Entrevista | Ricardo Lezón Letrista, cantante y compositor

Ricardo Lezón, líder de McEnroe: "La vida es construir recuerdos, esa es la recompensa"

Además de líder de la banda McEnroe, es letrista, cantante y compositor, pero se resiste a reconocerse como escritor, aunque en su haber ya tiene cuatro libros publicados, el último de ellos una autobiografía muy personal, 'Lento y salvaje'

Ricardo Lezón, cantante del grupo McEnroe

Ricardo Lezón, cantante del grupo McEnroe / Ricardo Andrade

Inés Martín Rodrigo

Inés Martín Rodrigo

Un café con Ricardo Lezón (Zaragoza, 1969) sabe a poco. Nos encontramos, en la madrileña plaza de la Paja, pocas horas después del concierto, en un festival veraniego, de McEnroe, grupo del que es líder, letrista, cantante y compositor. Ha dormido poco, como siempre le pasa después de una actuación. Es difícil que esa adrenalina, fruto de la fértil comunión con el público, desaparezca.

Lezón, que lleva viviendo en Getxo (Vizcaya) desde que tenía seis meses, es tan buen conversador como lector. Y lo mismo puede decirse de su escritura, aunque él, que ha sido de todo (desde regentar un hotel en un pueblo de Soria a trabajar en una pollería o en una gasolinera), se resista a considerarse un autor con obra, como esos a los que reverencia.

Tiene tres libros de poemas y relatos publicados (Extraña forma de vivir, Los minúsculos latidos y El corazón es un combustible peligroso), y a finales de octubre llegará a las librerías Lento y salvaje (Plaza & Janés), un recorrido autobiográfico muy personal, inclasificable y hermoso.

P. Hábleme de su relación con la literatura. ¿Cómo empezó todo?

R. Lo primero que hice fue escribir. Empecé muy pronto, con 14 años o 15. Al principio tienes más ganas de ser escritor que de escribir. Me compré una máquina de escribir, me puse un escritorio en mi cuarto… 

P. Toda la parafernalia que rodea a la figura del escritor, esa mítica.

R. Sí, todo lo que lo rodeaba era súper apetecible. De hecho, llegó a tal mi amor por la parafernalia que me autopubliqué un libro de poesías. Me gasté una pasta, en tapa dura. Se llamaba Bala duerme conmigo.

P. Y así nació el Ricardo Lezón escritor.

R. Ahí nació toda la parafernalia. Pero yo no había leído mucho.Todo esto lo hice con un chico que había debajo de mi casa, en un bar donde se reunían a hablar de literatura. Él me dijo un día que lo mejor de escribir es leer. Y entonces empecé a leer.

P. ¿Y por dónde comenzó?

R. Me leí los típicos, El guardián entre el centeno... Y, luego, me gustaba mucho la novela policíaca. Allan Poe, Julio Verne... Luego pasas al tema Bukowski, que también va muy unido a la parafernalia.

P. ¿Los Beat?

R. Esos me tocaron menos, porque me leí El almuerzo desnudo y me aburrí como un mono, pero no podías decirlo. Me pasó también con Viaje al fin de la noche, de Céline.

P. ¿Y eso sí se atrevió a decirlo?

R. Sí, dije que era un rollo horrible. Y luego pasé a los libros que no le gustaban a nadie, o que no era cool leerlos. Y yo decía: pues a mí me ha encantado.

P. ¿Por ejemplo?

R. Me acuerdo de un libro, En brazos de la mujer madura, de Stephen Vizinczey. ¡Me encantó! Y también La despedida, de Milan Kundera, me impactó mogollón. Kundera no era cool en ese momento, entonces era como mainstream.

P. Mainstream... Cuánto daño ha hecho esa palabra a la cultura en general.

R. Mucho. Pero yo creo que ha hecho más daño todavía lo de indie. ¿Indie qué es? Una pelea por salir de ahí… Y se le aplica a todo. Tampoco tenía muchos amigos que leyesen, no he crecido en un ambiente literario. Luego vino La conjura de los necios, que es el mejor libro que he leído, el que más me ha marcado.

P. Y, durante ese tiempo de lector autodidacta, que es una de las mejores maneras de leer, ¿se planteó en serio ser escritor?

R. Es que yo creo que nunca me he planteado nada en serio.

P. Bueno, la música sí.

R. No, qué va. Yo a la música llegué rebotado, también. Suena como a pose, pero con la edad que tengo ya no tengo que hacer poses. Yo no tengo guitarra, tengo una prestada desde hace años. No me interesan los amplificadores, no tengo ni idea de guitarras, ni de componer.

