Opinión | LA CARTILLA DE LA DIRECTORA

La resaca y las lágrimas moradas de Díaz

En las libretas de Moncloa ya ha quedado apuntado que no sirve desfondarse en una negociación tediosa paralela a una tramitación parlamentaria

Yolanda Díaz en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros.

Yolanda Díaz en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros. / José Luis Roca

El Gobierno ha iniciado el curso de 2024 con fuerza. Con polémica. Con ruido. Con cesiones. Con nuevos decretos sociales aprobados y el PP en el cogote anunciando movilizaciones por la "capitulación constitucional". Con Yolanda Díaz llorando lágrimas moradas por el veto de Podemos a su intento de reformar el subsidio de desempleo. Con un partido de oposición en Cataluña, o sea, Junts, forzando al Ejecutivo central a ceder competencias para que las gestione otro partido catalán, o sea, ERC, que no da crédito a lo que está sucediendo y exige explicaciones a los socialistas

En el ambiente político nacional sobrevuela una resaca política de las que se recuerdan a raíz de la sesión plenaria del miércoles, la primera del año, en la que Pedro Sánchez salvó el tipo por una abstención de Junts que impulsó un potente paquete social, pero a un precio más que alto: ha quedado comprometido un traspaso de competencias en inmigración para la Generalitat -ahora Euskadi también pide lo suyo-; la publicación de las balanzas fiscales; el blindaje de la amnistía o cambios legislativos para que empresas que se marcharon de Cataluña por el ‘procès’, regresen. Casi nada.

Los socialistas, aún resacosos por la agónica jornada y la incalificable negociación, rememoran lo ocurrido. Y proyectan hacia futuro. Todo estuvo a punto de caerse y fueron necesarias varias llamadas telefónicas en tiempo de descuento entre Santos Cerdán y Jordi Turull y, finalmente, Puigdemont, para salvar al PSOE de un revolcón parlamentario que hubiera tenido lectura de tambaleo de legislatura.

En las libretas de Moncloa ya ha quedado apuntado que no sirve desfondarse en una negociación tediosa paralela a una tramitación parlamentaria: sus nuevos interlocutores, los de Junts, han dado un primer aviso de que quieren ser consultados antes de que cualquier proyecto entre a debate en la mesa del Consejo de Ministros. Como si fueran parte de la comisión de secretarios y subsecretarios de Estado. Qué cosas. Qué paradojas. Qué de sapos para tragarse, también en la mesa de Esquerra Republicana... y qué meses vienen por delante teñidos además de colores electorales. 

En este contexto merece la pena dedicarle también unos minutos de lectura y una reflexión al calvario que Podemos ha silueteado en el horizonte de la vicepresidenta y líder de Sumar, Yolanda Díaz. La decisión de los morados de tumbar el decreto sobre el subsidio para parados no es un mensaje en una botella: es una cabeza de caballo dejada por los de Ione Belarra sobre la cama política que creen que les hizo Díaz con la formación del gobierno, por dejarles fuera.

No habrá piedad con ella. Ni negociaciones sencillas. Ni cesiones. Ni disimulos. Después de haber abandonado el grupo parlamentario de Sumar y haber boicoteado el preacuerdo en Galicia para concurrir juntos a las elecciones, en Podemos hay obsesión con marcar terreno y negociar de tú a tú con el PSOE, orillando a una vicepresidenta que antaño fue su compañera y, hoy, claramente su principal adversaria. Díaz trata de defenderse sin que parezca que se achanta y asocia la posición de los morados con la ultraderecha. Los socialistas se echan las manos a la cabeza y se preguntan si realmente es necesario darle más morbo a una legislatura con tintes de culebrón político inagotable, gracias a las intervenciones estelares de Carles Puigdemont forzando inauditos giros de guion.

En el partido del puño y la rosa esperan que en Podemos recapaciten. Y que Yolanda Díaz lo haga también. Se preguntan a qué vino plantear la reforma del subsidio en un decreto ajeno al decreto ómnibus que el PSOE acabó negociando con éxito, pero no sin dificultades y cesiones de gran relevancia, con todos sus potenciales socios. Consideran los socialistas que si la jefa de Sumar hubiera renunciado a tener su ‘propio decreto’, o sea, a la posibilidad de apuntarse un éxito propio, habría evitado lo que finalmente se convirtió en un fracaso personal más que gubernamental frente a la opinión pública. Pero lo que realmente preocupa en Ferraz es la silueta del calvario morado a largo plazo. Y tienen razones para estar preocupados. Pese a la resaca.