HISTORIA DE LA MEDICINA

La curiosa historia del Museo Nacional de Anestesia de Santiago de Compostela

Entre las piezas únicas que alberga la pinacoteca, están las primeras máscaras e inhaladores, botellas manuales de goteo de cloroformo y éter o una de las joyas de la colección: el pulmotor, un aparato resucitador del año 1911

Pulmón de acero

Pulmón de acero / Asociación Gallega de Anestesiolofía, Reanimación y Dolor

Nieves Salinas

Nieves Salinas

Una de las páginas más gloriosas de la medicina española se escribió en Santiago de Compostela. Dentro de su ilustre Facultad de Medicina permanece, desde el año 2001, la que quizás es una de las pinacotecas más pintorescas y desconocidas nuestro país: el Museo Nacional de Anestesia. Único en su género de España y el segundo más antiguo de Europa, alberga piezas únicas que van desde el primer respirador neonatal que hubo en Galicia, hasta una mascarilla elaborada con vejiga de cerdo o dos inmensos pulmones de acero, estrellas de su colección. "Algunas son piezas exclusivas que sólo están aquí como los primeros sistemas de transfusión sanguínea. Hay auténticas joyas y curiosidades", detallan sus conservadores a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA.

Especialistas de toda España acaban de reunirse en Compostela, por primera vez de forma presencial, en el XXXVI Congreso Nacional de la Sociedad Española de Anestesiología, Reanimación y Terapéutica del Dolor (SEDAR). Un encuentro que les ha valido para exponer que, en España, existe un déficit estructural de anestesiólogos y que, en el Sistema Nacional de Salud, faltan 1.000 nuevos profesionales. O para reivindicar, por ejemplo, su papel durante la pandemia del coronavirus. Gracias a los anestesiólogos, los hospitales de nuestro país pudieron duplicar e incluso, en algunos casos, triplicar el número de camas de UCI durante la primera ola.

Los especialistas son coordinadores de la mayoría de Unidades de Cirugía Mayor Ambulatoria y sacan pecho: con los avances anestésicos y quirúrgicos en su trabajo, actualmente más del 50% de todos los procedimientos se realizan de modo ambulatorio. Los desafíos del soporte respiratorio en pacientes con coronavirus, la anestesia en la epidemia de la obesidad o las implicaciones anestésicas sobre la eutanasia, son otros de los temas que han abordado en estos días.

Sobre todas estas cuestiones conversa con EL PERIÓDICO DE ESPAÑA el presidente del comité organizador, el doctor Servando López, quien comienza diciendo: "Creo que no se ha reconocido lo suficiente nuestro trabajo durante la pandemia. Hemos sufrido mucho desgaste profesional. Estamos un poco cansados y desmotivados. Necesitamos impulsos positivos, y no hablo de económicos, precisamente, porque estuvimos muy comprometidos y ahora seguimos haciéndolo cuando se habla de la seguridad clínica de los pacientes".

Historia de una especialidad

Y desde Santiago, en su año Xacobeo, el médico aborda otra cuestión que les hace especialmente felices: la presentación del libro Museo Nacional de Anestesia, una auténtica obra de arte que, describe, con información detallada, la historia de una pinacoteca muy ligada a la Facultad de Medicina de la ciudad, donde se utilizó el cloroformo por primera vez en España (el 1 diciembre de 1847) y las primeras anestesias con éter sulfúrico. Sus autores: Avelino Franco Grande, Vicente Ginesta Galán, Joaquín Cortés Laíño, Jorge Fernández Rodríguez y Julián Álvarez Escudero. Tres de esos autores, ya muy mayores, viven todavía. "Estamos contentos porque el libro homenajea y hace justicia al interés de conservar estas piezas", señala el médico.

Libro sobre la pinacoteca gallega.

Libro sobre la pinacoteca gallega. / Asociación Gallega de Anestesiología

Así que, como no podía ser de otra manera, en Santiago de Compostela está ese museo que nació en 1981 amparado por la Asociación Gallega de Anestesiología, Reanimación y Dolor para recuperar el valioso material disperso en diversos centros sanitarios de la

comunidad

. Primero, ocupó las dependencias del Colegio Oficial de Médicos hasta 2001, cuando se mudó a la Facultad de Medicina. Un espacio vivo que, presumen sus promotores, mantiene contacto con el resto de los museos del mundo de esta temática, especialmente con el Wood Library Museu, ubicado en el Park Ridge, Ollinosi (

Estados Unidos

) de la Sociedad Americana de Anestesiólogos.