P. ¿Y por qué llegó a la música, aunque fuera rebotado?

R. Porque no crecí en un ambiente muy literario, pero sí muy musical. Todos mis amigos tocaban en grupos, y yo quería estar ahí. Me metí a tocar para estar en el plan metido.

P. ¿Y cuándo empezó a componer?

R. Yo tocaba con ellos, pero iba siempre a rebufo y me acababan echando. Entonces, hacía mis cosas en mi casa. Me aburren mucho los procesos, no tengo paciencia, y no lo digo como una virtud.

P. ¿Y disciplina?

R. Cero disciplina. La única disciplina a la que obedezco es a la que me ponga yo, el único policía tengo que ser yo. Mi padre me llamaba Dime, que me pongo. Yo grababa en casa, mientras mis amigos se pasaban la vida haciendo versiones, que es lo que más me puede aburrir del mundo. Yo quería hacer cosas, yo creo que era mucho vomitar, que tiene que ver con la ansiedad, con sacar lo que tienes.

P. ¿Y esa vía le sirvió?

R. Sí, escribir canciones, poemas, me ha ayudado mucho. Y lo sé ahora mejor que cuando lo hacía.

P. Entonces no era consciente.

R. Sí, ha tenido que pasar el tiempo para que me de cuenta de todo...

P. Creo que nos pasamos buena parte de nuestra vida no siendo conscientes de muchas cosas.

R. Y yo. Soy muy defensor de los tópicos. La gente les tiene mucho miedo. Pero, por ejemplo, lo de vomitar, pues es verdad. Y, luego, me da mucha pena lo de la felicidad inconsciente. Y, ahora, cuando estoy contento y estoy feliz, es como una pelea por atraparlo. Pero, al final, la vida es todo construir recuerdos, y ya está, esa es la recompensa. 

P. ¿Con las canciones consigue apresar esos momentos de dicha y felicidad?

R. Con las canciones consigo crear algo. Y no soy nada revisionista, hago una canción y…

P. No me diga que no vuelve a ella...

R. No, yo no me escucho jamás. Ni me escucho, ni me releo. Y no es porque lo vea imperfecto. No sé, como que no lo necesito.

P. Yo no lo hago por inseguridad.

R. Yo no. Yo pienso que ya está. Luego, cuando alguien me habla de una canción que para él significa mogollón, yo pienso: pues para mí no…

P. Lo que provocas en tus lectores, en tus seguidores... Yo no soy consciente de la responsabilidad que eso conlleva, la verdad.

R. En mi caso, pensándolo y dándolo muchas vueltas, tiene un poco que ver con no quererte mucho. A mí, por ejemplo, los halagos me sientan mal, no los recibo bien.

P. ¿Y las críticas? 

R. Con las críticas me defiendo mejor. Me pueden doler, pero tengo más armas.

P. Pero no recibe bien el halago...

R. No.

P. Y cree que es porque no se quiere bien.

R. Estoy en terapia aquí, eh [ríe]... Creo que tiene que ver con eso, con no quererte bien o no confiar en ti.

P. ¿Usted es muy duro consigo mismo?

R. No. Es que es todo un poco una contradicción... Cuando estuve viviendo en Soria, que estuve dos años prácticamente aislado y solo, ahí conseguí caerme bien. Y yo creo que lo siguiente es quererte un poco.

P. ¿Y está en ello?

R. Sí, pero también me lo cubre mucho que me quieran a mí, mi relación con mis hijos… Con el amor no he tenido mucha suerte.

P. ¿Usted cree que el amor es una cuestión de suerte?

R. Yo creo que es una cuestión de colocarlo en su sitio, y yo lo he colocado mal siempre, lo he puesto en un sitio que no es.

P. ¿Y cuál es su sitio?

R. Yo creo que cada persona lo coloca en un sitio. Cada uno tiene que encontrar el sitio para que no le triture, para que no sea algo tan importante como para que te olvides de ti, ni algo tan poco importante como para que te olvides de los demás. Tiene que estar en un sitio concreto, y si tú te encuentras, por ejemplo, con alguien, que es lo que me ha pasado a mí, que no lo tiene en el mismo sitio que tú…

P. Entonces, no os encontráis.

R. No, y ahí se sufre mucho.

P. ¿Cree que cuando se sufre se crea más y mejor?

R. A mí me ha pasado un poco al contrario. Estoy un poco cansado de que nos llamen tristes. Me molesta mucho. Esa crítica, hasta hace muy poco no sabía defenderme de ella, y ahora sí. Generalmente, el que encuentra tristeza es que viene triste de serie o que no lo entiende o que no lo ha escuchado. Porque no creo que McEnroe sea triste. Nunca he escrito desde la tristeza. Tampoco he notado nunca que el estar mal me hiciese aflorar algo o me ayudara.

