Opinión | DÍA DE LA MUJER

¿Habrá futuro para el 8M?

Quizás todo sea más sencillo: el interés de quitarnos el poco poder que tardamos años y décadas en conquistar

Manifestación del 8M en Jaén / JOSE MANUEL PEDROSA

Manifestación del 8M en Jaén / JOSE MANUEL PEDROSA

Estos días recordaba cuando el referente Nando López, en el día del Orgullo, hizo una reflexión muy valiente. Hablaba de la LGTBIfobia, del negacionismo, de las políticas contra los derechos pero, también, de la banalización: “Harto del ‘love is love’, de la 'sponsorización' festivalera y superficial, de cubrir con 'brilli brilli' y colorines inanes una reivindicación tan esencial como la del derecho a ser. Harto de iconos de quita y pon, de que se prefiera la imagen oportunista de ciertos personajes mediáticos y, a menudo, conscientemente ambiguos al compromiso y la beligerancia constante de tantas personas que sí nos han abierto y abren camino”. Sus palabras me recordaban a cuando Sangay Lily denunciaba la explotación del Orgullo.

Si hay algo que me ha distanciado del 8M ha sido esa apreciación de López, que yo traslado al Día de la Mujer. Por ello, pregunté a mis seguidoras en redes su opinión ante la jornada del 8 de marzo. Nunca he recibido tantas respuestas que mencionen decepción, incertidumbre, frustración, desorientación, oportunismo, frivolidad, indecencia, exigencia y rabia. La decepción de no identificarse con un movimiento cuando pierde su esencia de ser y su genealogía. La incertidumbre ante el negacionismo que nos anula. La frustración de que no se habla de las vidas cargadas de violencia sino de usar al feminismo como escaparate. La desorientación de ver cómo se difumina dentro del movimiento nuestra agenda, revistiendo de derechos inventos y deseos patriarcales.

El oportunismo de apuntarse como feministas sin saber ni de qué hablan, de apropiarse, de ocupar espacios para callarnos y del protagonismo de quienes quieren ser el niño en el bautizo, la novia en la boda y hasta el muerto en el entierro, cuando hay un solo día del calendario dedicado a reivindicar nuestros problemas. La frivolidad de hacer un desfile de postureo, de vender como fiesta y diversión un día de reivindicación y de recordar a nuestras asesinadas. La indecencia de situar como iconos feministas falsos compromisos y ambigüedades, anulando y ridiculizando a nuestras precedentes. La exigencia que solo se pide al movimiento feminista de ser perfecto y ejemplar, obligándole a abarcar todos los problemas existenciales del mundo, o ya sabes, no eres buena feminista y te llevas una dosis de señalamiento y culpa. La rabia de que se mercantilice un dolor y un sufrimiento que ni han vivido.

Quizás todo sea más sencillo: el interés de quitarnos el poco poder que tardamos años y décadas en conquistar. El callar el drama de mujeres asfixiadas por el miedo y de madres amordazadas por el temor. Si no hablamos de nuestros problemas, se crea la indiferencia. Que hay quienes van de aliados pero callan a las mujeres para moldearnos a lo que quieren que seamos. Pero, a pesar de la fatiga y el cansancio aquí estamos, resistiendo. ¿Por qué? Porque el feminismo nos ha salvado. Y no vamos a permitir, aunque eso nos lleve por delante, que destruyan el futuro de un movimiento que nos ha dado vida, para poder seguir salvando a otras.