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Del felipismo al sanchismo: dos presidentes en el ojo del huracán

En los inicios de la campaña, la figura de Sánchez centra los ataques del PP mientras el PSOE se lanza a reivindicarlo

El personalismo que envuelve las elecciones evoca al que se vivió en torno a González en los años 90

Felipe González y Pedro Sánchez.

Felipe González y Pedro Sánchez.

Daniel G. Sastre

En 1993, cuando empezaban a arreciar las críticas al "felipismo" de lo que se llamó la 'Brunete mediática', Felipe González ganó por poco las elecciones tras un segundo debate televisivo en el que remontó el revolcón que José María Aznar le había propinado en el primero. Prepararse a fondo ese segundo cara a cara fue una concesión a la modernidad, obligada por la necesidad, de alguien que, hasta entonces, había hecho campañas más bien clásicas. Treinta años después, Pedro Sánchez, al que ya atacan sus rivales como epicentro del "sanchismo", no solo va a programas que le son amables y que no le son nada amables –ahí están sus actuaciones en 'El Hormiguero' o la entrevista que le hizo Ana Rosa Quintana-, sino que también se prodiga en los espacios seguidos por los más jóvenes. "Deseando ir. Decidme cuándo y dónde. Allí estaré. ¡Gracias por la invitación!", respondió a los responsables de 'La pija y la quinqui', uno de los pódcasts de mayor éxito entre adolescentes y posadolescentes, cuando sus responsables lo retaron a participar, un poco en broma.

En su afán por recolectar hasta el último voto, el presidente está dejando claro que su estilo político no puede estar más apartado del del primer jefe de Gobierno socialista tras la dictadura. Y, sin embargo, ambos están unidos tanto por el desprecio visceral que suscitan en sus adversarios –que la derecha utiliza para movilizar a sus electores- como, cada vez más, por haber erigido dos obras de gobierno controvertidas, hasta el punto de que 'sanchismo' es el concepto estrella de los primeros días de campaña. Cayetana Álvarez de Toledo, la exportavoz parlamentaria del Partido Popular, afirmó por ejemplo que el sanchismo "pasa por sustituir el orden constitucional por un caos en el que Pedro Sánchez mande por descarte. Sánchez no preside un gobierno sino un proceso de ruptura".

Hay pocas dudas de que González y Sánchez encarnan estilos muy distintos, incluso opuestos. No es ningún secreto que González está alejado de los postulados del actual líder del PSOE, que, ya sea por convicción u obligado por la aritmética, empezó la legislatura pactando un Gobierno de coalición con Podemos y la continuó, indultos a los líderes del ‘procés’ mediante, acordando casi todas sus decisiones importantes con los independentistas catalanes y con Bildu. Esas son al menos las cosas en las que el PP pone el foco, porque en el último mandato de Sánchez también han acaecido una pandemia universal y una guerra en Europa que ha disparado la inflación, y pese a todo la economía, al menos en los grandes números, no se ha venido abajo.

Que gobierne el partido más votado

"Cuando salgo de Catalunya veo que a muchos españoles les han molestado los indultos, pero mucho más los pactos con Bildu", resume un veterano dirigente nacionalista catalán. Tampoco a González parece haberle gustado nada de eso: solo ha roto su silencio de las últimas semanas en 'Nueva revista', con la publicación de un artículo en el que defiende que, para evitar repeticiones electorales, el partido más votado debería gobernar siempre que no haya una alternativa. Según todas las encuestas, incluso la del CIS de José Félix Tezanos, el partido más votado va a ser el PP.

