CINE

Ari Folman: "Ana Frank ha sido corrompida por la lógica capitalista"

El cineasta israelí estrena la película de animación 'Dónde está Anne Frank' este viernes

Ari Folman.

Ari Folman. / ARCHIVO

Nando Salvà

Su tercer largometraje, Vals con Bashir (2008), le proporcionó prestigio internacional y revolucionó el cine de animación. El cineasta israelí estrena este 29 de abril en España Dónde está Anne Frank, adaptación libre y personalísima de El diario de Ana Frank -las célebres memorias de la adolescente judía que murió en un campo de concentración nazi tras pasar dos años oculta junto a su familia en Ámsterdam- que supone otro más difícil todavía en su carrera. Sirviéndose de nuevo de la animación, Folman recrea la historia de la niña desde el punto de vista de Kitty, la amiga imaginaria con la que conversaba en su diario, y en el proceso establece conexiones entre el drama de quienes huyeron de los nazis y el de los refugiados que hoy tratan de sobrevivir en Europa.  

P. ¿Qué relación tenía con El diario de Ana Frank antes de hacer esta película?

R. Leí el libro en la escuela, cuando tenía 14 años, y debo reconocer que no dejó mucha huella en mí. Pero decidí volver a leerlo ya adulto y ya padre, y lo cierto es que me sorprendió gratamente por su tremenda calidad literaria. Sobre todo me fascina la precisión con la que captura la personalidad de Ana. Se trata de una chica muy inteligente, que puede actuar con malicia pero casi siempre es muy divertida. Piensa en chicos, siente celos de su hermana mayor, y tiene problemas con su madre. No es una mera víctima, sino una adolescente compleja.

P. En todo caso, inicialmente fue reacio a hacer la película. ¿Por qué?

R. Porque sentía que la historia de Ana Frank ya había sido suficientemente contada. Pero dos cosas me hicieron cambiar de opinión. La primera fue un documental sobre el Holocausto en el que aparece mi madre, y en el que otro superviviente de los campos de concentración afirma: “Cuando estemos todos muertos y no haya más testigos directos, entonces aquella tragedia será solo un rumor lejano”; esas palabras me impactaron mucho. Y poco después, al explicarle a mi madre mis reticencias, ella me dijo: “No estás obligado a hacer la película pero, si no la haces, yo mañana estaré muerta. En cambio, si la haces, te prometo que viviré al menos lo suficiente para verla en el cine”. El chantaje funcionó.

P. Sus padres también estuvieron en los campos de concentración, ¿no es así?

R. Sí, y de hecho llegaron a Auschwitz la misma semana que la familia Frank. Obviamente, para mí esta es una película muy personal. Durante mi infancia el Holocausto fue omnipresente. Crecí escuchando las historias terribles de los supervivientes, y eso me marcó de por vida. Y posteriormente, cuando ingresé en la escuela de cine, pensaba que todas las películas debían contar historias tan trágicas como las que yo había escuchado sin parar en mi niñez.

"Ana piensa en chicos, siente celos de su hermana y tiene problemas con su madre. Era una adolescente compleja"

P. En su película, los soldados nazis carecen de rostro. ¿Cuál es el motivo? 

R. Pasé mucho tiempo preguntándome qué aspecto debería darles, y llamé a mi madre para preguntarle cómo eran los nazis de Auschwitz. Ella me dijo que allí los veía increíblemente altos y fuertes, casi como dioses, pero que durante los juicios de Nuremberg le parecieron bajos y feos, y muy ordinarios. Así que retratarlos me resultaba problemático. Además, yo no soy capaz de visualizar a los nazis porque no los entiendo; darles una expresión humana significaría sacar una conclusión sobre ellos, y no soy capaz. El nazismo me resulta inexplicable. ¿Cómo es posible que hasta 500.000 alemanes contribuyeran de una forma u otra a la Solución Final? Me cuesta imaginar tanta maldad. Y por eso me cuesta aceptar películas como La lista de Schindler (1993), que representan lo que sucedió en el interior de los campos de una forma extremadamente gráfica.

