ARABIA Y QATAR

Los petrodólares agitan las estructuras de control del deporte

La irrupción de Arabia Saudí y Qatar en el golf y el pádel supone una advertencia para el funcionamiento de las organizaciones que tradicionalmente han gestionado el negocio. De momento, ambos países del Golfo se han hecho con el control de circuitos internacionales de dos de las disciplinas con mayor potencial

Sala de control del grupo beIN, líder en tecnología y canal oficial del Mundial 2022 de Qatar

Sala de control del grupo beIN, líder en tecnología y canal oficial del Mundial 2022 de Qatar / 'activos'

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Cristian García

El pasado mayo Qatar Sports Investment (QSI) alcanzó un principio de acuerdo para la adquisición de una participación significativa de Setpoints Events, la sociedad que gestiona el World Padel Tour y en la que el Grupo Damm ha invertido 40 millones de euros a lo largo de la última década. Solo dos semanas después, LIV Golf, PGA Tour y European Tour anunciaron la fusión de sus negocios comerciales, cuyo mayor accionista será el fondo soberano de Arabia Saudí (PIF). Y en el green ha comprometido una inversión de más de 1.000 millones de dólares a largo plazo.

Dos movimientos tectónicos que amenazan con remover las estructuras tradicionales de la industria del deporte y que han estado protagonizados por los brazos inversores de dos de los países de Oriente Próximo que más claro han dejado su vocación de ser un actor relevante en este negocio. Más allá del fútbol, catarís y saudís ya han puesto sobre la mesa alrededor de 4.000 millones de euros para controlar las principales pruebas polideportivas.

La inmersión en deporte de estas regiones llegó a partir de acuerdos de patrocinio; más tarde dieron el salto a la captación de acontecimientos internacionales, hasta acabar haciéndose un hueco en la joya de la corona de la industria del deporte: el fútbol. De los aparentes caprichos iniciales que parecían las adquisiciones de clubs de fútbol se pasó a pulsos difíciles de ganarles en lo económico para tomar el control de deportes completos.

Que los dos países del Golfo se hayan hecho, con tan pocos días de diferencia, con el control de las principales competiciones de dos de los deportes con mayor potencial no es algo casual. Se trata de un paso más en una estrategia que los estados de la región han desarrollado, a lo largo de la última década, para extender su influencia en el mundo a través del deporte y defender una voluntad de aperturismo, transformación social y diversificación de una economía muy dependiente del petróleo. 

Oro negro

Pero ¿cómo ha sido el proceso que ha llevado a unos pocos países de la misma zona a convertirse en los grandes agitadores de la industria del deporte? Evidentemente, nada de esto se explica sin el poderío económico procedente del oro negro que poseen. Se trata de inversiones milmillonarias desde el plano deportivo con la compra de competiciones, clube o deportistas, o en el plano comercial por medio del patrocinio. Ahora bien, su llegada al deporte de élite fue mucho más disimulada.

El GP de Baréin de fórmula 1 celebrado en 2004 supuso su irrupción en el escaparate deportivo internacional. El circuito de Sakhir se hizo un hueco en el calendario y ya suma casi dos décadas en el Mundial de automovilismo. Sin embargo, en la mayoría de los casos la primera aproximación al deporte no llegó con la organización de citas del calibre de la F1, sino a través de contratos de patrocinio. El deporte de élite aterrizó en Qatar y los Emiratos Árabes Unidos por medio de sus empresas. El objetivo era posicionarse mediáticamente y presentarse al mundo como nuevas potencias inversoras en deporte.

Los ejemplos en el campo del fútbol son muy ilustrativos. Aerolíneas como Qatar Airways, Emirates y Etihad Airways irrumpieron como patrocinadores principales de algunos de los clubs más prestigiosos del planeta. Este fue el caso de Emirates, que selló alianzas con decenas de entidades de primer nivel europeo, entre ellos el Arsenal FC, del que posee los title rights de su estadio desde su inauguración en 2006. En el caso de la aerolínea catarí su desembarco en el deporte europeo llegó a través de un contrato con el FC Barcelona a cambio de 186 millones de euros. Por encima está la FIFA, que se garantizó 200 millones de euros como paso previo al que hasta la fecha ha sido el Mundial más polémico y lucrativo.

Negocio audiovisual

Otra de las bazas que sobre todo Qatar ha sabido jugar es la del negocio audiovisual. Para ello surgió beIN Sports, el canal deportivo de la cadena Al Jazeera, que desde hace más de una década ha garantizado cientos de millones de euros a las principales competiciones futbolísticas, entre otras, a cambio de sus derechos audiovisuales en Oriente Próximo, norte de África y el Sudeste Asiático, principalmente.

Solo LaLiga ha cobrado más de 1.500 millones de euros en la última década, a lo que se suman la compra de los derechos de la Premier League por 500 millones entre 2022 y 2025 y de las competiciones UEFA por 600 millones para el ciclo 2021-2024. Aunque su mayor desembolso lo destinó en Francia, con una inversión de 2.700 millones de euros desde 2012, lo que ayudó a cimentar la posición del país vecino para liderar el cambio de voto de varias federaciones en favor de Qatar en la elección del Mundial 2022.

Circuito de Sakhir en Manama (Baréin)

/ 'activos'

La celebración de esta Copa del Mundo, por primera vez en invierno obligando a remover todo el calendario futbolístico, es un ejemplo más de cómo la llegada de los países de Oriente Próximo ha causado una distorsión sin precedentes en el deporte. La capacidad para invertir sin apenas límites de gasto, ni búsqueda de la sostenibilidad económica de los proyectos, ha puesto en jaque el trabajo llevado a cabo por grandes propiedades deportivas que se han visto obligadas a replantearse su futuro en pocos meses con tal de continuar siendo relevantes para los deportistas, que se han encontrado con propuestas económicas que pocos business plan aguantan.

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En disciplinas como el fútbol, los denominados clubs estado han alterado para siempre las dinámicas poniendo patas arriba los mercados de traspasos con fichajes récord y contratos inimaginables hace pocos años como el de Kylian Mbappé (630 millones de euros en tres años). Al menos hasta que los reguladores han empezado a intentar poner freno a este tipo de prácticas, ante las denuncias de equipos y ligas sobre el peligro económico de no atajar mediante normativas estos modelos de gestión. 

De este modo, con el nuevo fair play financiero que la UEFA puso en marcha la pasada temporada, se exige que la masa salarial de las entidades se reduzca progresivamente y no supere el 70% en 2025-2026. Esta es también una de las razones que ha motivado la puesta en marcha de holdings a través de los que tener acceso a futbolistas de todo el mundo y ampliar la huella global de este tipo de inversiones.