Pero, al margen de que parezca que González no va a arrimar el hombro en esta campaña -todo lo contrario que el otro presidente socialista, José Luis Rodríguez Zapatero, que se ha convertido en el principal valedor de Sánchez-, el PP está utilizando una táctica de acoso y derribo parecida a la que empleó en los 90. "Saben que Sánchez moviliza a sus votantes", dice Oriol Bartomeus, profesor de Ciencia Política de la UAB, en relación a los dirigentes populares. "El sanchismo es una invención del PP para transmitir que Sánchez y sus gobiernos son una derivada radical, cesarista y autoritaria del socialismo bien entendido. Eso también lo hicieron con Felipe, y lo hacen porque así evitan hablar de otras cosas que no les interesan. En vez de plantear una confrontación ideológica, entre la visión socialdemócrata y la conservadora o liberal, presentan la batalla en unos términos que les benefician: estas eleciones van de restaurar la democracia, porque el sanchismo es la dictadura. En Madrid les funcionó de maravilla", sostiene.

En el PP admiten que la estrategia se parece a la de hace 30 años, pero creen que esta vez saldrá bien a la primera. A pocas horas de que diera inicio la campaña, en la sala de máquinas del partido aseguraban que el sanchismo "no tiene nada que ver con el felipismo". "El felipismo acabó teniendo una connotación positiva, y la connotación del sanchismo es sin duda negativa", sostienen fuentes del partido. "No es cuestión de que movilice o no a votantes: el descontento se palpa en la calle. Y además el concepto sanchismo es corto, fácil de entender. Sales a la calle y dices ‘sanchismo’ y todo el mundo sabe de lo que hablas", añaden las mismas fuentes. Seguramente, una virtud política del lema 'Derogar el sanchismo' que puso en circulación Alberto Núñez Feijóo es que cada ciudadano descontento con Sánchez interpreta esa frase de una manera distinta, y todas esas interpretaciones caben dentro del eslogan.

Cambio generacional

¿Cuánto se parecen aquellas campañas de los 90 y la actual? "Para el PP no ha cambiado nada, la cuestión es echar a los socialistas. Pero la sociedad sí ha cambiado: seguramente un liderazgo como el de González hoy no sería aceptado. Las nuevas generaciones no son como sus padres, y también hay una cuestión de aceleración: la sociedad es mucho más impaciente. Aunque no lo parezca, Sánchez lleva solo cinco años en el poder, y González ya llevaba más de una década", recuerda Bartomeus.

Anna Balletbò, que fue diputada socialista en el Congreso entre 1979 y 2000 y que ahora preside la Fundación Olof Palme, cree que, pese a todo, las campañas de antes eran más respetuosas. "Pese a la dureza política, no se faltaba a la persona. ¿Por qué lo hace Feijóo? Ni idea, a mí me parece poco político. Para que la política sea algo decente, hay que tratar al rival como un adversario, no como a un enemigo. Al adversario se le quiere ganar; al enemigo se le quiere liquidar", dice.

Tampoco es igual la manera en la que los interpelados reaccionan a este tipo de campañas. González las desdeñaba; Sánchez ha decidido coger el toro por los cuernos, y en su entrevista en 'El Hormiguero', de la que incluso sus críticos consideraron que salió reforzado, hizo una alusión explícita al sanchismo. "El sanchismo es una combinación de tres cosas: de mentiras, de maldades y de manipulaciones", dijo el presidente para burlarse de las críticas exageradas que le lanzan desde la derecha. "Estoy de acuerdo con él", dijo irónico Feijóo cuando fue al programa al día siguiente.

Una estrategia peligrosa

Para Bartomeus, ese intento de Sánchez de darle la vuelta al concepto de sanchismo "es peligroso, porque la gente de izquierda no acostumbra a votar en clave tan personal como la de derecha". "El PP ha creado un monstruo que tiene la culpa de todo, pero la izquierda no saldrá a votar como un solo hombre por una persona, sino por una idea o por unas políticas", augura.

En 1993, Federico Jiménez Losantos, uno de los principales exponentes de la 'Brunete mediática', publicó su libro 'Crónicas del felipismo', que quería ser el epílogo de una época. Pero González ganó, y gobernó tres años más. Está por ver si al sanchismo también le queda vida por delante. 

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