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La figura y las memorias de Trigon, el espía ruso que trabajaba para la CIA, rescatadas por su hija española

'Mi padre, un espía ruso' arroja luz sobre la enigmática vida y la misteriosa muerte de Trigon, uno de los espías más relevantes del siglo XX, a través del testimonio de su hija y unas memorias inéditas escritas por él mismo

Aleksandr Ogoródnik, el diplomático soviético que espiaba para la CIA con el nombre en clave Trigon.

Aleksandr Ogoródnik, el diplomático soviético que espiaba para la CIA con el nombre en clave Trigon. / Cedida

"No quiero ser famosa. Mi único objetivo es honrar la memoria de mi padre. Si ahora estoy saliendo en medios es por la publicación del libro, pero no es mi intención. Sin embargo, hay gente que, sin conocerme, se muestra muy crítica conmigo. En ocasiones he llegado a pensar que es envidia", comenta Alejandra Suárez Barcala, cuya vida podría ser calificada con mil y un adjetivos, pero ninguno de ellos el de envidiable.

Nacida en Madrid en 1975, Alejandra no llegó a conocer a su padre, fallecido en extrañas circunstancias cuando ella apenas tenía dos años y sobre el que, durante mucho tiempo, desconoció prácticamente todo. Cuando se decidió a preguntar, su madre le dio explicaciones erráticas, contradictorias y, en ocasiones, directamente falsas sobre su progenitor, temerosa de que toda esa información pudiera traerles problemas a ella y a la niña. Un temor que podría sonar exagerado si no fuera porque el padre de Alejandra fue Aleksandr Ogoródnik, ciudadano soviético que, durante los años 70, trabajó para la CIA con el nombre en clave de Trigon y que, a día de hoy, sigue siendo considerado un traidor por los servicios secretos rusos.

"Mi padre no dio el primer paso. Fue la CIA la que le buscó. De hecho, creo que a él le costó mucho tomar esa decisión porque, aunque sabía que estaba haciendo lo correcto, siempre lo vivió como una traición. Se fue desencantando del régimen soviético y, si hizo lo que hizo, fue para defender a su pueblo, conseguir que se le cayera la venda de los ojos y que se diera cuenta de cómo el gobierno soviético le estaba engañando", explica Alejandra Suárez, que acaba de publicar Mi padre, un espía ruso (Ediciones B, 2023), libro en el que reconstruye la vida de su padre e incluye unas memorias escritas por Ogoródnik que estaban inéditas hasta la fecha.

Alejandra Suárez Barcala sostiene una foto de su padre.

Alejandra Suárez Barcala sostiene una foto de su padre. / Andrés Gutiérrez

"Si lees las memorias, es fácil darse cuenta de que su intención al escribirlas era que, si su historia se hacía pública, la gente entendiera por qué hizo lo que hizo. Aunque fue una decisión dura, se dio cuenta de que era la única forma de ayudar a su pueblo. De hecho, creo que en occidente nos confundimos a la hora de abordar estos problemas porque lo que solemos hacer es castigar al pueblo ruso con bloqueos económicos por el comportamiento de sus gobernantes, cuando lo que habría que hacer sería actuar desde dentro, apoyando a plataformas como Open Russia, lo que contribuiría a que la población experimentase un proceso de cambio semejante al que sufrió mi padre en su momento".

El modelo socialista

Durante su juventud, Aleksandr Ogoródnik fue un ciudadano soviético modelo. Estudiante brillante y cuadro destacado del Komsomol, las juventudes del partido comunista, Ogoródnik se especializó en política Latinoamericana, aprendió castellano y fue destinado a la embajada soviética de Bogotá, ciudad en la que conocería a la española Pilar Suárez Barcala, con la que iniciaría una relación sentimental de la que nacería Alejandra. Sin embargo, su meteórica carrera política, que podría haberle deparado cargos importantes dentro de la nomenklatura soviética, comenzó a tambalearse a medida que Ogoródnik se desencantaba de la URSS por, entre otros hechos, el reconocimiento de los crímenes del estalinismo por parte de Nikita Kruschev, la invasión de Hungría por tropas soviéticas, la de Checoslovaquia o la crisis de los misiles de Cuba.

"Un miembro de la agencia de inteligencia se citó con mi madre en enero de 1973. Al principio, ella pensó que su interlocutor, que hablaba español como lengua materna, era un funcionario colombiano, pero luego cayó en la cuenta de que se trataba de un ciudadano estadounidense y de que le interesaba su relación con mi padre. Mi madre se comprometió a preparar un encuentro con él", explica en su libro Alejandra Suárez que, unos párrafos más adelante, da detalles sobre ese primer encuentro entre su padre y un agente de la CIA, que se desarrolló en la mejor tradición de las películas de espías. "La reunión de mi padre con el agente de inteligencia de la CIA tuvo lugar en enero de 1974, duró tres horas y ambos charlaron en toalla en el baño turco de 'un gran hotel del centro', el Hilton, que actualmente no existe. Ninguno de los dos pudo grabar la conversación, pues estaban sin ropa, salvo por las toallas".

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Trigon desarrolló buena parte de su trabajo en Colombia, donde estaba destinado en la embajada soviética. / Cedida


Hecho el contacto y aceptada la propuesta después de muchas dudas, Aleksandr Ogoródnik comenzó a colaborar con la CIA bajo el nombre en clave de Trigon. En comparación a las labores realizadas por otros espías, el trabajo de Ogoródnik llegó a ser de tal importancia que en más de una ocasión sus informaciones acabaron sobre la mesa del presidente Gerald Ford y del Secretario de Estado Henry Kissinger, oscuro personaje que propició varios golpes de estado en el Cono Sur, como los de Chile y Argentina, que provocarían la muerte y desaparición a miles de personas.

