Opinión | LA VENTANA LATINOAMERICANA

Ni en Argentina ni en Cuba hay plata

Milei y Díaz-Canel, cada uno a su manera, quieren hacer la revolución. La revolución libertaria uno, la revolución socialista el otro. Pero, en ambos casos, con profundos sufrimientos para sus pueblos

Protestas en Argentina contra las primeras medidas de Javier Milei.

Protestas en Argentina contra las primeras medidas de Javier Milei.

Cuando Javier Milei dio su discurso de toma de posesión y anunció algunos de los duros ajustes que impondría a la economía argentina apuntó enfáticamente: “No hay plata”. Era un diagnóstico preciso de la situación de urgencia y de lo que él entendía se podía y no se podía hacer desde su puesto en la Casa Rosada.

La falta de dinero en una economía sumamente endeudada, al borde de la hiperinflación y con niveles de pobreza que prácticamente alcanzan al 50% de la población se ha convertido un clásico de las finanzas públicas del país. No se olvide que las reservas netas en el Banco Central tienen un saldo negativo próximo a los 10.000 millones de dólares.

Estas circunstancias, sumadas a la existencia de un sistema económico fuertemente regulado, subsidiado e intervenido por el Estado en prácticamente todos los sectores, son las que llevaron al presidente economista y libertario a impulsar un durísimo programa de contención del gasto público. Es tan duro y contundente que algunos hablan de un desmantelamiento o desguace del Estado.

En su día Carlos Menem, a quien busca imitar y con quien se lo suele comparar por la dureza de su recorte presupuestario, habló de cirugía sin anestesia en alusión al dolor que su plan causaría en buena parte de la ciudadanía. De todos modos, y en el caso concreto de la actual coyuntura argentina, con independencia de la identidad del ganador de las últimas elecciones, y después del dispendio de dinero público en la campaña oficialista, el ajuste aplicado sería de una dureza inusitada, aunque no de la profundidad del actualmente en marcha.

La situación en Cuba

Salvando todas las distancias, que son muchas y notables, en Cuba tampoco hay plata y la situación es igualmente dramática. En 2023, el PIB se contrajo entre el 1 y el 2% y la inflación llegó al 30%. Si a ello se le agrega el desabastecimiento de numerosos productos básicos, los recurrentes cortes de luz y el deterioro de muchos servicios públicos, como la sanidad y la educación, otrora las joyas de la corona, el panorama no puede ser más desolador.

En este contexto, el gobierno cubano también anunció un severísimo plan de ajuste con la intención de recortar el gasto y de corregir el rumbo económico tras el continuado fracaso de la mayor parte de las diversas medidas económicas ensayadas a lo largo del último ejercicio. Eso sí, para cubrirse bien las espaldas y despejar todas las dudas, el presidente Miguel Díaz-Canel intentó tomar distancias de lo ocurrido en otras latitudes aclarando que: “Para nada existe un paquete neoliberal contra el pueblo”. 

Para lograr sus objetivos, desde la profunda necesidad de ordenar las finanzas públicas y contener la constante hemorragia a que se ve sometida la economía cubana, se aumentarán los precios de la luz, del gas, del agua, del transporte público y del combustible, que dejará de estar subsidiado. Los recortes llegarán igualmente a la ya escuálida cartilla de racionamiento y al número de empleados públicos, mientras se intentará contener (nadie sabe cómo) la continua escalada en el valor del dólar.

En ese empeño por aferrarse, cueste lo que cueste, a la ortodoxia de la Revolución Cubana y a la herencia de Fidel Castro, es escaso el margen de maniobra para corregir el rumbo. Pero, de no hacerlo y de continuar el deterioro, las repercusiones sociales serán gravísimas. En estos momentos, en la “perla de las Antillas”, la crisis económica no solo afecta al aparato del Estado sino a una parte mayoritaria de la población que subsiste con bajísimos salarios. Aquellos que no forman parte de los sectores más privilegiados del régimen ni reciben remesas de familiares que viven en el extranjero se enfrentan a una lucha diaria por la subsistencia o se ven forzados a emigrar. Algunas fuentes hablan de medio millón de cubanos que debieron salir de su país en 2023.

Pese a ello, y en un tono claramente triunfalista y alejado de la realidad, Díaz-Canel señaló que “las medidas anunciadas darán un salto necesario en la economía. Haremos más revolución y más socialismo”. Milei y Díaz-Canel, cada uno a su manera, quieren hacer la revolución. La revolución libertaria uno, la revolución socialista el otro. Uno para acabar prácticamente con el estado, el otro para reforzarlo. Pero, en ambos casos, con profundos sufrimientos para sus pueblos.

Llegarán los ajustes, y con ellos el dolor, aunque en circunstancias y con expectativas muy diferentes. Mientras en Argentina hay margen para que la oposición se exprese y la sociedad civil sea oída, en Cuba el espacio para la disidencia y la protesta es prácticamente inexistente. Es la diferencia entre quien fue elegido por el voto directo de sus conciudadanos y el que se sostiene gracias a una compleja obra de ingeniería política que cierra las vías a la representación. Es decir, la distancia que va de un sistema democrático a una dictadura.