lo largo de diferentes fases de sus vidas y de sus oscilantes relaciones.

Mediada la década, Bacharach publicó el que sería uno de los escasos álbumes en solitario de su carrera, Hit Maker! Burt Bacharach Plays His Hits, en su tiempo bastante menospreciado y un fracaso en el mercado americano. A esas alturas, Bacharach era un creador de gran éxito comercial con aires de playboy que se permitía incluso el lujo de decir que no a Frank Sinatra. La cara más positiva que podían ofrecer unos Estados Unidos que empezaban a desangrarse por la violencia de la guerra de Vietnam y las revueltas sociales. Muchos le asociaban con el lado más frívolo de la industria musical de la época frente a la autenticidad y el compromiso que encarnaba el rock. Aún así, sus creaciones, siempre románticas y sin atisbo de contenido político, fueron interpretadas por algunos de los más célebres artistas del pop y el jazz de aquellos años, como Tom Jones, Herb Alpert, Nancy Wilson, Stan Getz o Wes Montgomery.

Bacharach y David casi se inventaron un nuevo género, el musical pop, con el éxito de Broadway Promises, promises, (1968), basado en la película El Apartamento de Billy Wilder. Pero en 1973, y después del fracaso de otro musical, esta vez cinematográfico, en el que habían trabajado juntos, Bacharach y Davis acabaron en los tribunales y terminaron con su relación laboral. Volvieron a reunirse brevemente en varias ocasiones, pero Bacharach adoptó como letrista habitual a su tercera mujer, Carole Bayer Sager. Juntos consiguieron escribir algún nuevo éxito en los primeros ochenta, como el tema principal de la película Arthur, protagonizada por Dudley Moore y Liza Minelli y que le dió un nuevo Oscar. Pero la magia y el éxito del que había disfrutado en las décadas anteriores no tardó en comenzar a decaer mientras su prestigio, en cambio, cobraba nuevos bríos de la mano de los músicos de las nuevas generaciones. Noel Gallagher llegó a decir que uno de sus temas, This Guy's in Love With You, era la mejor canción de amor jamás escrita, y la foto del compositor aparecía, a modo de homenaje, en el disco de debut de su banda, Oasis.

A finales de los 90, Bacaharach tuvo un resurgir gracias a sus colaboraciones con Elvis Costello. El álbum compartido Painted From Memory les valió un Grammy, solo uno más en una carrera en la que llegó a recibir un total de ocho. En 2007 su hija Nikki, que había tenido con Angie Dickinson y para la que había compuesto una bonita pieza orquestal durante los tres difíciles meses que pasó en la incubadora después de nacer prematuramente en 1966, se suicidó después de haber padecido durante toda su vida un síndrome Asperger mal diagnosticado. Para entonces su carrera musical ya se había convertido fundamentalmente en una operación nostálgica en la que los conciertos consistían en revivir sus éxitos acompañado en algunas giras de músicos de sesión y en ocasiones especiales de artistas de éxito del momento como Adele o Jamie Cullum.

Una de esas giras recaló en la Casa de Campo de Madrid en el verano de 2009. Aquella noche, en la que se mezclaba el ambiente de celebración de un genio con el de despedida, Bacharach despachó desde su piano y acompañado de unas voces anónimas pero solventes un total de 41 temas. Una ráfaga implacable de hits que el público, plagado de caras conocidas del ambiente musical de la ciudad, del establishment al indie más recalcitrante, recitó y acompañó como si de una misa gospel se tratara. Aunque entonces ya frisaba los 80, no dejó de actuar ni de escribir: hace apenas dos años todavía seguía produciendo material original. Pero el trabajo ya estaba hecho. El incombustible compositor, arreglista e intérprete había dejado firmadas un sinfín de irreprochables canciones que, al contrario que los mortales como él, serán eternas.