ASTURIAS

Andrea del Valle, luthier a los 20 años y premiada en Italia por una viola hecha con sus propias manos: "Nací en el taller y quiero seguir aquí"

La tercera generación de una saga de reconocidos luthieres alcanza la medalla de bronce en el Concurso Pisogne con un instrumento de su creación

Andrea del Valle, la joven luthier ovetense que continúa con la saga familiar: "Nací en el taller y quiero seguir aquí".

Andrea del Valle, la joven luthier ovetense que continúa con la saga familiar: "Nací en el taller y quiero seguir aquí". / Luisma Murias

L. Landázuri

Se crió entre madera de arce centenaria de Bosnia, abetos de Italia, arcos, violines y violonchelos, en el taller de Diego del Valle, luthier pero también su padre y maestro, de quien ha aprendido el oficio y con quien comparte pasión y profesión. Andrea, la pequeña de los Del Valle Schudtz llega "pisando fuerte", asegura su padre. Y es que alzarse con una medalla de bronce en el certamen por excelencia de la luthería no es obra menor. "Acabar una pieza que has hecho con tus propias manos es una satisfacción enorme", indica Andrea del Valle, quien logró colarse entre los tres mejores con una viola bautizada como "La Santina", un homenaje a Asturias (en referencia al sobrenombre con el que se conoce popularmente a la Virgen de Covadonga). El concurso Pisogne celebrado en Cremona, cuna de la luthería, albergó en mayo a cerca de 600 participantes, una competición que reúne a manos que fabrican "joyas de madera a partir de troncos de un metro y 20 centímetro de diámetro", indica el artesano.

Sin embargo, el camino al bronce no ha estado exento de dificultad: 7 meses de trabajo, dedicación y autoexigencia, acompañada del sabio consejo del maestro, que lleva media vida consagrada a la luthería, hicieron que Andrea del Valle, con solo 20 años, se hiciese un hueco entre veteranos. "Me siento la pequeña de este mundo. La mayoría de luthiers son de la edad de mi padre", apunta la joven, quien con 16 años tuvo claro que quería continuar con la tradición familiar, algo que pilló por sorpresa a su progenitor. "A mi padre le sorprendió que siguiera sus pasos. Es algo que te tiene que gustar y no a todo el mundo le llena pero para mí, ver el resultado de algo que he hecho con mis manos, con mi cabeza, es una satisfacción muy grande", añade la joven.

Superarse a sí misma y medirse con los mejores era el anhelo de del Valle y, siguiendo el consejo de su padre, decidió lanzarse a la aventura. "Ella quería saber hasta dónde podía llegar y la mejor manera para poder hacer algo bien es saber que hay otro que lo puede hacer mejor que tú. Por eso la animé a que se presentara al concurso", explica el maestro, quien avalado por su propia experiencia, fruto de su trayectoria y de haber participado en hasta cinco certámenes diferentes, rechazó una primera viola fabricada por su hija. "Cuando la terminó le dije que no me gustaba, que no era para el concurso. Ella insistía, pero yo sé lo que el jurado busca. Recomendé que la rehiciera y entonces presentamos el nuevo instrumento. El final ni lo imaginábamos", asegura el luthier.

Un verano de tour por reconocidas ciudades de Italia, junto a los instrumentos ganadores del concurso puso el broche de oro a una experiencia inolvidable para la joven, que ya sueña con su próxima pieza: un violonchelo. "Todavía no he hecho ninguno, es un instrumento más grande, por ello es un reto, pero iré poco a poco", afirma. 

Perfección y cuidar hasta el más mínimo detalle son algunos de los requisitos que el exigente jurado demanda a los participantes, valores que Diego del Valle transmite a su hija cada día en su taller. Un templo de la música ubicado en el número 35 de la calle Azcárraga, en Oviedo, de donde han salido piezas dedicadas a la princesa Leonor o instrumentos tocados por virtuosos como el violista ovetense Jesús Rodolfo, quien cumplió el sueño al tener una réplica de una viola palatina gracias al luthier.

Cola de cartílago de esturión, barnices hechos a mano con resina de ámbar o maderas exóticas como el pernambuco, son el instrumental entre el que se manejan padre e hija, quienes comparten espacio y oficio pero también admiración mutua. "Es un triunfo de los dos, de mi padre y mío. He ganado gracias a él a todo lo que he aprendido a su lado", subraya la joven cuyo maestro no duda en destacar el esfuerzo que hay detrás de la hazaña. "Ha ganado por ella, se dedicó por entero. Incluso, el instrumento consiguió una mención de honor a la acústica".

Cuidar cada detalle al máximo, mejorar hasta conseguir un resultado digno de los oídos más exigentes, de aquellos que acuden a escuchar al instrumento, ese que en casa de los del Valle llevan trabajando durante décadas. Del abuelo, Pavel Schudtz, a la nieta, Andrea del Valle. Tercera generación de luthiers que garantizan la continuidad de la saga. "El futuro está asegurado", exclama su padre.

TEMAS