Opinión | EL OBSERVATORIO

Violencia contra la profesión médica

Eliminar la violencia de los entornos sanitarios es también un acto de responsabilidad hacia la comunidad y una garantía de una mejor salud para todos

Un centro de salud en Madrid.

Un centro de salud en Madrid.

La violencia, en todas sus manifestaciones, ha tejido una red compleja que se extiende por diversos ámbitos de nuestra sociedad actual. Desde la violencia de género hasta la violencia política, pasando por la violencia laboral, escolar y la violencia sexual, ningún sector escapa a su alcance, ni siquiera el ámbito de la salud, cuyo fin primordial es el contrario a la violencia: sanar y cuidar.

En el sector sanitario, la violencia se manifiesta diariamente de manera particularmente preocupante, con agresiones verbales y físicas hacia los médicos y médicas y otros profesionales de la salud. Aunque durante la pandemia de covid-19, los profesionales sanitarios fueron aclamados como héroes, con aplausos resonando a las ocho de la tarde durante el estado de alarma, el regreso a la normalidad ha traído consigo un repunte alarmante de las agresiones en consultas médicas, urgencias y centros de salud. Este aumento no es un hecho aislado, sino un reflejo de una escalada de violencia interpersonal observada en diversos sectores de nuestra sociedad.

Los médicos, en el ejercicio de su profesión, se enfrentan diariamente al fenómeno de la violencia, ya sea física o psicológica, proveniente de pacientes, familiares o desconocidos. Esta violencia no solo interrumpe la relación entre el médico y el paciente, sino que también afecta negativamente a la calidad de la atención recibida y, en última instancia, pone en peligro la seguridad de todos los involucrados.

Hace exactamente 15 años, una compañera, la doctora María Eugenia Moreno, fue asesinada en Moratalla (Murcia) mientras ejercía su profesión y su vocación: cuidar de los demás. Este triste suceso fue el detonante para la creación del Observatorio contra las agresiones de la Organización Médica Colegial, mediante el cual se ha abanderado esta lucha, que ha logrado avances significativos, como la consideración de la agresión a un médico como un delito de atentado a funcionario público y la creación de la figura del Interlocutor Policial Sanitario Nacional, entre otros.

En nuestro afán por disminuir el número de las agresiones, hemos llevado nuestra lucha a las organizaciones médicas europeas y hemos conseguido concienciar a los países de nuestro entorno. Fruto de esta colaboración hemos conseguido la creación del Día Europeo contra las Agresiones a los Médicos y otros Profesionales de la Salud, todos los 12 de marzo de cada año, para simbolizar la necesidad de seguir trabajando y alcanzar un cambio cultural en nuestra sociedad.

Erradicar la violencia en los entornos sanitarios no será una labor fácil, porque no es tarea exclusiva de los médicos o de las instituciones. Es un desafío que requiere la participación de todos los actores involucrados, desde los pacientes hasta los responsables políticos. La violencia no solo afecta a la integridad física y emocional de los profesionales de la salud, sino que también socava la esencia misma de la profesión médica: el cuidado y la compasión.

Desde el Observatorio seguimos insistiendo en la unidad de todos los implicados en la asistencia sanitaria (organizaciones, profesiones y pacientes) para poder disminuir esta lacra, manteniendo ante las agresiones «tolerancia cero».

La creación de un Plan Nacional contra las Agresiones a los Médicos y profesionales sanitarios, con el respaldo legal y jurídico necesario, es un paso esencial en la lucha contra las agresiones. Solo así podremos construir un entorno de trabajo seguro y respetuoso, donde la vocación de los facultativos se fortalezca y la calidad de la atención médica sea una realidad para todos.

Eliminar la violencia de los entornos sanitarios no es solo una cuestión de justicia, sino también un acto de responsabilidad hacia la comunidad y una garantía de una mejor salud para todos. La sociedad no puede permitir que un profesional de la salud sea agredido cada ocho horas. Ninguna agresión está justificada y nuestra lucha acabará cuando el número de las agresiones sea cero.