Opinión | LIMÓN & VINAGRE

Ernest Urtasun y la brujería 'woke'

El ahora ministro de Cultura siempre se las ha arreglado para sobrevivir a todas las mutaciones partidistas que han constelado la izquierda catalana

El ministro de Cultura, Ernest Urtasun

El ministro de Cultura, Ernest Urtasun / EPE

Es muy difícil encontrar un ejemplo tan quintaesenciado de brillante pijoprogre como Ernest Urtasun, ministro de Cultura del Gobierno español desde el pasado noviembre que –al menos supuestamente – forma parte de la cuota de Sumar en el Ejecutivo de Pedro Sánchez. Sus padres fueron activos militantes del PSUC y uno de sus abuelos brilló como un falangista de origen navarro condecorado por Franco en la guerra civil con la medalla de Sufrimiento por la Patria, más una pensión vitalicia. Son gente así, siempre coordinados con la dinámica histórica y, en especial, con el eje de los de arriba y los de abajo. Ernest se licenció en Ciencias Económicas y después, por supuesto, se hizo un master, en Relaciones Internacionales, pero jamás ha trabajado en una empresa, pública o privada. Tampoco hizo nada parecido a un cursum honorum político, ya se sabe, el joven que comienza de concejal, y luego es director general de algo, y posteriormente vicepreside y preside una diputación provincial y salta entonces a un gobierno. No, no. Eso es una ordinariez.

Urtasun comenzó a militar a principios de siglo en la fuerza sucesora del PSUC y ecológicamente reverdecida que fue Iniciativa por Cataluña-Los Verdes (ICV). Todavía como estudiante universitario coordinó las delegaciones de ICV en los Foros Sociales de Florencia, París y Londres. Después, en 2009, se integró en el Foro Europeo de la Juventud y participó, como presentante, en la Cumbre del Clima de Copenhague.

Opositó y se sacó una plaza en el Cuerpo Diplomático, pero no ha llegado a ganarse un quinquenio en la carrera. Intentó tres veces ser elegido eurodiputado, y solo lo consiguió a la tercera, pero mientras tanto se quedó en Estrasburgo en calidad de asesor de sus compañeros de lista.

A lo largo del último cuarto de siglo Urtasun siempre se las ha arreglado para sobrevivir a todas las mutaciones partidistas que han constelado la izquierda catalana: desde ICV a Cataluña en Cómun y de Catcomú a Esquerra Verda, que a su vez se integró En Común Podem. Si uno sigue declaraciones de Urtasun concluirá simultánea o sucesivamente que es ecologista, pscomunista, socialdemócrata, nacionalista, catalanista, independentista, europeísta. No es extraño que la lideresa de Sumar, la ministra de Trabajo Yolanda Díaz, le propusiera exitosamente como portavoz de Urtasun. E hizo bien porque, incluso cuando no sabe propiamente en nombre de quien está hablando, Urtasun sale vivo siempre, y aun con cierta elegancia, en sus comparecencias públicas.

Cuando después de los larguísimos prolegómenos de la investidura de Pedro Sánchez Urtasun fue designado finalmente ministro de Cultura muchos se preguntaron cuáles serían sus objetivos, porque, francamente, nadie tenía rapajolera ida de la oferta en materia de política cultural de la coalición entre PSOE y Sumar. Pero Urtasun ha demostrado que lo tiene muy claro. Como resultado de las transferencias a las comunidades autónomas, desde hace tiempo el Ministerio de Cultura es competencial y presupuestariamente una entidad semirresidual. Y si es así, ¿por qué no dedicarlo a las estupideces woke y fastidiar de paso a las derechas? Dicho y (más o menos) hecho. Primero, a mediados de enero, se le ocurrió lo de descolonizar los museos. Pura brujería woke. Al menos los 16 museos de titularidad estatal abiertos en España.

“Hay que superar un marco colonial o anclado en inercias de género o etnocéntricas”, adelantó Urtasun. Es un deber moral o algo por el estilo “visibilizar las comunidades y la memoria de los pueblos de los que proceden los bienes expuestos”. Tampoco el ministerio ha avanzado mucho más allá en estas palabras. Curiosamente cuando el Parlamento de Canarias ha solicitado por enésima vez que sea devuelta la momia guanche mejor conservada del mundo a las islas – de donde salió como regalo al rey Carlos III – el Ministerio se negó.

La otra ocurrencia woke del ministro ha sido suprimir el Premio Nacional de Tauromaquia para que chinchen y rabien los aficionados, empresarios y toreros. Porque Urtasun no gestiona para resolver problemas: eso es una antigualla. Gestiona para posicionarse éticamente sobre cosas atroces, como el colonialismo o las corridas de toros. Como cualquier pijoprogre que se precie.