PERFIL

La importancia de una editora

Belén Bermejo fue para sus autores mucho más

La editora Belén Bermejo

La editora Belén Bermejo / A. MÁRQUEZ

Miguel Munárriz

A José C. Vales.

Los que tuvimos la suerte de conocer a Belén Bermejo no vamos a olvidar su personalidad arrolladora ni su eterna sonrisa. Belén tuvo siempre una capacidad inmensa para fomentar el debate sobre los temas que ella consideraba importantes, como el sector editorial y cultural, que defendía en su cuenta de Twitter: «compra en librerías»; el feminismo, rechazando entre literatura de hombres y de mujeres: "Hay buena literatura y mala literatura", o la Sanidad y la Educación: "Quizá los españoles deban aprender que a los sanitarios y a los educadores hay que defenderlos cuando no parecen imprescindibles".

Belén Bermejo se licenció en Filología hispánica y fue editora de ficción y poesía en Espasa, un trabajo que mezcló con su vida personal siendo para sus autores mucho más: les proponía nuevos libros o aceptaba nuevas vías con alegría desbordante; los entusiasmaba con proyectos, corregía con denuedo; defendía y cuidaba como manda la tradición de los grandes editores internacionales porque ella era el verdadero motor de cuanto ponía en marcha. Fue editora de Toda la poesía, de Luis Eduardo Aute, de quien se sabía al dedillo todas sus canciones y las cantaba con una gracia que nos hacía llorar de risa y emoción.

Amante de la vida como nadie, disfrutona en la mesa y en los viajes, cariñosa con sus amigos, mordaz cuando alguien no era de su agrado, literario o ideológico, escribió un tuit en ese estilo tan suyo de dejar bien claro de dónde venía y qué valores defendía: "Mi abuela vino a los 14 años de un pueblo de Burgos, para servir en familias de ricachones. Mi abuelo, de Zaragoza, era pintor (de brocha fina y gorda) y trabajó en el metro, donde lo echaron por rojo en la guerra. Pintó la casa de Fraga, se ponía malo cada vez que iba".

Mirada


En el libro Microgeografías de Madrid (Plan B) recogió las fotografías que constantemente iba haciendo con su móvil. Una mirada que conseguía ver lo que a los demás nos pasaba desapercibido, un paisaje personal de su Madrid que engrandecía lo pequeño: buzones, puertas, ventanas, adoquines… Belén escribió los textos de ese libro, cuyos beneficios destinó al servicio de Oncología del hospital de La Princesa, que fue un tiempo, "casi mi casa".

Belén Bermejo quiso que conociéramos sus preferencias, por ejemplo, las flores o los museos, como el Prado, Chillida-Leku, el museo de la Acrópolis…, y sus músicos: The Beatles, Bob Dylan, Nacho Vegas, León Benavente… 

"Cuando pase la pandemia, antes o después, acabará pasando", -escribió-, "y veamos a qué se da importancia en los presupuestos generales del Estado, sabremos si algo ha cambiado o no". Todo puede haber cambiado para mal, pero dos años después de no tenerla entre nosotros, justo desde el pasado 27 de junio, para los que hemos querido a Belén Bermejo todo sigue igual, exacta-mente igual en nuestro amor por ella.