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¿Será Ursula el teléfono de Europa?

La presidenta de la Comisión será candidata en las elecciones europeas de junio y es la mejor opción para impedir que la extrema derecha haga descarrilar el proyecto europeo

Ursula Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, en una imagen de archivo.

Ursula Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, en una imagen de archivo. / Philipp von Ditfurth/dpa

Han pasado las gallegas y ya se han convocado las vascas para abril. Y no sabemos cómo llegará el Gobierno a las europeas del 9 de junio. Dependerá de si se aprueba la ley de amnistía y de si hay presupuestos. Pero no hay duda que, con otro choque de trenes entre el PP y el PSOE, van a estar “superespañolizadas”.

Pero el árbol (España) no debe impedirnos ver el bosque (la UE), porque el resultado de las elecciones europeas será determinante. Y lo más probable y lo mejor (no seguro) es que los dos partidos de los que forman parte el PP y el PSOE sigan colaborando en Bruselas, en algo así como una laxa “gran coalición”. Es la realidad de los últimos cinco años, en los que Europa se ha visto obligada a ganar peso. Por la pandemia, el plan europeo de reconstrucción económica y la invasión de Ucrania.

El realista Kissinger dijo que el problema de Europa era que no tenía teléfono. Pero la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen -retirada Merkel y con Macron con problemas- ha ido convirtiéndose en el teléfono (no único) de Europa. Y en este camino, las europeas de junio serán determinantes. Porque si el malestar generado por la pandemia, la inflación, la inseguridad por la guerra en Ucrania, el alza de la inmigración y la complejidad de la lucha contra el cambio climático, se traducen en una subida relevante de la extrema derecha euroescéptica -ha pasado en muchos países-, el proyecto europeo retrocederá. Y los países nacionales serán irrelevantes ante una Rusia agresiva, unos Estados Unidos neurasténicos y una China tentada por el nacionalismo.

Pero esta semana ha pasado algo relevante. La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, ha anunciado que aspira a encabezar la lista del PPE y volver a dirigir la Comisión. Y ya ha sido ungida por la CDU, incluso por el más conservador Manfred Weber, un posible rival. Y en breves días tendrá el aval del PPE. Es relevante porque el PPE es siempre el primer partido europeo y Ursula viene a ser la garantía de que el PPE vuelva a ganar las elecciones y no pacte con la extrema derecha, aunque sea a costa de inflexionar sus posiciones. Se ha visto con las cesiones a los agricultores que protestan -con fuerza- contra algunas de las medidas del Pacto Verde Europeo.

Sánchez y Feijóo deberían tener en cuenta que el poder de Bruselas, que condiciona casi toda nuestra política interior, reposa en una compleja gran coalición entre conservadores, socialdemócratas y otras fuerzas europeístas

Ursula es una Merkel bis, aunque con menos personalidad y más calculadora. Fue ministra con ella en Alemania y fueron Merkel y Macron los que le dieron el mando en Bruselas, tras las elecciones europeas de 2019, vetando al candidato del PPE, precisamente Weber. Es del ala moderada de laCDU (raíz democristiana), habituada a la colaboración con el SPD y consciente de los nuevos desafíos. El Pacto Verde y la lucha contra la crisis han sido sus banderas. Ahora dice que el mundo es muy distinto al de 2019, más crudo y más áspero, y que la seguridad (la militar y también la socioeconómica) debe ser el norte. Pero no esconde que la irrupción de Putin (y de sus amigos europeos de extrema derecha), junto a una América quizás presidida por Trump, obligarán a un mayor gasto militar y a potenciar una industria de defensa europea.

Esta es la perspectiva en la que los socialdemócratas tendrán que seguir colaborando porque su candidato, el luxemburgués Nicolas Schmit, actual comisario de Empleo, solo puede aspirar a la segunda posición. Los socialistas no tienen hoy a un Jacques Delors, ni siquiera a un Martin Schulz de 2014. Y Ursula, como Merkel, es ante todo una realista que no da puntada sin hilo. La relación con Pedro Sánchez ha sido buena y hace pocos días lo acompañó a Mauritania para afrontar la inmigración ilegal. Pero lo mismo hizo con Giogia Meloni yendo a Túnez. Italia es Italia.

Así es Europa. Y Sánchez (y Feijóo) deberían tenerlo en cuenta y pensar algo más allá del campanario español. Por desgracia, no es el caso y quizás por eso conservadores y socialistas españoles -con la excepción de Josep Borrell- no pesan mucho en Europa.

La ambición eurorealista de Ursula von der Leyen es la mejor opción -la única aceptable- para los complicados años que vienen. Pero la condición es que las dos extremas derechas europeas, que están divididas, no puedan aprovechar el malestar actual (Alemania crecerá solo un 0,2% y Francia poco más) para en junio dar el gran susto.