Opinión | MUJERES
Lo que pudo haber sido
Delhy Tejero fue una de las sin sombrero, regresó tras la Guerra, fue depurada y pese a las dificultades triunfó como pintora
Fue su familia la que embebió a Adela Tejero, Delhy Tejero, de inquietudes culturales y ha sido su familia la que ha custodiado y rastreado su legado. Lo ha hecho con tal determinación que más de medio siglo después de su muerte ha logrado sacar a la luz, con la colaboración del estudioso Rafael Morán, los bocetos que realizó para decorar el Paraninfo de la Universidad Laboral de Gijón, y nos ha dado una alegría a todos.
La de Delhy Tejero fue una vida singular, como lo son todas, por otra parte. La suya fue la de una mujer libre, una intelectual, independiente y valiente, que acaba atrapada en una España amedrentada, que es arrinconada y que pese a todo resiste y triunfa.
Delhy Tejero era una de aquellas sin sombrero que se alojaban o frecuentaban la Residencia de Señoritas, dirigida por María de Maetzu y cuyo nombre encubría una institución en el que las mujeres de las clases liberales podían educarse bajo el aliento de la Institución Libre de Enseñanza.
Llegó allí desde su ciudad natal, Toro, en Zamora. Delhy Tejero -ella misma se abrevió el nombre y le dio el toque exótico- era huérfana de madre, recibió clases de pintura desde bien pronto y ya en Toro empezó a colaborar con publicaciones locales. Vendía sus ilustraciones y así fue ahorrando el dinero que le permitió mudarse a Madrid.
Estudió en la Escuela de Bellas Artes De San Fernando y presentó su primera exposición en 1926. Cuando estalla la Guerra Civil, que la sorprende de vacaciones en África, hacia tiempo que era profesora en el centro. Regresó a Toro, huyó a Florencia, viajó por Italia, se instaló una temporada en Capri, luego en París.
Acabó la Guerra y regresó a Madrid, fue depurada. Retomó su carrera artística y se abrió camino con encargos de pintura decorativa y como muralista.
Ella, que había tenido sus escarceos con el surrealismo, experimenta con la abstracción, el formalismo, el constructivismo… Pintó paisajes, motivos enigmáticos, figuras monumentales, muchas mujeres y a menudo se retrató a sí misma.
En aquella España de los años 40 y 50 Delhy Tejero se las ingenió, con la tenacidad de la niña huérfana y frente a un destino que se alza como un muro, para seguir adelante con su carrera, hacerse respetar y destacar.
La obra de Delhy Tejero se puede contemplar en el Reina Sofía, en el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid y en el museo que le ha dedicado su ciudad, Toro. Quién sabe adonde habría llegado si la Guerra no se le hubiera cruzado por el camino y no hubiera tenido que someterse a la dictadura de las mujeres con la pata quebrada. Quién sabe qué fue de las compañeras de juventud y cómo se las ingeniarían ellas para acomodarse a aquellos tiempos. Quién sabe cuánto talento se perdió de aquella generación de mujeres libres.
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