RESPÓNDAME | Pascual Ortuño

"La derecha lleva 30 años aferrada al poder judicial y la izquierda debería regenerar el sistema"

Dirigió la Escuela Judicial Española, fue 31 años juez (los más, en la Audiencia de Barcelona); antes, abogado del grupo de los laboralistas, años de Transición, y guitarra y voces en Vino Tinto (…si el vino viene… habla pueblo habla…); pasando por Derecho de Familia, 25 años enseñando Resolución Alternativa de Conflictos en la Universitat Pompeu Fabra, vicepresidente para Europa y presidente en España del Grupo Europeo de Magistrados por la Mediación. Pascual Ortuño (Yecla, 1951). Y todo, para terminar siendo novelista apenas transcurrido un año de su jubilación. Ha empezado por el principio a deshilvanar la vida en formato novela: Aquellos días del Sáhara, 1973-75, últimos de la soldadesca española en la sórdida, tenebrosa provincia africana (Ediciones del Azar)

Pascual Ortuño, ex juez de familia.

Pascual Ortuño, ex juez de familia. / ALVARO MONGE

Elena Pita

-Al Sáhara le llevaría su mala cabeza, supongo.

-Suspendí dos veces el test que te hacían para entrar en milicias. Si tenías expediente (policial) abierto no lo pasabas. El Régimen se cuidaba mucho de tener una buena guarnición africana: el africanismo militar era toda una escuela, la más dura.

-¿En qué difiere la posición franquista de 1975 frente al Sáhara, de la decisión sanchista de 2022?

-En nada difiere. Se repiten idénticos intereses geopolíticos; es decir, pesca, recursos energéticos, materias primas. En su último consejo de ministros, Franco se negó a entregar el Sáhara: aunque costara una guerra de 20 años no lo cedería a Marruecos. Fue la nomenclatura, con Arias Navarro en cabeza, quien firmó el acuerdo, presionados por Kissinger frente a Rusia y China.

-¿No le provoca risa que la derecha ahora se alinee con el pueblo saharaui, hablando de realpolitik cuando quieren decir conveniencia?

-Se tiende a buscar en los discursos las palabras más benévolas. Se habla de formar a los jóvenes en un conjunto de valores axiológicos para construir una nueva sociedad y en el fondo se está imponiendo una forma de actuar contraria a la dignidad, la igualdad, la solidaridad, la ética. ¿Cuántos países firmarían hoy la Declaración de Derechos Humanos del 48, plena posguerra mundial?

-Militaba en el PC y tocaba en una banda folk, y ¿le mandaron con la música a otra parte?

-Entonces aún no había carnés, pero el PC estaba muy presente en todas las organizaciones sociales, el eurocomunismo encauzó muy bien el espíritu de transformación y la lucha social contra la dictadura. Sí, fue un castigo: militaba y estaba en el teatro universitario y de ahí nació el grupo Vino tinto. La víspera de ingresar a filas, tocamos en el Teatro Arriaga de Bilbao. Ni lo sospechaba, todo lo relativo al Sáhara era secreto oficial.

Pascual Ortuño, ex juez de familia.

Pascual Ortuño, ex juez de familia. / ALVARO MONGE

-¿Tuvo miedo?

-Sí, había miedo, a las guerrillas marroquíes y las tribus del norte. Al secretismo. Muchos hijos no volvían de África.

-Señoría, ¿de qué madera ha de estar uno hecho para albergar vocación de juez?

-Si pudiera haber establecido un test de acceso, nunca habría admitido en la Escuela Judicial a nadie que dijera tener vocación de juez: resulta sospechoso. Se puede elegir por tradición, por estatus y otros motivos, pero aquellos que quieren “hacer justicia”… Demasiado delicado el asunto. El primer día de escuela me gustaba citar un verso de Espronceda a los alumnos: ¿Quién al hombre del hombre hizo juez?

-¿Por qué quiso usted ser juez?

-Por desencanto de la abogacía laboralista, la burocratización de los sindicatos… Me pasé al Derecho de Familia, y entré en la judicatura vía lo que se llamó el cuarto turno, que siempre fue mal visto por la clase política judicial pata negra.

-¿A cuántos jueces humildes conoce, señor magistrado?

-Afortunadamente, a muchos. Existe un sesgo, contra el que luchamos, que viene dado por una oposición que implica una base económica fuerte, donde prima el inmovilismo, la memorística sobre la experiencia… Factores que es asombroso que subsistan y nadie se atreva a cambiar.

-Usted lo intentó, ¿por eso le cesaron como director de la Escuela Judicial?

-No me cesaron, dimití: fui elegido por unanimidad, la misma unanimidad que se opuso a mis iniciativas de cambio. Introduje una estancia de una semana en Servicios Sociales de pequeños municipios de Barcelona (inmigración, malos tratos, comisarías nocturnas); a los alumnos les gustaba, pero desató el miedo al cambio de esa clase a la que me refiero: alegaron que eso no era Derecho, y llegaron a decir que enviaba a los alumnos a repartir preservativos a las prostitutas.

-¿Qué sabe de la vida un juez recién togado?

-Cuando los estudiantes deciden que quieren ser jueces, renuncian a todo tipo de experiencia vital que los preparadores consideren perjudicial para el examen; son los que menos Erasmus hacen, llegan incluso a no manejar un ordenador, porque puede distraerles.

-¿Es legal la nueva puerta giratoria de la fiscal Delgado?

-Probablemente, sea legal, pero es éticamente reprobable. Es urgente aplicar medidas de regeneración en un sistema ideado por la derecha que lleva 30 años aferrada al poder judicial y que la izquierda debería cambiar.

-¿Cómo es esa Justicia sin jueces que propone en su penúltimo ensayo?

-Tenemos un sistema judicial del siglo XIX cuya filosofía es que la Justicia emana del pueblo y la administra un cuerpo de jueces muy bien formado en Derecho. Pero es algo mucho más amplio. Existe otro tipo de métodos previos a la vía judicial, frecuentes en el mundo anglosajón, que resuelven los conflictos a través del diálogo asistido por mediadores. En busca de la solución, y no de la decisión, en la que uno gana y otro pierde, lo que no resuelve el conflicto, sino que lo agrava. Yo creo en la bondad del ser humano, que casi siempre merece una oportunidad de resolución. Antes de ir al templo de la Justicia, pasa por el templo de la Concordia. Es como si la Medicina solo pudiera recurrir y salvar vidas en quirófano. La actual ministra presentará un proyecto de ley pro Mediación.

-¿Funciona la Mediación en este país cainita?

-Ha habido una gran evolución estos años, se ha ido consolidando a través de la Medicación Comunitaria que se practica en pequeños ayuntamientos. El método surgió ya en Nueva York por las mismas razones económicas y prácticas: si ahorro en Justicia, puedo dedicar más a atención social. Además, no es patrimonio de ningún partido. Nosotros hicimos la primera experiencia piloto en el año 92: parábamos el juicio y pedíamos un intento de diálogo. A veces los propios abogados nos denunciaban, temían perder el control del pleito.

-Sacan ustedes un 3 de 10 en valoración social, ¿esto le resbala a la Justicia?

-Bastante benévola me parece la nota. A los jueces les pido que se sienten “en la silla de pensar” antes de dictar sentencia, y a la Justicia, que se quite la venda y mire en profundidad, empezando por el seguimiento del reo, como hace la Medicina. Ah, pero como la resolución del problema no es su cometido…