MISCELÁNEA

He venido a hablar de mi libro: Ricardo Lezón

Ahora que ya es papel, que ya nada se puede cambiar, entiendo muchas cosas, y la más importante de todas era cuánto necesitaba escribir 'Lento y salvaje'

El escritor y cantante Ricardo Lezón

El escritor y cantante Ricardo Lezón / EPE

Ricardo Lezón

Terminadas al fin las clases, bajábamos del colegio hacia nuestras casas por un camino que comenzaba siendo de asfalto para después saltar a la hierba, donde se mostraba más claro al haber quedado marcado su trazado de césped aplastado, amarillo y seco por millones de pasos anteriores a los nuestros, y finalmente se convertía en arena, unos cientos de metros de dunas de arena blanda y fina, una playa sin orilla que nunca me supe explicar cómo había ido a parar allí, seguramente tampoco nunca me lo pregunté.

Después de las dunas aparecía la ciudad y en sus calles excitadas, entre sus edificios tristes se desvanecían todos los misterios. Fue bajando aquella cuesta tricolor una tarde cualquiera, calcetines caídos, chaleco a la cintura y mochila al hombro, charlando con los compañeros de clase, brisa de media tarde alborotando las ramas de los chopos, cuando por primera vez decidí qué quería ser cuando abandonara aquella tortura llamada colegio; quería ser escritor.

Desde entonces, no he dejado de escribir, a veces mucho, muchas veces poco, temporadas iluminadas en las que todo era un folio en blanco, otras en las que ni siquiera atisbaba los troncos. Durante todos estos años, he escrito cientos de canciones, miles de poemas, algunos relatos, incluso una obra de teatro que terminó en un contenedor. Durante todos estos años, he encontrado en la escritura un sentido indudable y una paz definitiva, la única manera que he encontrado de comunicarme con la vida, el lugar en el que sólo soy uno.

Tiempo y memoria

Llevaba Lento y salvaje dentro, se había ido escribiendo a medida que las cosas sucedían. El tiempo y su estaño sobre la memoria. Yo sabía que algún día lo escribiría con las manos, que sólo había que esperar el momento, como siempre me ha sucedido con las canciones, con los poemas y con todo lo que he hecho en mi vida. Y el momento llegó y dejé todo lo que tenía entre manos, me alejé de todo lo que pudiese distraerme, busqué el silencio de una isla en invierno para poder escucharme bien, al fin y al cabo se trataba de contarme mi historia para después poder contarla.

No seguí ninguna rutina, no hubo objetivos diarios, no hubo más obligación que la de escribir cuando sentía que necesitaba hacerlo

John Banville dejó escrito en su maravillosa novela El mar que a la memoria no le gusta el movimiento, pide quietud, y yo me quedé quieto para que me entregara lo que había recogido y cuidado. Traté de ordenarlo creyendo que así le daba sentido. Sin embargo, enseguida comprobé que no hay orden más real que el que se forma naturalmente, así que simplemente dejé que las escenas fluyesen y me limité a escribirlas según lo hacían.

Tardé mucho tiempo en terminarlo, seguramente ni siquiera lo he terminado aún. No seguí ninguna rutina, no hubo objetivos diarios, no hubo más obligación que la de escribir cuando sentía que necesitaba hacerlo. Ahora que ya es papel, que ya es un objeto que se puede tocar, ahora que ya nada se puede cambiar, que la memoria, como aventuraba Banville, se ha quedado definitivamente quieta, ahora que ya ni siquiera ella puede distorsionarse más, ahora entiendo muchas cosas, y la más importante de todas era cuánto necesitaba escribir este libro. En él está el camino, de asfalto, hierba y arena que une a aquel muchacho perdido que decidió una tarde cualquiera que quería ser escritor con el señor de barbas que os acaba de contar todo esto.

'Lento y salvaje'

Ricardo Lezón

Plaza & Janés

248 páginas

21,90 euros