Críticas de cine de la semana: 'Ruido', 'As bestas', 'Black Panther', 'Memorias de París' y 'Tori y Lokita'

El feminicidio en Latinoamérica había sido un tema históricamente silenciado, incómodo y tabú, pero, en los últimos años, han sido muchas las escritoras y cineastas las que se han acercado a esta cuestión para denunciar una lacra que parece no tener fin y que pone de manifiesto la indefensión de las mujeres en un entorno patriarcal violento en el que la cultura machista constituye un régimen del terror. En literatura encontramos ejemplos recientes, como los de las argentinas Dolores Reyes (Cometierra) o Selva Almada (Chicas muertas) y en cine, el año pasado la directora Tatiana Huezo firmó la sobrecogedora Noche de fuego, ambientada en un entorno rural dominado por las mafias y los cárteles donde las madres hacían pasar a sus hijas por niños para que no las secuestraran. Ahora, Natalia Beristain se adhiere a esta línea de denuncia de una manera muy didáctica y cruda en Ruido, una película que sigue los pasos (casi de manera detectivesca) de una mujer que no se resigna a dar por perdida a su hija, que desapareció sin dejar rastro sin que las autoridades hicieran nada por encontrarla. 

Beristain se sumerge dentro de cloacas del sistema que permite estos crímenes y se convierte en un grito de rabia compartido. Por eso, este viaje al horror produce conmoción y resulta al mismo tiempo irrefutable tanto desde el punto de vista humano como también colectivo a la hora de sacar a la luz estas atrocidades. QUIM CASAS

Si Chadwick Boseman, el actor que encarnó a Pantera Negra en varios filmes Marvel, no hubiera fallecido en 2020, cuando se preparaba Black Panther: Wakanda forever, estaríamos hablando de una película bien distinta. La desaparición del actor motivó un cambio radical de planteamientos por partedel productor Kevin Feige, el demiurgo del universo cinematográfico Marvel. Y de este modo, desprovisto del icónico personaje masculino –se decidió no substituirlo por otro actor ni recurrir a las técnicas digitales para reproducir a Boseman–, el filme aumenta el protagonismo femenino hasta el empoderamiento.

Es una reivindicación en toda regla, ya que conviene no olvidar que Black Panther fue el primer personaje importante de raza negra que apareció en Marvel. Para rematar el ideario feminista y panafricano, el rival Namor, superhéroe de las profundidades marinas, no es un atlante, como en los cómics originales, sino que procede de Mesoamérica. Aunque se diluye pronto, el discurso político es bien claro: dos culturas oprimidas, la africana y la maya, rivalizan/alían para combatir los estragos colonizadores de Occidente y la pugna por el vibranium, el poderoso metal del que está hecho el traje de Black Panther y el escudo del capitán América. Un tanto larga, un tanto discursiva, pero medida y meditada en su concepción de cine de superhéroes a ras de tierra, más dramático que épico. QUIM CASAS

Los atentados de París han pasado ya a formar parte de nuestra memoria colectiva, al igual que los perpetrados en Madrid o en Barcelona, y comienzan a surgir ficciones que intentan reflejar las heridas, todavía recientes, que esos actos de violencia y horror supusieron para nuestra sociedad. En Un año, una noche, Isaki Lacuesta reflexionaba en torno al trauma a partir de la experiencia de un superviviente de la masacre del Bataclán y, ahora, la directora francesa Alice Winocour hace algo parecido en Memorias de París, aunque desde una perspectiva visual (y emocional) diferente. Su protagonista es Mia (Virginie Efira) que verá cómo el pequeño microcosmos de seguridad que parecía su vida se derrumba por completo después de salir ilesa (físicamente) de uno de los ataques en una brasserie. A partir de ese momento, su identidad anterior se fracturará y nos sumergiremos en un proceso de búsqueda interior en el que la reconstrucción mental de los hechos adquirirá una importancia fundamental, así como la necesidad de compartir el dolor con las demás víctimas.  

Puede que Memorias de París no resulte tan compacta, ni tan inteligente en su estructura como Un año, una noche, pero tiene la virtud de poner en imágenes, de forma transparente y profundamente empática, una experiencia revulsiva que se convierte, de forma muy sensitiva y humana, en testimonio reparador. BEATRIZ MARTÍNEZ