FENÓMENO

¿Cómo se ha convertido 'La casa de papel' en la tercera serie más vista de Netflix en todo el mundo?

La ficción española más internacional se despide con los cinco últimos episodios de la quinta temporada

La careta de Dalí de 'La casa de papel'.

La careta de Dalí de 'La casa de papel'.

Inés Álvarez / Marisa de Dios

No hace falta ser un experto en series de televisión para saber que La casa de papel es un fenómeno a nivel mundial. Bastaba moverse por el mundo, ya fuera por Filipinas o por Chipre, para encontrarse la emblemática máscara de Dalí y la típica camiseta como un suvenir más. O que al turista hispánico, en lugar de preguntarle por Messi o Cristiano Ronaldo (cuando aún eran un bien patrio), le hablaran de la ficción de los carismáticos atracadores. Hasta el punto de que más de uno confesara que ese español que chapurreaba lo había aprendido siguiendo sus andanzas.

No hace falta ser un experto, no; pero los entendidos corroboran el éxito. E incluso lo hacen los datos, escasos, de los que se dispone, dado el hermetismo que tiene Netflix a la hora de revelar los números de sus producciones. En el ranking de las series más populares por horas vistas en sus primeros 28 días en la plataforma, La casa de papel aparece (en concreto, su cuarta temporada) nada menos que en el número tres, solo superada por El juego del calamar y Los Bridgerton, por encima de títulos tan emblemáticos como Stranger Things. Además, otras dos entregas de la ficción española (la temporada 3 y la primera parte de la quinta temporada) también figuran en el puesto 12º y 14º, respectivamente, de la misma lista.

Según Parrot Analytics, el lanzamiento del principio del fin, el pasado 3 de septiembre, se convirtió en lo más demandado en el mundo... y eso que la audiencia ya sabía que el destino de El Profesor, Tokio y compañía no quedaría sentenciado hasta este 3 de diciembre, cuando se estrenan los últimos cinco episodios que pondrán punto final al espectacular atraco en el Banco de España en el que anda ahora metida la banda.

Pero ¿qué es lo que ha enganchado a millones de fans a lo largo y ancho del planeta a una serie protagonizada, a priori, por los malos de la función, por los amigos de lo ajeno? ¿Qué han visto en esta ficción made in Spain que ha conectado con un público tan heterogéneo? Aquí analizamos cinco puntos que hicieron despegar el fenómeno a escala global.

Los creadores y directores, una apuesta segura

Puede que antes de La casa de papel el nombre de Álex Pina, su creador, no les sonara demasiado. Pero seguro que sí que habían visto muchas de las series que había desarrollado, teniendo en cuenta que estuvieron abonadas a los primeros puestos de los rankings de audiencia españoles: Los hombres de Paco, El barco, Vis a vis, Los Serrano, Periodistas… Así que para Antena 3, confiar en el nuevo proyecto de un creador pegado al éxito era prácticamente una apuesta segura, y más teniendo en cuenta que la serie abordaría por primera vez en una ficción televisiva española un atraco, un género que había funcionado muy bien en el cine. Pina se rodeó de su equipo habitual, con Jesús Colmenar como director; Migue Amoedo como director de fotografía, y Esther Martínez Lobato, su mujer, como productora ejecutiva y guionista. Otra banda con talento.

Netflix, un mercado de 191 países

La casa de papel se estrenó en mayo de 2017 en Antena 3. Aunque la audiencia fue bien en la primera temporada, fue bajando en la segunda, con lo que la cadena decidió darle carpetazo. Los actores y creadores pensaron que su historia conjunta se terminaba a partir de ahí. Pero la entrada en escena de Netflix lo cambió todo. La plataforma la añadió a su catálogo a finales de 2017 sin ningún tipo de bombo y platillo, como otra más de las producciones españolas que sumaba a su oferta…

La sorpresa fue que el interés por la banda de los atracadores comandada por El Profesor empezó a dispararse, sobre todo a nivel internacional, ya que se estrenaba en 191 países a la vez. Fue la primera piedra del camino hacia el fenómeno global. En 2018, Netflix ya anunció que la ficción se había convertido en la serie de habla no inglesa más vista de la plataforma en toda su historia, así que su siguiente capítulo estaba cantado: produciría más temporadas. Las caretas de Dalí se popularizaron en las manifestaciones de países de todo el mundo, como una muestra del descontento contra el sistema establecido que tan bien reflejaban en pantalla Tokio, Denver y el resto de su equipo. El fenómeno acababa de comenzar.