De la chatarrería al museo

La creación de la pinacoteca, se relata en el libro, fue idea del doctor Vicente Ginesta Galán, jefe clínico de anestesia del Hospital General de Galicia quien luchó para hacerlo realidad y se encargó de su organización, dirección y cuidado. Se empezó con el material de anestesia de la antigua Residencia Sanitaria Juan Canalejo, comprado a un chatarrero de A Coruña, y poco a poco se fue incrementando con otros materiales donados procedentes de hospitales, sanatorios y clínicas privadas, junto a otros que se fueron adquiriendo. El doctor Servando López, también el autor del prólogo del libro, que cuenta con una edición en gallego y otra en castellano, explica que todo comenzó porque al doctor Ginesta le gustaba mucho la historia y fue entonces "cuando comenzó a recopilar piezas de toda Galicia".

Algunas de las piezas que alberga la pinacoteca.

Algunas de las piezas que alberga la pinacoteca. / Asociación Gallega de Anestesiología

En el curiosísimo espacio - inscrito en el Registro General de Museos de la comunidad autónoma- se pueden ver las primeras máscaras e inhaladores, botellas manuales de goteo de cloroformo y éter; los primeros pasos de la electrocardiografía; las primeras agujas con las que se hicieron anestesias epidurales o una de las joyas de la colección: el pulmotor, un aparato resucitador del año 1911.

El cloroformo fue sintetizado por el químico monfortino Antonio Casares Rodríguez, primer decano de la Facultad de Farmacia.

En el texto, se recuerda que fue en la Facultad de Medicina de Santiago donde se hicieron las primeras anestesias con éter sulfúrico ya en febrero de 1847 (se había utilizado por primera vez en Madrid el 13 de enero), y allí, por primera vez en España, se usó el cloroformo, el 20 de diciembre de 1847.

El cloroformo fue sintetizado por el químico monfortino Antonio Casares Rodríguez, primer decano de la Facultad de Farmacia y rector de la Universidad, y tres profesores de cirugía: los doctores José González Olivares, Vicente Guarnerio Gómez y Andrés de la Orden, los primeros en utilizarlo y también los primeros en llamar la atención sobre sus efectos secundarios. Casares lo probó, primero, en un perro y luego, en sí mismo. A raíz de sus experimentos en las operaciones quirúrgicas. "Era un químico impresionante", resume el anestesiólogo Servando López.

Facultad de Medicina de Santiago de Compostela.

Facultad de Medicina de Santiago de Compostela. / Asociación Gallega de Anestesiología

Dos pulmones de acero

Pero, también, figuran la primera incubadora y el primer respirador neonatal que hubo en Galicia o la mascarilla Ombredanne, bautizada así en honor al cirujano francés del mismo apellido que, en 1908, introdujo un inhalador éter-aire que se utilizaba para vaporizar éter y disponía de una bolsa reservorio, normalmente procedente de vejiga urinaria de cerdo. Respiradores como el Manley o el Narko -apenas se conservan tres unidades en el mundo, precisa el médico- o una colección de mini respiradores y equipos portátiles en perfecto estado de conservación son otras particulares piezas de la colección. "Algunas son exclusivas y sólo están aquí. Están, por ejemplo, los primeros sistemas de transfusión sanguínea. Hay auténticas joyas y curiosidades", detalla el médico.

Sin embargo, lo que más suele llamar la atención del visitante son los pulmones de acero. Dos inmensos aparatos llegados desde A Coruña y Santiago de Compostela que, subrayan los conservadores del museo, dan buena idea de cómo cambió la tecnología en poco tiempo. El pulmón de acero, denominado también respirador artificial, estaba formado por una gran cámara metálica cilíndrica esmaltada de color blanco. Una estructura que cerraba herméticamente el cuerpo de la persona tratada excepto su cabeza.

Imagen tomada del libro sobre el museo.

Imagen tomada del libro sobre el museo. / Asociación Gallega de Anestesiología

La cámara que guardaba el cuerpo alternaba las presiones positivas y negativas para ocasionar que el tórax hiciera un movimiento de inspiración y expiración como el de la respiración natural. Se utilizó en el siglo XX para el tratamiento de enfermedades relacionadas con algún tipo de parálisis respiratoria.

Los fondos del peculiar museo gallego también contienen libros -alrededor de 300 volúmenes-, la mayoría de ellos ediciones originales.

El doctor Servando López explica a este diario que los fondos del peculiar museo gallego también contienen libros -alrededor de 300 volúmenes, la mayoría de ellos ediciones originales-, tesis de doctorado y manuales de anestesia, principalmente del año 1847, y rarezas bibliográficas. La totalidad del material está catalogado y referenciado en el libro, cuya edición en gallego ha sido posible con el apadrinamiento de la Secretaría Xeral de Política Lingüística de la

Xunta

.

La ilusión que ahora tienen los promotores de este peculiar espacio es que, en el futuro cercano, el Museo Nacional de Anestesia, se ubique en un espacio más amplio. "Ahora tenemos alquilado un guardamuebles porque hay piezas que no cogen ahí", precisa el doctor López. Y también, que las instalaciones cuenten con un horario no restringido a la apertura de la Facultad donde ahora se esconde para que pueda ser visitado por los muchos turistas y peregrinos que visitan la ciudad.