"La mayor parte de la información que pasó mi padre estaba relacionada con posiciones de la URSS en diferentes países del mundo. Era una información muy importante que no se quedaba en la embajada de Estados Unidos en Moscú, sino que llegaba a manos de personas como Kissinger, que es cierto que no es el personaje más transparente u honesto del siglo XX. Creo que, de haber conocido lo que sabemos ahora de él, a mi padre no le hubiera gustado que se utilizase su información con esos objetivos. Por otra parte, mi padre conocía muy bien la geopolítica y era una persona muy sensata, por eso creo que era consciente de la importancia de la información que pasaba y quién sabe si no la filtró también para que hubiera cosas que la CIA no llegase a conocer", reflexiona Alejandra Suárez, que no oculta que la importante labor desarrollada por su padre estuvo muy bien remunerada.

Muy pocos espías ganaban los diez mil dólares mensuales que cobraba él por su trabajo hiciera o no hiciera los intercambios"

"Mi padre recibió mucho dinero de la CIA. Muy pocos espías ganaban los diez mil dólares mensuales que cobraba él por su trabajo hiciera o no hiciera los intercambios. Un dinero que era consignado en cuentas en el exterior para que no fuera detectado por las autoridades soviéticas". Posteriormente, cuando la CIA confirmó la muerte de Trigon, la madre de Alejandra recibió de manos de unos "amigos de su padre" un maletín que, presuntamente, contenía medio millón de dólares en metálico.

El golpe final

En el otoño de 1974, antes de regresar de Bogotá a Moscú, donde continuaría con su labor como espía, Ogoródnik pidió a la CIA que le fuera proporcionada una cápsula de cianuro para poder decidir sobre su vida en caso de ser detenido por las autoridades soviéticas. Con ese comodín en sus manos, Trigón desarrolló una labor de altísima calidad y precisión como informante de Estados Unidos. Además de acceder a información muy sensible para la URSS, Trigon realizaba magníficas fotografías de los documentos y desarrolló un sistema de entregas que no solo preservaba los materiales de las inclemencias sino que los hacía pasar desapercibidos para todos aquellos que no formasen parte de la red de espionaje. Por ejemplo, protegía los carretes de película metiéndolos en preservativos y posteriormente los introducía en cartones de leche que manchaba de aceite y grasa antes de abandonarlos en el lugar acordado con su contacto, convencido de que nadie tendría interés en recuperar y abrir algo que, aparentemente, no era más que basura.

No obstante, después de meses desarrollando esa impecable labor de espionaje, los envíos de Trigon comenzaron a ser descuidados y de peor calidad, con desenfoques en las fotos o documentos incompletos. Unos detalles impropios de él, que hicieron pensar a sus contactos en la CIA que la KGB le seguía los pasos. Finalmente, Trigon fue detenido pero, antes de comenzar los interrogatorios, pidió a sus captores que le permitieran escribir una nota. Al coger su bolígrafo, en cuyo extremo superior estaba la cápsula de cianuro, Aleksandr Ogoródnik lo mordió y, a pesar de los intentos de los agentes soviéticos para evitarlo, falleció minutos después.

Han sido tantas la mentiras sobre mi padre, que durante un tiempo llegué a pensar que su muerte era una de ellas y que podía seguir vivo"

"A lo largo de mi investigación me he encontrado con mucha gente que no ha querido hablar conmigo. Aquellos que sí han accedido, no siempre han sido sinceros y algunos me han dado versiones falsas o difíciles de creer. Han sido tantas la mentiras sobre mi padre, que durante un tiempo llegué a pensar que su muerte era una de ellas y que podía seguir vivo. Ahora, sinceramente, creo que no. Si bien las comunicaciones que he tenido con la CIA siempre han sido extraoficiales, ellos me han confirmado su suicidio. Además, Igor Peretrukhin, uno de los agentes de la KGB que participó en su detención, escribió The Agent Named Trianon —porque los rusos se empeñaban en decir que el nombre en clave de mi padre era Trianon en lugar de Trigon—, libro en el que cuenta el suicidio. Aunque se dedica a desprestigiar la figura de mi padre, si lo que Peretrukhin quería era hundir la figura de Trigon, podía haber descrito una muerte que beneficiase más a los rusos, porque el suicidio fue justamente la bofetada final de mi padre al régimen soviético, ya que murió antes de que pudieran interrogarle, torturarle y contar nada", comenta orgullosa Alejandra, que se reafirma en su intención de reivindicar la figura de su padre sin importarle las consecuencias.

"La Guerra Fría no ha terminado y la figura de mi padre, que aún se estudia en las escuelas de inteligencia como ejemplo, resulta muy controvertida porque sigue siendo un héroe para los países occidentales y un traidor para la Unión Soviética y la Rusia actual. En ese sentido, Putin no perdona y, aunque ahora está entretenido con otras cosas, para él un espía es un espía hasta la muerte y desconozco qué consecuencias puede tener eso para mí. Entre otras cosas, me han intervenido el mail y, aunque estoy decidida a viajar a Rusia cuando se pueda, ya me han advertido que en el momento en que pise el aeropuerto, me detendrán y me interrogarán. Pero me da igual. Por mi parte, seguiré adelante para reivindicar la figura de mi padre hasta conseguir que la estrella con su nombre esté en el hall de la CIA".