UNA NUEVA ERA

Papel y digital en un oficio del siglo XXI

Hablamos con los directores de los diarios más importantes del mundo sobre el porvenir de este oficio que lucha por que su definición no sea la única preocupación de los que hoy lo ejercemos

Periodistas trabajan en la redacción que EL PERIÓDICO DE ESPAÑA tiene en el centro de Madrid.

Periodistas trabajan en la redacción que EL PERIÓDICO DE ESPAÑA tiene en el centro de Madrid. / ALBA VIGARAY

Juan Cruz

Juan Cruz

Guillermo Cabrera Infante, periodista, escritor de Tres tristes tigres, cubano del primer exilio tras el triunfo de la Revolución de Castro, bautizó el cine como un oficio del siglo XX. Ahora podría ser el periodismo, en su dimensión actual, que combina el papel (¿hasta cuándo?) y lo digital, el oficio del siglo XXI.

Con esa confianza alternan ambos soportes algunos profesionales de distintas latitudes que en este reportaje saludan “el atrevimiento” de El Periódico de España de seguir en su empeño, nacido hace un año, de ser a la vez un diario de papel y un medio activo en el espacio digital.

Esos periodistas, de dimensiones o dedicaciones distintas, han hablado con nosotros del controvertido porvenir de este oficio que lucha porque su definición no sea la preocupación única de los que hoy ejercemos el oficio desde el viejo y el nuevo paradigma. ¿El futuro?, dicen todos. “El futuro es algo que se está haciendo siempre”.

En un restaurante coreano resguardado en el segundo piso de un rascacielos de Nueva York hablamos con Julia Preston, 71 años, hasta hace cinco años miembro de la Redacción del New York Times, excorresponsal en México, y ahora miembro de un sitio digital, Proyecto Marshall, llamado así en honor de un magistrado que fue el primer juez afroamericano que tuvo la Corte.

Igual que ella en otro tiempo, por su trabajo sobre el narcotráfico en México, ese sitio digital ha ganado un Pulitzer que de momento avala su carácter híbrido: es un sitio web, no impreso, “cuyas notas se publican en distintos periódicos que sí tienen edición impresa”. El trabajo con el que esa web ganó en la prestigiosa competición fue sobre por qué son tan violentos los perros de los policías… Es un proyecto joven, tiene cinco años, no tiene fines de lucro, vive del apoyo de distintas fundaciones y alimenta diarios de papel de todo el país. “Nació con un fin muy específico: iluminar la problemática del encarcelamiento masivo que hay en Estados Unidos”, acaso el más alto del mundo. Ella misma escribe sobre la migración en EE UU. “Muchos viven aquí desde hace muchos años y no se han regularizado. El sistema fronterizo es un sistema de control que mantiene bajo amenaza a veinte millones de personas”.

¿El oficio? “Tuve el privilegio de estar en el periodismo en su edad de oro, cuando los periódicos podían financiar grandes cosas. Éramos dos corresponsales para México, y sólo para México, nos podíamos concentrar en grandes investigaciones. El Pulitzer lo ganamos por unas notas sobre el narcotráfico. Ahora no es fácil de hacer: matan periodistas, yo no podría hacer aquellos reportajes”. ¿Las nuevas generaciones podrán hacer lo que nuestra generación aprendió? “Claro. La tecnología te permite alcanzar audiencias en todos los rincones del mundo. El New York Times tiene diez millones de suscriptores en todo el mundo. Hubo un tiempo en que la disminución del negocio del periodismo impreso empezó a disminuir las posibilidades del periodismo en general, pero hubo decisiones visionarias que lo han vuelto a impulsar. Gracias a las suscripciones. Bueno, no todo el mundo puede tener tantos suscriptores como el NYT, pero…”.

Dependencia de los lectores

Pero, ¿qué consecuencia tiene para los periódicos esa dependencia tan directa de los lectores? Porque los lectores pueden demandar algo distinto a lo que publicamos los periodistas. “Ese riesgo es mayor para los medios más pequeños, tal vez, por ejemplo, para los medios de la cadena donde tú escribes, diarios regionales, con un grupo de lectores locales que acaso tienen que responder más a lo que piden sus lectores. Pero no veo ese riesgo para los medios más grandes”. Hay dos trenes en marcha, uno es el viejo tren, que va lento. ¿Qué no se debe perder del que va más lento? “La esencia del periodismo. La disciplina de tratar de no hacer política. Creo que la objetividad no existe, pero la imparcialidad sí. No hay que ser partidarios. En el buen periodismo el periodista no es la estrella. El buen periodismo escucha, no pontifica. El buen periodismo no acepta los intereses de los políticos. El buen periodismo no tiene prejuicios. El buen periodismo tiene que andar con mente abierta, tiene que tener una sensibilidad muy fuerte para detectar a los mentirosos y a los payasos”.

Pero de esto último hay mucho en las redes sociales. Podemos luchar contra eso “con la disciplina de la verificación. Pero hay que ser muy rápidos, porque las redes van muy rápido. Lo más valioso que tenemos los periodistas es nuestra credibilidad. La credibilidad se gana en toda una vida, pero puede perderse en un instante”.

