MADRID

La particularidad que hace único el reloj de la Puerta del Sol de Madrid, el reloj que nunca falla

Inaugurado en 1866 por Isabel II, tres relojeros de renombre vigilan que funcione con la mayor precisión posible revisándolo todas las semanas: "Puede durar otros 100 años más"

El relojero Jesús López-Terradas revisando el reloj de la Puerta del Sol de Madrid días antes de las campanadas.

El relojero Jesús López-Terradas revisando el reloj de la Puerta del Sol de Madrid días antes de las campanadas. / ALBA VIGARAY

Roberto Bécares

Roberto Bécares

Al llegar Nochevieja, nadie se acuerda del bolero de Roberto Cantoral que le pedía al reloj que no marcara las horas, porque es justo lo contrario. Toda España está en vilo, pendiente de que se marque bien cada segundo porque nadie se quiere perder un cuarto, ni una campanada, que doce uvas son muchas uvas. Controlando que el reloj de la Puerta del Sol vaya con precisión suiza, que no haya ninguna incidencia en el momento más importante del año, están tres relojeros de solera, Jesús López-Terradas y Santiago y Pedro Ortiz Rey, de la relojería Losada.

"Es una gran responsabilidad, imagínate, hay millones de personas pendientes del televisor", admite Jesús, en una visita de EL PERIÓDICO DE ESPAÑA al reloj pocos días antes de las campanadas. Estos días se aumentan las revisiones, que durante el año se hacen cada semana. Dice Jesús que el reloj de la Puerta del Sol, inaugurado por la Reina Isabel II el 19 de noviembre de 1866, con motivo de su cumpleaños, es una máquina "muy bien fabricada y con muy buenos materiales". 

Detalles del mecanismo del reloj de la Puerta del Sol de Madrid, inaugurado en 1866.

Detalles del mecanismo del reloj de la Puerta del Sol de Madrid, inaugurado en 1866. / ALBA VIGARAY

Eso permite que las variaciones semanales sean de como mucho siete segundos, lo que es casi nada, sobre todo teniendo en cuenta que tiene cuatro esferas con minuteros en el exterior de la torre -las que usted puede ver desde la calle- "que no están protegidas de las tormentas y el aire". "Todo eso lo anulamos con los contrapesos de los minuteros", explica Jesús, que junto a sus compañeros tiene un reloj digital ultramoderno con el que comprueba que la máquina vaya puntual (está sincronizada con el Observatorio astronómico). 

Escalera de caracol

Para llegar a la torre del reloj de la Real Casa de Correos, sede del Gobierno regional de Madrid, en el llamado kilómetro cero, hay que subir una antigua y estrecha escalera de caracol de hierro que a uno le retrotrae a otra época. Y es que el reloj ha sido testigo de buena parte de la historia de España, como la proclamación de la República o la Guerra Civil, en uno de cuyos bombardeos un obús llegó a entrar al edificio por la esfera que da a la calle Carretas, aunque no llegó a estallar y permitió que el reloj siguiera funcionando. 

Vista de la péndola del reloj de la Puerta del Sol de Madrid.

Vista de la péndola del reloj de la Puerta del Sol de Madrid. / ALBA VIGARAY

Obra de José Rodríguez Losada, un prestigioso relojero leonés afincado en Londres, en Regent Street, lo donó a la ciudad para sustituir al anterior, en funcionamiento desde el siglo XVIII, tras el derribo de la iglesia del Buen Suceso de Madrid -situada en la misma plaza- y que tenía mala fama entre los madrileños por sus continuos desajustes. Si aquel era famoso por su falta de precisión, este lo es por lo contrario. "Nunca ha habido una incidencia grave, los relojes son unos chivatos. Si la hubiera habido todo el mundo lo habría sabido", confiesa socarrón Jesús en la sala de máquinas de la torre más observada a final de año, un habitáculo de apenas 15 metros cuadrados donde uno tiene que andar con mucho tiento para no tocar ninguna manivela ni ningún contrapeso.

Segundero

Para controlar las pesas, que van paulatinamente bajando, uno de los tres relojeros viene cada semana "y, ya que estamos, limpiamos el reloj, la grasa; es la única manera de que todo vaya bien, pero estamos aquí tan a gusto". Tiene esta máquina perfecta construida con acero y latón de relojero con alto porcentaje de zinc una particularidad que no suelen tener los relojes de torre, y es un segundero. Una placa circular de apenas 30 centímetros de diámetro que permite a los expertos darle esa precisión matemática. Es una especie de brújula. "Si el reloj se mantiene como hasta ahora, puede tener otros cien años de vida; la máquina manteniéndola bien no tiene problema", asegura Jesús, que junto a sus compañeros lleva desde 1997 gestionando el reloj, 100% artesano, dos años después de que fuera restaurado. 

Desde entonces, cada día 30 de diciembre y cada Nochevieja, los tres acuden a vigilar la máquina cuando se acerca a las 12 campanadas, controlando, entre otras muchas cosas, que la pesa del lado derecho de la maquinaria dé fuerza al sistema de cuartos -se llama venterol y tiene forma de aspas- y al de las horas. "No nos da tiempo a comer las uvas, claro. Cuando quedan 28 segundos dejamos caer la bola, a los menos 20 segundos suenan los cuartos, y a las 12 la primera campanada; aquí vamos al segundo", revela con cierta emoción.    

El interior del reloj de la Puerta del Sol de Madrid.

El interior del reloj de la Puerta del Sol de Madrid. / ALBA VIGARAY

El reloj, que tiene una réplica en la Catedral de Málaga construida por el mismo Rodríguez Losada -de quien dice la leyenda que hizo los últimos arreglos del reloj del Big Ben londinense tras la muerte de su creador años antes de su inauguración-, tiene una virtud que lo hace más fácil de arreglar si hubiera un fallo del mecanismo. Si normalmente los relojes de torre están construidos con dos pletinas grandes, este tiene dos vigas paralelas que permiten que si se estropea una rueda se pueda cambiar fácilmente y "no haya que desarmarlo entero". 

Material

"El material que usaron es muy bueno y apenas tiene desgastes", tranquiliza el relojero, que asegura que no hay ninguna parte del reloj más importante que otra. "Tiene que estar bien todo porque si no no daría bien las horas", aprecia Jesús mientras observa hacia abajo, hacia la alargada péndola, la varilla que cuelga del reloj cuyas oscilaciones regulan el movimiento, haciendo que el reloj marche correctamente, y que también es sometida a un exhaustivo control. "Su longitud se hace en base a un cálculo matemático sobre 12", revela el relojero, que todos los años sigue la misma tradición. Cena pronto, "sobre las 9-9.30" y se viene con sus compañeros a facilitar que toda España pueda comerse con puntualidad británica las uvas. Quien pueda, claro. 

Maquinaria del reloj de la Puerta del Sol de Madrid, construido por el relojero José Rodríguez Losada.

Maquinaria del reloj de la Puerta del Sol de Madrid, construido por el relojero José Rodríguez Losada. / ALBA VIGARAY