CRÍTICA

'El milagro egipcio', de René Adolphe Schwaller de Lubicz: una puerta a la inmortalidad

En este ensayo, el filósofo francés realiza una exploración simbolista del antropocosmos a partir del templo de Luxor

R. A. Schwaller de Lubicz, autor de 'El milagro egipcio'

R. A. Schwaller de Lubicz, autor de 'El milagro egipcio' / EPE

Lorenzo Luengo

René Adolphe Schwaller de Lubicz (Alsacia, 1887-Grasse, 1961) fue un hombre complejo, un estudioso de las culturas antiguas que encontró su propio camino para alcanzar el conocimiento cuando era niño, jugando con una moneda. En sus dos caras, como Jano, se encerraba toda la verdad. Desde entonces, los colores y los números, desplegables en formas geométricas, le llevaron a descubrir un aspecto de la realidad que alcanzaba a los secretos de nuestro origen cósmico.

Se interesó por la teosofía y fue discípulo y colaborador de Fulcanelli, en el París, plagado de poetas y alquimistas, en el que el ruido de La consagración de la Primavera -con su doncella sacrificada a los dioses- agrietaba peligrosamente la corteza cerebral del mundo. Existe la sospecha de que Jean-Julien Champagne, que se reveló ante Schwaller como "el verdadero Fulcanelli", se apropió de los originales estudios que su colaborador había llevado a cabo acerca de las catedrales góticas "como textos alquímicos en piedra"; cierto o no, 13 años después apareció, sin acreditar a Schwaller, esa obra inmensa titulada El misterio de las catedrales (1926), cuya elusiva linfa corre por algunos rincones de la literatura del siglo XX (los paseos iniciáticos de Iain Sinclair tienen una deuda con la forma en la que fueron revelados todos estos "edificios didácticos").

Es posible que Schwaller no sintiese que Champagne se hubiera apropiado de nada: siguió siendo su colaborador durante 20 años, lo que demuestra que la divulgación de un conocimiento esotérico tenía para él más trascendencia que el orgullo por la circulación de un nombre.

Pero la vía del conocimiento exige riesgos, y Schwaller abandonó la teosofía mientras seguía colaborando a relativa distancia con Champagne en la fabricación del cristal tintado. La intención de ambos alquimistas no era lograr lo que ya había sido un arte desarrollado en los talleres del medievo europeo, sino trabajar ese material vivo que fija sus formas desplegándose en hipnóticos y centelleantes fractales geométricos.

Estaba lejos, pues, de la mera recreación y más cerca de los hallazgos que más tarde hizo Schwaller en torno a las sales incorruptibles (el registro mineral de la consciencia humana) ubicadas en el fémur. Para comprender esto en su profunda medida es preciso abandonar el mal hábito del pensamiento imitativo y empezar a mirar las formas geométricas como repositorios de una memoria colectiva, rastros de nuestro paso por un ardiente drama cósmico.

Una obra mayor

Tras una breve residencia en una antigua casa mallorquina que se remontaba al tiempo de Raimundo Llulio, Schwaller viajó a Egipto y trabajó durante 12 años en la que llegó a ser su obra mayor, una exploración simbolista del antropocosmos -encarnación de Dios en hombre- titulada Le temple de l’homme (1957- 1958), cuya base geométrica se localiza en el templo de Luxor, en el mural que representa la figura de Kamutef como la hipotenusa de un triángulo rectángulo, cuyos otros dos lados los constituye una serpiente.

De las costillas de esta obra sorprendente surge lo que puedo llamar sin exageración el libro más importante de cuantos han sido publicados en años recientes -y no tan recientes-, aunque afirmaciones subjetivas como esta no se suelen tomar demasiado en serio. El milagro egipcio (1963), suma de artículos dispersos sobre el antropocosmos y de una síntesis clarificadora de Le temple de l’homme, es la obra de un maestro esotérico dirigida a sus adeptos, lo que supone, más de medio siglo después de su publicación original, ya póstuma -Schwaller había vencido a su enemigo constante, la "presencia mental", dos años antes-, una brecha demasiado larga que interrumpe el proceso tradicional de la transmisión de un misterio.

Estamos ante el libro más importante de cuantos han sido publicados en años recientes

Eso conlleva el esfuerzo de tener que salvar esa brecha, para lo cual es preciso eludir un asalto frontal al castillo: quien intente acercarse sin la debida devoción al mundo que, como una visión incierta, nos presenta Schwaller estará destinado a perderse. Nuestra posición frente al libro, la clave de su lectura, solo llegará tras una atención prolongada que nos abra al reconocimiento y la localización de claves propias, a partir de las cuales se revelará ese centro personal desde el que ya será posible aproximarse a sus verdaderos contenidos.

Habrá quien diga que esto es demasiado esfuerzo que dedicar a un libro si, después de todo, aún nos puede sustraer sus revelaciones. Puede ser. Pero en esas revelaciones extraordinarias resuena, lector, tu inmortalidad.

'El milagro egipcio'

R. A. Schwaller de Lubicz

Traducción de Andrés Piquer Otero

Atalanta

432 páginas

34 euros