En nuestro oficio no se puede perder “la investigación, la verificación, la paciencia, el escepticismo. Que los periodistas no sean estrellas, que sean unos trabajadores más de la sociedad. Las historias que contamos son más importantes que nosotros mismos”. ¿Tendremos, los que tienen su edad, y la de este periodista, derecho a la nostalgia del periodismo que ya no va a ser? “Tenemos derecho, por supuesto. Pero no siento que tengamos la obligación de ejercer la nostalgia, eh. Mis colegas jóvenes me ayudan en asuntos de computación, pero acuden a mi cuando tienen ante sí investigaciones complejas”.

En la misma ciudad, Nueva York, encontramos a David Rieff, 70 años, reportero y analista internacional que escribe para The New Republic o Harper´s Magazine y dedica mucho tiempo a saber qué pasa por el mundo para luego contarlo. España y América Latina son parte grande de sus propósitos. Su modo de ejercer el oficio lo convierte, le digo, en un periodista atípico, un observador, un viajero. “Sí, soy raro en el contexto actual. Pero hubiera sido alguien normal en el periodismo de los años 20 ó 30 del siglo XX. Soy un intelectual al que no le molesta entrar en situaciones de peligro. En medio de la guerra de Bosnia, durante un bombardeo, escuché decir que, en la España de 1936, muchos intelectuales habían ido al Congreso Antifascista de Valencia mientras que en ese momento nadie iba a apoyar a los que sufrían la peor parte de esa guerra. Yo intenté que fueran compatriotas intelectuales, ¡pero la única que fue, de Estados Unidos, fue mi madre, Susan Sontag!. Con el español Juan Goytisolo, solidario siempre. Montaron allí Esperando a Godot, de Samuel Beckett…”.

El analista político y crítico cultural David Rieff, hijo de Susan Sontag. 

El analista político y crítico cultural David Rieff, hijo de Susan Sontag.  / SERGIO BARRENECHEA

Él se ve “como un periodista de aquellos años del siglo XX”, y como tal afronta el porvenir, por ejemplo, de las webs. Y se pregunta: “Hay posibilidades infinitas, pero ¿cómo financiamos las webs? ¿Y como las editamos? Porque el gran desafío es que tienen que ser plurales, no sólo para reafirmar opiniones de un grupo determinado o para que alimenten ciertas polémicas. Antes un periódico se dirigía a toda la gente, ahora no. Estoy muy involucrado en el asunto de Ucrania, iré a vivir a Kiev dentro de poco, y leo los periódicos y me da la sensación de que estoy en el siglo XIX, en medio de una prensa partidista”.

Nietzsche decía, recuerda Rieff, “no hay hechos, hay interpretaciones… Estamos en 2022, hay una guerra en las puertas de Europa y el periodismo ya no se hace como se hacía antes, cuando se tomaban noticias de los dos bandos; no quiero envolverme en la nostalgia, sigo leyendo libros, viajando mucho, sabiendo qué pasa sobre el terreno, ya no compro periódicos: entro en una librería y encuentro sorpresas, abro una web y no encuentro nada informativamente hablando. El periodismo se está transformando en opinión, lo siento. La opinión del contrario ya no es que se tache de equivocada, sino que se considera ilegítima. Eso me parece un gran cambio… Los periodistas se están convirtiendo en opinadores o en militantes. La objetividad les parece una tontería… Hemos vuelto a los años de la guerra española: todos los corresponsales que había en el Hotel Florida apoyaban la República y su información eran opiniones a favor de los republicanos. Hemos regresado a eso, y sucede en Ucrania, pero es que también hay que tomar en cuenta que pensábamos que ya no habría guerras como la de Ucrania”.

Pero eso es lo que hay: la tertulia exige una posición, “y eso me produce estupor: estamos en una época en la que la ambivalencia no tiene domicilio, quieren la certidumbre, eso quieren los jóvenes, un mundo como de guerras de religión, en un lado el mundo según Vox y en el otro el mundo según Pablo Iglesias”.

Prevalecer la verdad

Sylvia Colombo, importante figura en Folha de Sao Paulo, también escritora para Washington Post, habla desde su casa en Sao Paulo, antes del penúltimo duelo Lula-Bolsonaro. Símbolo de la transición entre el viejo y el nuevo sistema de presentar el periodismo, ella afrontó la necesidad de aprender a utilizar la tecnología, cuando antes le bastaba con mirar sus propias notas, “mi propio árbol, y no todo el bosque”. Ahora, reconoce, “tenemos que mirar a los lados para saber dónde sitúa la web nuestros trabajos”. Las noticias falsas no son una novedad de este tiempo.

“Existían, todos tenemos memoria de ellas. Se publicaba una mentira y se terminaba sabiendo que lo era; ahora se esparce la mentira y dura tiempo hasta que alguien la desmiente, pero ya ha pasado tanto que la gente sigue creyendo que el bulo es verdad… Pero han surgido agencias de verificación de datos, algo que con la avalancha de información resultaba antes imposible”.

