Opinión

El nuevo mejor amigo

Hay quien duda de la capacidad de la nueva ministra ante su falta de experiencia política en el feminismo

Pedro Sánchez

Pedro Sánchez / José Luis Roca

Ahora resulta que el nuevo mejor amigo en el ámbito internacional del presidente Sánchez es Hamás y una escucha esas palabras pronunciadas por el alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, y piensa si realmente ese señor sabe de qué está hablando después de todas las imágenes que hemos visto de desolación en Gaza y no me refiero solo a las que se han producido tras los ataques de Hamás a Israel durante el pasado siete de octubre, también hablo de los ataques que Israel ha perpetrado contra los territorios de Gaza en las últimas décadas. Entiendo que no, que realmente no sabe de qué habla y simplemente quiere utilizar unas declaraciones de Sánchez señalando la necesidad de constituir el Estado de Palestina para avanzar en la paz en Oriente Medio, convirtiéndolas en una hipérbole léxica y política que finalizó con una afirmación que provoca risa y asusta al mismo tiempo por lo que de mentira tiene y sobre todo porque al afirmar que «el nuevo mejor amigo en el ámbito internacional del presidente Sánchez es Hamás» lo que se busca es poner a Sánchez en la misma pantalla que el grupo terrorista, porque al fin y al cabo este presidente, al que algunas formaciones políticas consideran ilegítimo, ha firmado acuerdos con Bildu, que para algunos partidos políticos es sinónimo de banda terrorista.

Estaría bien y sería práctico y prudente bajar las cosas al suelo y dejar de alarmar y sobre todo dejar de confundir porque la legislatura que tenemos por delante, la tenemos todos los españoles, tiene ante sí retos de diversa consideración y de no fácil solución y para eso sería conveniente que el enclave de griterío y pucheros abandonara la primera línea política y cada cual supiera cuál es el lugar desde el que le toca pelear por el futuro de España y no seguir anclado en esa sincera mediocridad y que tan bien entienden los españoles de cuanto peor (para los otros) mejor (para mí). Habría que decir que «cuanto peor mejor» tiene tras de sí una sordina maquiavélica, porque es un hecho que cuanto peor le va a una formación política mejor le va a su oponente y por eso muchos viven en la constante de deteriorarlo todo a base de verdades a medias y de argumentos que emanan desde el subsuelo y que forjan una imagen desvirtuada que cala en el sentimiento y genera odios.

Ojalá la sensatez se apoderara de nuestro tablero político y entendiéramos que sin entendimiento no hay vida y que eso, el entendimiento, sirve para resolver conflictos, tender manos, ayudar a cruzar puentes y no abandonar a la mujer asesinada en el siniestro dolor del olvido.

Sin duda, sin ser ejemplares, seríamos algo mejores.