PREMIO
Eduardo Casanova: "Ganar en Karlovy Vary ha sido como un abrazo después de exorcizar mis demonios"
El director alcanza el reconocimiento tras su paso por el festival checo, uno de los más antiguos y prestigiosos, gracias a su segunda película, 'La piedad', en la que confirma su estilo personal y radical
Beatriz Martínez
Ha sido una semana intensa y feliz para Eduardo Casanova. El pasado domingo presentó su segundo largometraje, La piedad, en el Festival de Karlovy Vary y este sábado volvió a la ciudad checa para recoger el Premio del Jurado, un reconocimiento internacional que le ha emocionado mucho ya que se trata de un proyecto que le costó sacar adelante, radical, trasgresor e incómodo, al igual que ya lo fue su ópera prima Pieles, o incluso más.
Lleva 40 horas sin dormir, pero se encuentra tan lúcido y sincero como siempre. Le había caducado el DNI antes de viajar y ha tenido que hacer escala en Frankfurt. En 24 horas ha cogido cuatro aviones hasta regresar a su casa de Madrid y atendernos y contarnos su experiencia estos días. "Karlovy Vary es casi como un universo paralelo. Es una ciudad termal repleta de baños sanadores con una mezcla de turismo entre snob y kistch y, en medio de todo eso, un festival de cine de autor", cuenta el director después de aterrizar en España.
Reconoce que se puso muy nervioso cuando tuvo lugar el estreno dentro del marco del festival con esta fauna tan variopinta y, mientras se proyectaba, a punto de la taquicardia, se comenzó a fijar en la reacción de una de las espectadoras, una señora que se tapaba los ojos constantemente. "Creo que estaba deseando irse y pensé que le iba a horrorizar a todo el mundo", comenta. Sin embargo, la acogida fue estupenda, algo que se ha traducido en un premio que el director no esperaba porque, como asegura, le parecía imposible ganar nada con una película tan especial. "Mucha gente puede pensar que tengo un ego tremendo, pero soy una persona bastante humilde y en realidad siento el mismo complejo de inferioridad que mis personajes, que son algo así como un trasunto de mí mismo. Que tienen complejos, que se sienten freaks o raros, también disidentes. Y con este galardón me he sentido abrazado después de exorcizar mis demonios".
Película catártica
La piedad ha sido una película con la que el director ha cerrado un ciclo, que le ha revuelto y que ha sido profundamente catártica. "En comparación, Pieles es una película para niños, con un final conciliador. La piedad es más dura, más pesimista, porque básicamente habla de que la libertad que nos venden no existe en ninguna esfera de nuestras vidas. Ni en las relaciones, ni siquiera en nuestra propia soledad". Por eso establece un paralelismo entre la relación tóxica entre una madre y su hijo y el régimen en Corea del Norte para hablar de los tipos de dictadura, tanto a nivel íntimo como a nivel histórico y político, así como de los monstruos en todas sus formas.
En su discurso de agradecimiento tuvo palabras para su madre, su representante, Antonio Abeledo, para los intérpretes de la película, entre los que se encuentran Ángela Molina, Manel Llunell, Macarena Gómez, Ana Polvorosa, María León o Antonio Duran Morris, así como para todas aquellas personas que se sienten oprimidas por su sexualidad o por su forma de expresarse. También para su psiquiatra. "A la gente le da pánico escuchar que digas que estás en tratamiento, pero es necesario visibilizar las enfermedades mentales, porque la tasa de suicidios está subiendo de manera preocupante, así como el consumo de ansiolíticos y de antidepresivos. Todo el mundo está deprimido y, si no eres una persona privilegiada no puedes tratarte, porque la asistencia en la Seguridad Social es una mierda".
El director asegura que a través de La piedad ha intentado explorar las brechas de su propia salud mental, un tema que continúa siendo tabú en nuestra sociedad. "Es la pandemia más peligrosa que estamos viviendo, porque es silenciosa, pero también destruye y mata", asegura.
El director, que se encuentra preparando en estos momentos una serie sobre Nacho Vidal protagonizada por Martiño Rivas, continuará su periplo de festivales con La piedad hasta que se estrene en cines. Su próxima parada, Corea del Sur en el BiFan que se celebra en Bucheon, de ahí a Canadá, a Austin y Estrasburgo. Asegura que su película no es ni difícil ni experimental, que en estos momentos se siente cercano al cine de Cronenberg y que por primera vez se ha acercado al terror más puro. Un cóctel de sensaciones en el que el color y las sombras se unen para conformar una experiencia estética al límite.
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