CRÍTICA

'Un tal González', de Sergio del Molino: contar bien las cosas

‘Un tal González’ es una novela fiel a los grandes hechos de la carrera del protagonista sustentada en un riguroso trabajo de investigación y en grandes dosis de recreación

Felipe González, con Adolfo Suárez en los pasillos del Congreso en octubre de 1978

Felipe González, con Adolfo Suárez en los pasillos del Congreso en octubre de 1978 / EPE

Malcolm Otero Barral

Malcolm Otero Barral

Hay libros que reconcilian al lector con la esencia misma de la literatura: contar bien las cosas, y Un tal González se ubica, sin duda, en este tipo de textos. Embarcarse en un proyecto biográfico de alguien de quien ya creíamos saber todo, o por lo menos lo más sustancial, era una empresa de riesgo. Y Sergio del Molino sale más que airoso. Ya en la introducción, el autor quiere evitar confusiones taxonómicas y nos avisa de lo que no es este libro: Un tal González no es una biografía, no es un ensayo político y tampoco es una crónica periodística. No obstante, es todo lo anterior pero contenido en una novela.

A estas alturas, y afortunadamente, las fronteras de la novela se han diluido lo bastante como para que las etiquetas literarias hayan perdido relevancia. Sea como fuere, Un tal González es una indagación narrativa de la vida y el carácter de Felipe González, un texto que es fiel a los grandes acontecimientos de la trayectoria política de su protagonista y en el que hay un meticuloso trabajo de investigación, pero también grandes dosis de recreación -muy verosímil- y una presencia, intermitente y equilibrada, del autor mismo en el relato.

La narración comienza con el ímpetu de unos jóvenes que quieren reflotar un Partido Socialista que, dirigido desde Francia por Rodolfo Llopis, se ahoga en su propia retórica nostálgica y no tiene conexión con la realidad española del tardofranquismo. Desde ahí, y a través de los diferentes hitos de los 30 años de historia política de Felipe González, del PSOE y del país, Del Molino va tejiendo el retrato de alguien con un extraordinaria exposición pública pero muy reservado, esquivo y, en el fondo, desconocido para los españoles.

Disección de las amistades

Uno de los aciertos del autor es diseccionar la evolución de las amistades de Felipe, marcadas por la política y el ejercicio del poder (casi todos sus amigos eran compañeros, con excepciones como la del fotógrafo Pablo Juliá). Un caso paradigmático es el de Alfonso Guerra. Una relación de complicidad, de amistad y hasta de celos (el autor sugiere que Guerra sufrió celos por la cercanía de Felipe con Miguel Boyer) que acaba con una melancólica nota en la que el presidente invita a Guerra a dimitir, a raíz del escándalo de tráfico de influencias de su hermano Juan, pero en la que incluye la frase: «Creo que me interesa más la amistad que todo lo demás».

Otro caso es el de Nicolás Redondo, que rechaza ser secretario general del PSOE en el congreso de Suresnes en el que es investido Felipe y que es un apoyo férreo hasta la llegada al poder del PSOE en 1982. Del Molino deja entrever que una de las razones de sus divergencias, y tangencialmente de la huelga general, fue la actitud desdeñosa de González que no contestaba a sus llamadas. A pesar de la bodeguilla, de las partidas con José Luis Coll y de la ajetreada vida presidencial, el Felipe González de Del Molino transmite la idea de estar muy solo e incluso, en sus últimos años, cansado, decaído y refugiado en sus bonsáis.

"Sergio del Molino no esquiva los momentos oscuros, las traiciones y los errores que se produjeron a lo largo de 30 años de actividad política"

Si bien el libro no disimula su defensa de la Transición española (y eso es, por cierto, otro punto en común con el libro Anatomía de un instante de Javier Cercas, con el que guarda el paralelismo de elevar hechos presuntamente conocidos a base de talento literario), lo más jugoso del libro está en el Felipe presidente. El autor rescata una frase, que parece sacada de un bolero, que le dice Omar Torrijos, dictador de Panamá, a Felipe: «Ni te aflijas ni te aflojes». Y Felipe (al menos el Felipe de Del Molino) la adopta como un mantra, como una guía de acción que rige cada momento decisivo.

Esa misma frase se la transmite a sus ministros, como a Narcís Serra que tiene uno de los momentos hilarantes de la novela cuando tiene que decirle a Álvaro Lacalle, presidente de la Junta de Jefes del Estado Mayor, que no pronunciará discurso alguno en la Pascua Militar, pero su timidez le hace balbucear y repetir hasta tres veces un galimatías incomprensible hasta que consigue dar las malas noticias.

No se deja el autor ningún episodio relevante del Gobierno en este periodo y aparecen ETA, la negociación con François Mitterrand, el GAL y, por supuesto, el referéndum de la OTAN, en el que el partido del Gobierno pidió el sí, contradiciendo sus promesas electorales y que supuso una fuerte crisis interna. Los más desmemoriados recordábamos la polarización del momento pero no detalles curiosos como que hubo dos manifiestos opuestos firmados por intelectuales, y que uno estaba firmado por Carmen Martín Gaite (a favor del no) y otro por Rafael Sánchez Ferlosio, su exmarido (a favor del sí). Ganó la permanencia en la Alianza Atlántica por dos millones de votos.

Difícil relación con la prensa

Ocupa también, merecidamente, muchas páginas la compleja relación del Gobierno de Felipe con la prensa. Aquí se observa cierta debilidad del presidente, al que le afectaban demasiado las notas negativas pero sobre todo se desgranan los casos de censura. Tanto en intentos de cambiar titulares o acallar noticias por parte del Gobierno como casos de censura en la televisión pública presidida por José María Calviño, por ejemplo, en La clave o en la no emisión de un concierto de Javier Krahe y Joaquín Sabina en el que el primero cantó una canción satírica, Ciervo ingenuo, en la que se criticaba el servilismo español ante Estados Unidos por la permanencia en la OTAN.

Y es que Sergio del Molino no esquiva los momentos oscuros, las traiciones y los errores que se produjeron a lo largo de 30 años de actividad política y, aunque hay una suerte de agradecimiento final por los servicios prestados, consigue mantener una distancia prudente para no acabar engullido por la fascinación y el magnetismo del personaje. En definitiva, Un tal González es una novela magnífica, escrita con fluidez en la que todo funciona, con una prosa precisa sin innecesarios redobles de tambor, que se lee con fruición y que te deja con la reconfortante convicción de que el talento puede convertir en buena literatura cualquier historia, por prosaica que parezca.

'Un tal González'

Sergio del Molino

Alfaguara

376 páginas

20,80 euros