Opinión

El Barça debe recuperar la ejemplaridad

El 30 de junio de 2026 terminará oficialmente el mandato de Joan Laporta como presidente del club. En sus manos está rectificar antes de que sea tarde

Mientras se generan un sinfín de conjeturas sobre su futuro, la entidad se está vendiendo a trozos, por la puerta de atrás

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Joan Laporta.

Joan Laporta.

Resultados deportivos, una buena gestión económica y una gobernanza adecuada a un negocio en plena transformación. Son las tres condiciones necesarias para que un club como el Barça pueda seguir siendo una de las marcas deportivas más admiradas de todo el planeta.

En el inicio de la cuarta temporada de Joan Laporta como presidente del club azulgrana, los resultados no son los esperados, la ingeniería financiera no convence y la gobernanza deja mucho que desear. Los 143.086 socios del FC Barcelona (cifras a 30 de junio de 2022 que el club aún no ha actualizado) y millones de seguidores merecen un cambio de rumbo antes de que sea demasiado tarde. Laporta, a quien nadie discutirá que gestó y gestionó el mejor Barça de la historia en su primera etapa como presidente, puede rectificar o ceder el testigo antes de que sea demasiado tarde.

El Barça ni suspenderá pagos ni quebrará. Es imposible que esto ocurra. El valor de sus activos intangibles es incalculable. Mucho más que los 5.000 millones de euros que consultoras de distinto índole le asignan año tras año, situándose en las posiciones de liderazgo del fútbol mundial. Muy distinto es que, alrededor del inmenso ruido y el entorno que existe históricamente en el club, haya movimientos que quieran hacer temblar la actual estructura societaria.

En los últimos meses se ha regenerado un intenso y necesario debate sobre si el Barça puede y debe convertirse en una sociedad anónima. Un debate que ha lanzado especulaciones, incluyendo auténticas teorías de la conspiración, donde se mezclan asombrosos pactos de película entre empresarios de cierta comunicación, jeques árabes, entrenadores de extenso currículum y exdirectivos del club, que estarían usando a Laporta de monaguillo útil para alcanzar el objetivo final: ser dueños del FC Barcelona con la aquiescencia de la asamblea de socios. Un final feliz. O no.

Este "dicen, dicen, dicen" que sobrevuela el Barça incluye los deseos de encontrar a un Florentino Pérez catalán que asuma las virtudes de la época presidencialista de Josep Lluís Núñez y elimine sus defectos. También se aspira a copiar el modelo del Bayern de Múnich, donde la presencia de la aseguradora Allianz, de Adidas y de Audi en el capital obliga a un sistema de gestión impecable. En el caso de un cambio de estructura social del Barça, ¿hay empresas -o empresarios- catalanes capaces de asumir el papel de estas compañías bávaras? ¿Quién levanta la mano? Hace tres años se mencionaba siempre al grupo Grifols. Hoy la empresa de hemoderivados está en el foco de los inversores por razones muy distintas.

Mientras se generan todo tipo de especulaciones sobre su futuro, el Barça se está vendiendo a trozos. Es una privatización del club disfrazada, por la puerta de atrás. Como la finca que ha tenido problemas de productividad por culpa de la sequía y el presidente designado por los cooperativistas va vendiendo parte de un terreno por aquí, una granja por allá y algunas de las habitaciones más dignas de la casa por acullá. Un día los socios visitan la finca y empiezan a ver que allí ya no pintan nada. Solo les queda el café.

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"El Barça volverá a jugar en el nuevo estadio en noviembre de 2024". Hace justo un año, la presidenta de la constructora turca Limak, Ebru Özdemir, ofreció este titular a ‘activos’. Quedan ocho meses a la espera de que algún día empiecen a llegar al puerto de Barcelona los trozos prefabricados -como un Lego- del nuevo Camp Nou. El proyecto de 1.450 millones del Espai Barça, financiado gracias a las artes del banco de inversión Goldman Sachs, será la clave de vuelta que definirá el club de los próximos 50 años. La entidad no está hipotecada, pero sí está controlada. Si hay problemas financieros, el control de los ingresos quedará en manos de los fondos. Al socio ya no le quedará ni el café gratis.

El fútbol reúne lo mejor y lo peor de las emociones y los negocios. Los intentos de las asociaciones internacionales y estatales para generar más transparencia han fracasado. Abundan agentes, comisionistas e intermediarios que generan burbujas y convierten a jóvenes en carne comercial que se mueven como mercaderías de un lugar a otro del planeta. En medio de este escenario, el Barça debe poder, gracias a su historia y su masa social, ser ejemplo y bandera de las mejores prácticas deportivas, financieras y de buen gobierno. Que Laporta pueda liderar la transformación depende de él. ¿Rectificará? Le queda poco tiempo.