P. No creo que el dolor sea una herramienta útil para casi nada. 

R. Yo creo que en todas esas pequeñas desgracias diarias, hasta en las peores situaciones, siempre hay algo bonito, muy pequeño, que es hacia donde tienes que ir andando. Tengo como frase de cabecera eso que decía Cioran de que la esperanza no te pertenece, es un ente que no puedes matar. Y las canciones de McEnroe hablan mucho de eso.

P. Por cierto, ¿cuántos trabajos ha tenido?

R. ¿Yo? Ochocientos. Empecé vendiendo hierba artificial. He sido profesor de tenis. He trabajado en una imprenta. He trabajado en una gasolinera, en una pollería, de barman. He tenido un hotel, he tenido un restaurante. En un estudio de diseño también trabajé. Estuve en México… No sé si alguno se me olvidará.

P. ¿Y cree que ese alma inquieta alimenta su creatividad?

R. Bueno, te marca un poco por dónde escaparte. Muchos de esos trabajos me enseñaban que por ahí no. Eso también me creaba mucha ansiedad y mucho miedo, porque pensaba: quizás no encajo. He tenido trabajos que hubiesen podido ser para toda la vida, pero tienes una sensación de malestar que no. Intentaba buscarme la vida con algo que no me la jodiera más. Pero es muy difícil. Me da mucha envidia cuando veo a la gente que tiene una vida ordenada. Tampoco he tenido mucha elección, no podía estar ahí.

P. ¿Y en algún momento pensó que podría vivir de la música?

R. Depende del tipo de vida que tengas... Siempre he pensado, igual me equivoco, que hay un precio ahí que no quiero pagar.

P. ¿Y qué precio es? ¿Venderse?

R. Esto lo puede malinterpretar gente que vive de la música. Pero, no sé por qué, hay un abismo ahí, que es el de convertir en una obligación algo a lo que me he agarrado toda la vida y que me ha salvado tanto y en lo que encuentro libertad. Creo que hay ahí un salto que te puedes caer. Ahora, nunca lo he dado. Lo he dado a mi manera. Yo gano dinero con la música, hago mis conciertos…

P. ¿Y estaría dispuesto a dar ese salto, se ve en un futuro dándolo?

R. No. Creo que ni yo quiero ni nadie me lo va a pedir, nadie me va a venir a buscar para ofrecerme un contrato de ese tipo.

P. Bueno, siempre le quedará la literatura.

R. Yo no soy escritor, escribo poesía.

P. Y canciones..

R. Dentro de la palabra escritor hay muchas cosas. Un periodista es escritor, ¿no?

P. Bueno, yo considero que cierto periodismo es un género literario, sí.

R. Por eso. Pero yo no soy escritor. Me gusta escribir, me gusta mucho, me flipa, pero no soy escritor. Tampoco me considero músico.

P. ¿Y entonces qué se considera?

R. No sé… Yo, lo que hago yo.

P. ¿Se ve escribiendo una novela?

R. Me encantaría, pero tengo un problema: no tengo paciencia. Escribir una novela es un proceso, y la querría acabar todo el rato.

P. ¿Y le pasa tambien cuando lee?

R. No, no, es que valoro muchísimo el trabajo de un escritor, y más ahora. ¿Cómo se puede mantener la tensión o la belleza?

P. Hablando de eso, acabo de volver a leer Años luz, de James Salter.

R. Años luz es mi libro favorito. Es maravilloso. Tiene una hermosura envolvente, totalmente natural. Todo el rato habla de la luz, en casi todas las escenas, y lo hace de una manera integrada y que te da una paz... Cuando leo a Salter, digo: a este tío no le podía costar escribir. Hay una naturalidad y un fluir en todo lo que escribe… Eso no se consigue con trabajo, eso lo llevas dentro.

'Lento y salvaje'

Ricardo Lezón

Plaza & Janés

248 páginas

21,90 euros