Opinión | LIMÓN & VINAGRE

Delcy Rodríguez, hacer la revolución por papá

Durante el resto de su vida Ábalos –por no hablar de Koldo García– no recordará nada de esa noche loca. Su memoria está tan limpia como las cámaras de video manipuladas esa misma noche

Delcy Rodríguez.

Delcy Rodríguez. / EPE

No se dejen engañar por ese aspecto de secundaria en Bety la Fea. Delcy Eloína Rodríguez Gómez es vicepresidenta y ministra de Economía, Finanzas y Comercio Exterior de la República Bolivariana de Venezuela. La mujer con más poder de la dictadura, con la excepción parcial de Cilia Flores, la bienaventurada esposa de Nicolás Maduro, que ha sido fiscal general, diputada y presidenta de la Asamblea Nacional, pero sobre todo confidente y asesorísima del panzudo tirano. Porque Delcy, en realidad, aunque sea una ferviente chavista, le debe su prosperidad política –y solo política– al presidente Maduro. A Chávez quien le caía simpático es su hermano, que llegó a ministro de Información y hoy preside la muy decorativa Asamblea Nacional. Al Comandante Eterno, Delcy le daba un poco de grima: “Una buena militante, una buena revolucionaria, pero muy enredadora”.

Los hermanos Rodríguez son hijos de Jorge Antonio Rodríguez, que encabezó una escisión del Movimiento de Izquiera Revolucionaria (MIR). Mientras el MIR debatía si aceptaba la Constitución y hacía política en las instituciones, Rodríguez seguía creyendo que Cuba era el ejemplo y fundó Liga Socialista. Unos meses después fue detenido, acusado de participar en el secuestro de un empresa norteamericano, y la policía le dio una paliza que se extendió durante tres días. Murió a resultas de complicaciones médicas creadas por las heridas. Los hermanos se juramentaron en vengarle y construir el socialismo o tal vez fue al revés. La revolución como acto de venganza y reparación de papá. Fueron buenos estudiantes con beca: él hizo Medicina y ella Derecho. Delcy cursó brillantemente un posgrado en la Universidad de Londres, habla fluidamente el inglés y chapurrea el francés. Desde primera hora – nimbados por su historia familiar de izquierda mártir -- estuvieron con Chávez. Delcy se estrenó nada menos como directora de la Secretaria de la Presidencia de la República, hasta que Chávez la exilió gloriosamente al Ministerio de Información.

En efecto: ambos hermanos han pasado por la misma cartera ministerial, y también ambos han sido presidentes de la Asamblea Nacional. Son coincidencias familiares y especulares que se suelen dar mucho en las dictaduras bien arrechas y criollas. Cabe recordar que, más divertidamente todavía, tanto Maduro como su esposa presidieron, en diversos momentos, el parlamento venezolano. De hecho algunos observadores sostienen que el poschavismo es una cama con cuatro patas: Maduro y Cilia Flores y los hermanos Rodríguez. La metáfora es admisible si se le añaden dos mesas de noche: Vladimir Padrino y Diosdado Cabello. En la primera se esconden las armas y en la secunda la cocaína.

¿Cómo aterrizó Delcy Rodríguez en el aeropuerto de Barajas en enero de 2020 si legalmente no podía hacerlo? ¿Qué hacía con esas cuarenta pesadísima maletas? ¿Por qué fue José Luis Ábalos – ministro de Transportes y secretario de Organización del PSOE – a recibirla para después negar que la recibiera y luego admitir que habló con ella diez minutos de nada? ¿Quién ordenó borrar las cintas con las grabaciones de las cámaras de video instaladas en las pistas y en los accesos de las salas VIP? ¿Qué pinta en todo esto Rodríguez Zapatero, con habitación siempre puesta en Miraflores y en el Hotel Tamanaco, el más activo legitimador de la mafia que arruina Venezuela? Tal vez Ábalos cuente algo en su comparecencia ante la comisión de investigación abierta en el Senado.

Pero es muy poco probable. No se trata de un asunto interno del PSOE, sino que afecta a una narcodictadura que ha asesinado a cientos de venezolanos – y torturado a miles – en lo que llevamos de siglo. Y Ábalos lo sabe perfectamente. Como Rodríguez Zapatero. Como el mismo Pedro Sánchez. Delci Rodríguez es casi tan intocable en Madrid como en Caracas. Que lleve zapatos de mil euros o le encanten los restaurantes de cinco tenedores o que su hermano tenga a sus tres hijos estudiando en colegios privados europeos son indicios de su perfecta impunidad. Pero no son los más peligrosos. Durante el resto de su vida Ábalos –por no hablar de Koldo García – no recordará nada de esa noche loca. Su memoria está tan limpia como las cámaras de video manipuladas esa misma noche.