Opinión | EN PUNTAS DE PIE

Cancelación interior

Recriminar a los escritores no es poner barreras a su libertad de expresión

El escritor Vladimir Nabokov, autor de 'Lolita'

El escritor Vladimir Nabokov, autor de 'Lolita' / EPE

Ser escritor pudo ser una profesión de riesgo en el pasado. Hoy, salvo excepciones (véanse los casos de quienes se enfrentan al fanatismo religioso), no lo es. Los primeros editores de Lolita, de Vladímir Nabokov, tuvieron muchas dudas sobre la conveniencia de publicarla y ni Virginia Woolf se atrevió a editar el Ulises de James Joyce

Estos y otros ejemplos los detalla Gonzalo Torné en La cancelación y sus enemigos (Anagrama, 2022), atinada reflexión sobre el efecto que la cancelación tiene sobre la salud de la literatura actual e impugnación de la teoría que identifica este fenómeno con la censura. Su autor nos dice que la censura es algo serio y real, y no conviene banalizarla solo porque algunos prefieran situarse en la posición del injustamente perseguido en lugar de asumir que están siendo legítimamente criticados. 

El contexto siempre ha moldeado, en parte, las obras artísticas que nacen en una época concreta, pero ¿hasta qué punto determina su contenido o su forma? ¿Vivimos en una espiral de buenísimo que resta ambición a la ficción? ¿Es el miedo a los lectores críticos un victimismo perpetuo? ¿Estamos condenados a una narrativa desproporcionadamente discursiva con el propósito de dirigir la mirada del lector y evitar interpretaciones indeseadas?

Torné indaga en la emancipación que han ganado las audiencias, es decir, en la mayor capacidad del público de pronunciarse sobre una obra y de obtener resonancia. Ese protagonismo, acentuado por las redes sociales y otras herramientas tecnológicas, pero también por la visibilidad de minorías históricamente silenciadas, permite que los halagos se expandan, pero también las críticas. Que los escritores sean la diana de más recriminaciones, que se les demande una sensibilidad que antes podían pasar por alto, no es poner barreras a su libertad de expresión. Sí puede, sin embargo, desviar al autor de otros caminos que podría haber recorrido.

Carla Montsalvatges, la colaboradora de Torné en este intercambio de opiniones, expone los riesgos que corren los escritores si se dejan llevar por la corrección literaria. "La cancelación positiva no equivale a la censura del Estado, pero ¿no puede sentir el artista una resistencia interior a evitar algunos temas e insistir en otros, lo que esperan los medios y los lectores, despistando a su propio talento, coartando el impulso de los intereses? Si la cancelación positiva se ha instalado en nuestra atmósfera intelectual, ¿con qué esfuerzos esquivará la tentación de evitar que las audiencias emancipadas se disgusten o le malentiendan? […] ¿Cómo escapar de una expectativa generalizada de bondad, de mejora política y social, de sanación a través de la palabra? ¿Quién se presta a un abucheo cuando el aplauso se nos ofrece tan barato? Llámalo cancelación interior si lo prefieres".

DESAFÍO

Los lectores, por su parte, tienen ante sí otro desafío: no exigir obras a medida de sus expectativas, que siempre deberían ser provisionales y estar abiertas a redefinirse en función de la capacidad que tenga la literatura de imaginar otras perspectivas. La mejor ficción es compleja y entabla un diálogo con su tiempo, pero, de manera simultánea, ensancha el contexto en el que se inscribe. Quizá los escritores deban evitar los convencionalismos y rehuir el aplauso fácil, pero a los lectores nos corresponde recordar que "leemos para ampliar nuestra visión de la vida, los recursos de nuestra inteligencia, y para mejorar nuestra plasticidad moral, no para revolcarnos en la estupidez, los tópicos enmohecidos y la presbicia de constatar la propia importancia".