"Mi madre me dijo que en Auschwitz veía a los nazis altos y fuertes, pero que en los juicios de Nuremberg le parecieron bajos y feos. Decidí no ponerles rostro"

P. De todos modos, Dónde está Anne Frank recrea los siete últimos meses de vida que la niña pasó en el campo de Bergen-Belsen, donde murió de tifus.

R. Sí, para mí era indispensable incluir ese periodo en la película. Se suponía que la primera película basada en el libro, El diario de Ana Frank (1959), también iba a recrear los meses previos a la muerte de la joven, pero cuando Otto Frank asistió a una proyección de la película previa a su estreno y comprobó la conmoción que esas escenas causaban entre el público, pidió a los productores que las eliminaran del montaje final. 

P. ¿Cree que, después del Holocausto, sigue siendo posible tener fe en el ser humano?

R. Ana Frank afirmó que en todo ser humano anida al menos una partícula de bondad, y me temo que no estoy de acuerdo; la Historia nos demuestra lo contrario. Y, aun así, yo soy optimista. Si no lo fuera, no habría hecho esta película. Tenemos la responsabilidad de atrevernos a albergar esperanza. Si Dónde está Anne Frank sirve para insuflar compasión, tolerancia y empatía en algunos de sus espectadores, entonces eso significará que los ocho años de trabajo que me ha llevado han merecido la pena. Pero no lo olvidemos: las películas no cambian el mundo. Eso les corresponde a los políticos y las leyes.

"Las películas no cambian el mundo. Eso les corresponde a los políticos y las leyes"

P. La película, en efecto, conecta el Holocausto con el drama que los refugiados viven en la actualidad. Habrá quien no esté de acuerdo con ese paralelismo.

R. No es que esté tratando de comparar ambos dramas, porque los judíos no llegaron a tener la oportunidad de ser refugiados; ellos fueron masacrados. La suya es una tragedia incomparable. Similarmente, no hay forma sensata de comparar el genocidio de un pueblo con el genocidio de otro pueblo. Mi intención al hacer la conexión es recordar que hoy los niños continúan estando en peligro de sufrir atrocidades que no entienden y de las que no son responsables. En la actualidad, el 20% de los niños en el mundo están en peligro de muerte por vivir cerca de una zona de guerra. Y en el fondo no hay grandes diferencias entre un niño cuya casa ha sido bombardeada en Siria y un niño en Malí cuya aldea fue destruida. Ambos tienen que huir.

P. ¿Qué opina del estatus que la figura de Ana Frank ha adquirido en la cultura popular?

R. Creo que su significado ha sido corrompido por la lógica capitalista. Cuando Otto Frank publicó el diario de su hija en 1947, creó un icono por una buena causa. El dinero recaudado gracias a las ventas millonarias del libro siempre se destinó a organizaciones benéficas. Y con el tiempo ese icono se ha convertido en un mero reclamo comercial; hoy la casa de Ana Frank ya no es un lugar de peregrinación para antifascistas, sino una atracción turística que atrae dos millones de visitantes cada año para quienes el lugar no tiene ningún significado político o emocional. Tan solo acuden allí para comprar un suvenir.

P. Tras estrenar Vals con Bashir y El congreso (2013), usted anunció que no volvería a hacer cine de animación. ¿Qué le hizo cambiar de opinión?

R. ¡No voy a decir algo así nunca más! Siento que soy adicto a la animación. Y no solo porque ofrece posibilidades infinitas desde un punto de vista creativo sino también porque entraña enormes dificultades, y esas dificultades agudizan el ingenio. Tal vez soy un masoquista, no sé. De todos modos, hice esa afirmación justo después del sonado fracaso comercial de El congreso. Para hacer aquella película tuve que implicar a numerosos inversores y a cientos de animadores, y luego nadie fue a verla al cine. Eso me hizo decidir que no volvería a hacer animación para adultos. Enfrentarse a producciones tan complicadas solo tiene sentido si el objetivo es hacer películas para toda la familia. Desde el primer momento supe que Dónde está Anne Frank sería una película para niños mayores de 10 años. Porque nuestros hijos deben conocer esa historia y, dado que están perdidamente enganchados a las pantallas, resulta imposible hacer que lean un libro de 350 páginas. Pero deben conocerla de cualquier modo.

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