Opinión | ALTA FIDELIDAD

La contradicción del fuego

En la vida conviene aprender a alargar la mecha, a controlar el fuego, nunca terminar de arder

El grupo Los Planetas.

El grupo Los Planetas. / EPE

Lo más importante en la vida es aprender a manejar el fuego; conseguir que la hoguera caliente, controlar que no se extienda y no quemarse mientras se aviva la llama. En la vida conviene aprender a alargar la mecha, a controlar el fuego, nunca terminar de arder. Para algunos es difícil conseguirlo, lo normal es arder, arder de indignación, de envidia, de ambición o de deseo, por eso, cuando se nos va de las manos el fuego, conviene tener agua cerca, alguien que te diga que estás haciendo el imbécil, que tu enfado no tiene tanto sentido, que todo acabará bien, que redirija el fuego, pero que no lo apague del todo.

De eso habla, en parte, David Rubín en su nuevo y deslumbrante cómic, El Fuego (Astiberri), la historia de un hombre que roza el incendio y con él la destrucción, la suya y la de la humanidad. En clave de ciencia ficción, el protagonista es un hombre que tuvo grandes ideales, que soñó con ser un arquitecto que construyera viviendas dignas para todos y sin embargo acaba edificando en la luna casas para los ricos ante la amenaza de un meteorito que acabará con la Tierra y cuyo trayecto las autoridades han renunciado a interrumpir. No compensa salvar a los pobres. La ciudadanía ya no se entera de lo que hacen sus gobiernos. Nuestro hombre sucumbe al dinero, al poder, traiciona a su mujer, a su hija, todo lo que le importaba, empezando por a él mismo. En definitiva: convierte el fuego en un incendio.

Por suerte, la mitología -y el día a día- nos ha enseñado que hay esperanza en las cenizas y las canciones -y la vida-, que el incendio que es la pasión puede ser motor de la existencia. “Parece que hay un incendio, cada vez que nos juntamos, parece que estoy ardiendo cuando tú estás a mi lado”, cantan Los Planetas en Alegrías del incendio, una canción que no podía dejar de escuchar mientras leía El Fuego. Pensaba en la aparente contradicción de su título y la de lo que estaba leyendo con lo que cantan los de Granada. Es la contradicción del fuego.

MISTERIO

En las páginas de este cómic publicado por Astiberri, cuando el protagonista llamado a ser héroe, Alexander Korba, se da cuenta de su decadencia, de la posibilidad que tiene de salvar y con ello, de algún modo, salvarse, se dice que debe sacar partido al fuego que tiene dentro, una llama que ha de cuidar para no consumirse, transformarlo para transformarse. Korba se recuerda el poder del fuego. Y entre viñetas teñidas de una espectacular gama de rojos, de rabia, de crítica social, de un dibujo frenético y eléctrico, un misterio asoma en cada trazo y nos parece empezar a oír a Rocío Jurado cantando la “Canción de fuego fatuo de Falla en la que se aparecen fantasmas como empieza a parecernos Korba en un mundo que se descompone, que quizá se ha descompuesto por repetir la música pero olvidarnos de la letra, por olvidarnos de lo que realmente importa: aprender a manejar el fuego a solas y juntos.

“Dime amor, dime amor, si estás ardiendo y si es que puedo aliviarte yo”, canta Nacho Vegas en Incendios, una de las muchas canciones compuestas en torno al fuego y la pasión, que es lo que nos somete y al mismo tiempo nos hace carburar. Es la paradoja que mencionaba antes: sin fuego no hay vida.