Opinión | EN PUNTAS DE PIE

El periodismo también era literatura

No entiendo el uno sin la otra. No libran ninguna guerra. Se necesitan y se complementan

La periodista y escritora argentina Leila Guerriero

La periodista y escritora argentina Leila Guerriero / José Luis Roca

En 2011, en plena crisis del modelo periodístico por la irrupción de internet, Ramón Lobo escribió que pagaría por leer un artículo de Leila Guerriero que se titulaba ¿Dónde estaba yo cuando escribí esto? Yo tenía 27 años y había pasado cuatro trabajando en un periódico, redactando entradillas kilométricas, abusando de los sinónimos, excediéndome en el uso de adjetivos, introduciendo en mis textos referencias a canciones simplemente porque me gustaban.

Pero allí estaba, después de haber renunciado a mi trabajo y mudarme a otra ciudad para estudiar un máster de relaciones internacionales, leyendo a aquel hombre que me demostraba que había periodistas o escritoras –o periodistas y escritoras– que sabían que entre contar historias usando la imaginación y narrar hechos desentrañando la realidad no tenía por qué haber distancia.

Entonces seguía sin tener claro por qué había estudiado periodismo. Me gustaba todo lo que me proporcionaban la lectura y la escritura –sin lo primero no existía lo segundo–, vivía anclada a la realidad –o a la verosimilitud–, pero era incapaz de saber si debía haberme decantado por la filología o por el periodismo ni cuál de las dos opciones me permitiría entender mejor qué ocurría en el mundo.

Y entonces leí: "Yo no creo en las crónicas interesadas en el qué, pero desentendidas del cómo. No creo en las crónicas cuyo lenguaje no abreve en la poesía, en el cine, en la música, en las novelas. En el cómic y en sor Juana Inés de la Cruz. En Cheever y Quevedo, en David Lynch y en Wong Kar-wai, en Koudelka y en Cartier-Bresson. No creo que valga la pena escribirlas, no creo que valga la pena leerlas y no creo que valga la pena publicarlas. Porque no creo en crónicas que no tengan fe en lo que son: una forma del arte".

Exprimir el lenguaje

Sería presuntuoso, falso y absurdo pensar que Leila Guerriero ha influido en mi escritura. Solo hay una persona capaz de retratar a Nicanor Parra (Plano americano, Anagrama, 2018) así: "Es un hombre, pero podría ser otra cosa: una catástrofe, un rugido, el viento […]. Es un hombre, pero podría ser un dragón, el estertor de un volcán, la rigidez que antecede a un terremoto".

El periodismo debe usar todas las herramientas de la literatura para contar mejor lo que sucede

Sí creo, sin embargo, que ella me ha ayudado a entender que, aunque el periodismo nunca ha de contener una gota de ficción, sí puede, y debe, exprimir el lenguaje y usar todas las herramientas de la literatura para contar mejor lo que sucede.

Yo no entiendo el periodismo sin la literatura, el cine o la música que me acompañan. Creo que la ficción no solo nos ayuda a mejorar estéticamente nuestros textos, sino que sé que sin la imaginación haríamos preguntas más simples, contaríamos historias más endebles; nos perderíamos parte de la realidad.

Lo he percibido en cada uno de sus textos. En cada una de las crónicas que conforman Zona de obras, en Los suicidas del fin del mundo, en Una historia sencilla y, por supuesto, en todos los perfiles que incluye Plano americano

En ese primer artículo, ella también escribió: "Yo no creo que haya nada más sexy, feroz, desopilante, ambiguo, tétrico o hermoso que la realidad, ni que escribir periodismo sea una prueba piloto para llegar, alguna vez, a escribir ficción. Yo podría morirme –y probablemente lo haga– sin quitar mis pies de las fronteras de ese territorio, y nadie logrará convencerme de que habré perdido mi tiempo".

La literatura y el periodismo no libran ninguna guerra. Se necesitan y se complementan. Y solo entre los dos he conseguido entender mejor a los demás y a mí misma.