Opinión | AL AZAR

Contra Israel, a favor de Trump

Los protectores más acentuados de Gaza se encuentran en Estados Unidos y en la opulencia de Qatar, que acoge a todo tren a la cúpula de Hamás.

Archivo - Banderas israelíes en Jerusalén

Archivo - Banderas israelíes en Jerusalén / Ilia Yefimovich/Dpa - Archivo

Las decisiones políticas arrastran consecuencias inesperadas, con Henry Kissinger como el gran manipulador histórico de los efectos no deseados. Ahora mismo, los alumnos de las mejores y más caras universidades del mundo se manifiestan mediante acampadas contra la matanza de Israel en Gaza. La circunstancia geográfica no es insignificante, porque las concentraciones de protesta tienen lugar a la distancia suficiente para garantizarse la indemnidad física. La circunstancia económica es relevante, porque la ruptura con las instituciones israelíes que promueven los estudiantes supondría el cierre de sus privilegiados centros educativos, que cuentan con los mejores medios y profesores del planeta gracias a las aportaciones de magnates judíos, sionistas o como prefieran los especialistas en la nomenclatura de la zona. La alternativa en el mecenazgo corresponde a los petrodólares del Golfo, un envidiable reducto democrático.

"En Palestina también hay universidades", predican los acampados desde la seguridad bajo vigilancia policial de Los Angeles o Nueva York. Los eruditos establecen comparaciones con las protestas de 1968 contra la guerra de Vietnam, con la diferencia de que los jóvenes americanos de los sesenta eran enviados "a matar niños vietnamitas", en la frase con vitola de eslogan de Joan Baez. Los protectores más acentuados de Gaza se encuentran en Estados Unidos y en la opulencia de Qatar, que acoge a todo tren a la cúpula de Hamás.

Con todo, la consecuencia más imprevista de una concentración con márchamo izquierdista pertenece a la esfera política. La entrada de la policía en los campus es un problema en año electoral para Joe Biden, pero no por la pérdida de los votos de los jóvenes concentrados y de sus simpatizantes, como se creía erróneamente en principio. Las imágenes de desórdenes son la mejor promoción de Donald Trump, porque empujan hacia el candidato Republicano a la asustadiza mayoría silenciosa, invocada originalmente con éxito por Richard Nixon durante la guerra de Vietnam. La historia no se repite pero rima, pace Mark Twain.