La perfecta mezcla entre acción y emoción

La casa de papel es una serie de acción. Es evidente. El ritmo de thriller, que deja casi sin respiración al telespectador, con una técnica narrativa basada en comprimir el tiempo (pasan muchas cosas en pocos minutos) es una de sus grandes bazas. Cuesta recordar una ficción tan trepidante en una televisión generalista (sus dos primeras temporadas las emitió Antena 3) y, como dice Jesús Colmenar, con ella se rompía la tónica de la ficción de prime time de las cadenas españolas al cambiar “la señora de Cuenca” por unos atracadores con nombre de ciudad.

Pero no se queda en eso. La parte emocional --que impregna totalmente esta parte final de la última temporada--, ya sea en forma de flashbacks del pasado de los componentes de la banda o de las relaciones afectivas que establecen entre ellos en esa convivencia 24/7 que son los atracos, tiene una gran importancia, y colocada entre escenas de mucho acción, incluso de gran violencia, sirve para sofocar el fuego de la adrenalina con la humedad de alguna lagrimita. Ese humor propio de la comedia negra, que aparece en las situaciones más inverosímiles, fruto de los imprevisibles (y excelentes) guiones, es otro de los componentes que sirve para rebajar la tensión. 

Un símbolo de la resistencia

robos de guante blanco los malosEl movimiento de la resistencia

Incluso tienen su himno, que se repite a lo largo de las temporadas: la pegadiza Bella Ciao, canción que coreaban los partisanos en su lucha contra contra los fascistas durante la Segunda Guerra Mundial, que ha representado los ideales de libertad en el siglo XX (y que fue el equivalente al Resistiré en el confinamiento en Italia y Alemania). El abuelo de El Profesor (Álvaro Morte) se la enseñó y este se la pasó a sus pupilos. Versionada por artistas como Yves Montand y Manu Chao, la serie tiene la suya propia en las voces de Manu Pilas y Nawja Nimri (la inspectora Sierra). Los manifestantes que aparecen en la serie enarbolando pancartas a favor de los atracadores fuera del edificio donde estos permanecen parapetados de alguna manera nos representan.

Una estética que ya es marca

Los creadores querían dar una identidad visual que diera marca a la serie y el mono rojo (que ha copiado El juego del calamar) y la careta de Dalí (una inédita versión de la revolucionaria de V de Vendetta) que lucen los atracadores (y colocan a los rehenes, para jugar al despiste ante la policía) lo ha logrado. Ese uniforme de trabajo ya forma parte de los carnavales de varios puntos del planeta. Pero esa es solo la parte más visible. Los decorados y atrezo son también impecables. En el plató donde se grabó Vis a vis se recreó la Casa de la Moneda con todo lujo de detalles. Y en la temporada final, cobra especial protagonismo una sala del Banco de España que reproduce fielmente a la original, con sus cuadros de Goya pintados a mano (nada de láminas) y artesonado en lugar de pladur. Un trabajo de 181 días que salta por los aires en la primera explosión. Pero el preciosismo que exige la serie lo justifica todo.

También está muy cuidada la estética en los flashbacks protagonizados por el difunto Berlín (Pedro Alonso) tan manipulador como culto y sibarita, unas deliciosas joyitas que aparecen entre la barbarie y que han propiciado un spin-off (que llegará en 2023, con Berlín como hilo conductor) que sobrevivirá a la serie. Como lo hará la versión coreana, con el actor de El juego del calamar Park Hae-soo, que se estrenará en 2022. El fenómeno es imparable.