PERFIL

Leila Guerriero, el monstruo que me habita

La argentina dice que escribe como si boxeara. Una escritura en pie de guerra. Como en la vida, hay que seguir a pesar de todo

La periodista y escritora argentina Leila Guerriero

La periodista y escritora argentina Leila Guerriero / Guillermo Legaria

Dídac Peyret

«Por qué todos lo veían tan claro y yo tan oscuro, ahí estaba de nuevo, quizás, mi maldita capacidad de ver siempre las cosas desde el ángulo podrido». Sara Mesa se pregunta en uno de los cuentos de Mala letra sobre la negrura de su mirada. Los textos más autoreferenciales de Leila Guerriero comparten esa sensación de penumbra. Como si recorriésemos sus pensamientos por una rejilla sin ser vistos. Una introspección que nos interpela, desafía y hiere como si abriera cajones privados.

¿En qué consiste esa mirada?, se cuestiona Pedro Mairal en el prólogo de Teoría de la gravedad, una selección de sus columnas. «Son muchas cosas, entre ellas: una curiosidad lateral de niña despiadada». Guerriero mira con la misma gravedad que escribe. Analiza con observación forense el ruido de nuestra cabeza, los puntos ciegos, los pensamientos que apartamos porque amenazan el relato que hemos construido de nosotros mismos. Y lo logra exorcizando su propia experiencia. «Hace sentir al lector como un intruso con palpitaciones. Nos deja su silla vacía como si pudiéramos ser ella por un instante», sostiene Mairal.

A Guerriero le mueve no resultar complaciente. «Nunca dejé de buscar –en lo que leo, en lo que quiero, en lo que escribo- ese pavor. Algo que se vuelva hacia mí, me mire a los ojos y me diga: Hola, nena, yo soy tu diablo». Su mirada sobre la condición humana puede resultar devastadora. En sus columnas nos recuerda que todos hemos sido el monstruo de alguien y que lo que más has querido puede convertirse en lo que más desprecies. Lo hace con un crudísimo manual de instrucciones sobre cómo degradar una relación de pareja.

Vileza vs. buenismo

«Cuando discutan, no alcancen niveles de intensidad encendida sino un tono replegado, lleno de resentimiento y hastío […] cada tanto evoque cómo era tiempo atrás cuando la fantasía de la felicidad se sumaba a la felicidad dura y robusta que usted exudaba. Recuerde que se leían libros en voz alta. Recuerde que se contaban, sin cansarse, una y otra vez las mismas historias».

Guerriero parece encontrar más verdad en la vileza que en el buenismo. «¿Fue la música, fue la merienda con mermelada recién hecha, fue la caminata sin rumbo, fue esa película inesperada en la televisión? Claro que no. Fue algo vil. Que vino del sitio del que provienen (toda) la felicidad y (toda) la desdicha», empieza diciendo en Egoísta. Más tarde desvela: «Y de ese ínfimo cogollo de emoción salió algo, chorreante, que era lo que yo quería. Unas cuantas palabras. Un párrafo. Una felicidad egoísta, miserable y pasajera».

Es una de sus constantes: poner el trabajo en el centro de su vida. Guerriero dice que escribe como si boxeara. Una escritura en pie de guerra. Como en la vida, hay que seguir a pesar de todo. «Hay que amasar el pan sin ganas de amasar el pan. Hay que amasar el pan para vivir, porque se vive, para seguir viviendo. Escribir. Amasar el pan. No hay diferencia».

'Teoría de la gravedad'

Leila Guerriero

Libros del Asteroide

224 páginas. 17,95 euros