Pero no todos los medios tienen mecanismos para llegar a esa sofisticación que requiere hacer prevalecer la verdad. “Aquí en Brasil hubo recientemente una suplantación de voces de presentadores diciendo mentiras fabricadas por quienes utilizaron sus verdaderas voces para decir lo contrario de lo que hubiesen dicho. Increíble”.

¿Es más difícil hoy hacer periodismo, Sylvia? Ella cree que no: “Es más fácil gracias a los recursos tecnológicos… Lo peor es la falta de presupuestos en muchos medios, eso sí que dificulta el periodismo, nos deja frágiles. Pero yo personalmente me siento muy favorecida por este tiempo del periodismo: ahora hablo contigo, luego enviaré al Post una nota que hice en Cuba, más tarde… En fin. Vida de periodista”.

Penúltima escala, Italia. Tengo ante mi, por Skype, a Venanzio Postiglione, subdirector del Corriere della Sera, uno de los grandes diarios de Europa, y dirige una escuela de periodismo, la primera de su país, de las principales del mundo, Walter Tobagi, que debe su nombre a un gran periodista italiano asesinado en 1980 por los terroristas de las Brigadas Rojas porque escribía contra ellos y en cuyo artículo, No sois samuráis invencibles, dijo: “Los terroristas perderán, la democracia ganará”. Pagó con su vida, “fue un periodista que no tuvo miedo, y por eso le pusimos su nombre a la escuela”. Tuvimos una entrevista muy larga con Postiglione. Aquí recogemos unos extractos que tienen que ver específicamente con el futuro del oficio.

Para Postiglione, “los periódicos de papel no se acabarán, las plataformas están destinadas a coexistir, convivirán todas, en paralelo. Eso es lo que ha pasado con la radio, que no se acabará nunca. Hay otros medios de comunicación, que no se anulan recíprocamente. Las cifras serán diferentes, pero esto no significa que el papel se vaya a acabar, al contrario, debemos defenderlo, sin tener miedo del futuro”.

¿Y el futuro? “Le traerá grandes satisfacciones al periodismo. El periodismo está vivo y nunca lo ha estado tanto. Corriere della Sera es el diario principal de Italia. Ahora vende en los quioscos casi 200 mil ejemplares, tiene 440.000 suscriptores… Antaño sólo tenía una plataforma, el papel. Ahora tiene tres plataformas, el papel, el papel volcado en la web y el sitio web… Cuanto entré en el Corriere, en 1989, tenía 22 años; aprendí con la máquina de escribir, había teléfonos fijos y, como yo, hay muchos compañeros que después de veinte, treinta años de trabajo, han vuelto a empezar, y nuestro periódico nunca ha sido tan leído. Por eso digo que el periodismo está tan vivo”.

Objetivo: periodismo de calidad

Última escala, Argentina; hablamos con Ricardo Kirschbaum, 73 años, quizá el director más longevo, está al frente de Clarín desde hace veinte años. Allí hizo de todo, hasta ahora mismo, cuando le vemos en Madrid, una de sus patrias latinas. Para una entrevista, me contó que él cree que el periodismo tiene la crisis de la industria y la crisis de la audiencia, “un periodo de transición, en el cual los dos pilares que sostenían al periodismo tradicional, la circulación y la publicidad, están en crisis. Por otro lado, está el desarrollo de estrategias para sostener el periodismo. Lo único que salvará al periodismo es el periodismo de calidad, con lo cual las empresas que han pasado al desafío digital han puesto a todos los jugadores más o menos en el mismo plano. Los que tienen un prestigio ganado a través de los años tienen una ventaja respecto a los nuevos. Pero el contexto hace que cada empresa tenga que desarrollar una estrategia de supervivencia y de afirmación en este nuevo mundo”.

Ricardo Kirschbaum lleva al frente de Clarín desde hace 20 años.

Ricardo Kirschbaum lleva al frente de Clarín desde hace 20 años. / GUILLERMO MOLINER

Kirschbaum se refiere a las suscripciones, el balón que da más oxígeno. “Implican un compromiso del lector para adherirse a una propuesta periodística para sostenerla. Tiene mucho que ver con el hábito que había de comprar periódicos, pero para eso es necesario que el lector reciba un producto de calidad, con historias que interesen a la gente y que se adapten a las nuevas formas de dar un relato”.

Le pregunté por lo que debe ser invariable del periodismo que conoció antes de la actual revolución cibernética. “El periodista, cualquiera que sea su edad, ha de tener siempre pasión y entusiasmo por lo que hace. Una emoción violenta que hay que tener para cumplir con los requisitos y el protocolo básicos del periodismo. Eso se traduce en responsabilidad a la hora de informar: fuentes confiables, datos verificados, eliminar rumores…”.

Un oficio del siglo XXI. El periodismo del futuro es el periodismo, concluyen los entrevistados. Una declaración: el periodismo ha de constituir, ante todo, pasión violenta por una información responsable. Y esa obligación la requieren la vieja escuela de papel y la presente urgencia de las webs.