Opinión | GATO ADOPTIVO

Las tres caras de Feijóo

El líder del PP ha demostrado que es un enemigo difícil de batir, tanto para Pedro Sánchez como para los que en su propio partido esperan para moverle la silla

Alberto Núñez Feijóo, durante su intervención en la sesión de investidura

Alberto Núñez Feijóo, durante su intervención en la sesión de investidura / DAVIS CASTRO

Alberto Núñez Feijóo podía haber llegado desfondado al debate de su investidura después del golpe de efecto del domingo, cuando desbordó el centro de Madrid reuniendo a más de 40.000 personas contra la amnistía, pero en la tribuna del Congreso ha demostrado este martes que es un enemigo difícil de batir, tanto para el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, como para los que en su propio partido esperan para moverle la silla. El discurso del líder del PP tuvo tres destinatarios: Sánchez, el conjunto de la ciudadanía y los independentistas de derechas, PNV y Junts, a los que afeó que asuman sin pestañear las propuestas económicas de Sumar a cambio de réditos identitarios.

La primera parte de su intervención fue un ataque directo a Sánchez por su negociación con Junts y ERC por la amnistía, recordándole que nunca el “fin” puede “justificar los medios”, ni siquiera para alcanzar la Presidencia del Gobierno, y que un político debe mantenerse fiel a sus principios. Le costó a Feijóo encontrar el tono adecuado, seguramente porque le obsesionaba alejarse del más mitinero empleado el domingo en las calles de Madrid. En ese inestable equilibrio, pareció por momentos que no estaba pronunciando un discurso de investidura, sino más bien replicando al de Pedro Sánchez. Más que ofrecer su candidatura para alcanzar la Moncloa, parecía que buscaba justificaciones para explicar que no será elegido presidente del Gobierno.

Una de ellas, reiterada en los últimos días por diversos portavoces del PP, es muy probable que hiciera revolverse en sus escaños a los diputados de Vox. “Tengo a mi alcance los votos para ser presidente del Gobierno, pero no pagaré el precio”, dijo para contraponer su negativa a pactar una eventual amnistía con Junts frente al hecho de que Sánchez sí esté dispuesto a hacerlo. ¿Y Vox? ¿Aceptaría la formación de Santiago Abascal hacer presidente a un Feijóo que hubiera acordado semejante “indignidad”, por utilizar sus palabras, con Carles Puigdemont? No parece probable. El principal argumento esgrimido por Feijóo para explicar su derrota del próximo viernes, hace agua.

El Feijóo más funcionarial se dedicó a recitar con poca épica el programa electoral del PP. Parecía, incluso, que lo hiciera con cierta desgana

En la segunda parte de su discurso, el Feijóo más funcionarial se dedicó a recitar con poca épica el programa electoral del PP. Parecía, incluso, que lo hiciera con cierta desgana, sabedor de que difícilmente podrá ponerlo en práctica. Y la verdad es que sus propuestas tampoco mejoraban la calidad del relato. Más allá de convertir en delito la “deslealtad constitucional” y aumentar las penas para el de malversación, habló de aumentar en un millar el número de jueces, bajar los impuestos a la clase media y apoyar a las pymes, los autónomos y las familias. También en este apartado, en el que se dirigía directamente a los ciudadanos, hubo propuestas sorprendentes, como renovar el CGPJ pero con condiciones, al contrario de lo que exige la Comisión Europea, o subir el salario mínimo, aunque el PP siempre se ha opuesto a los últimos incrementos. Al debate territorial apenas dedicó unos minutos, pese a estar en la base de su frustrada investidura y ser uno de los aspectos que, junto al sistema de financiación, serán claves en la próxima legislatura.

Fiel a la máxima de que toda presentación que se precie debe acabar en alto, porque eso es lo que luego se recordará, el Feijóo más incisivo apareció al final de su intervención. Obviando las críticas recibidas en las últimas semanas por su acercamiento a Junts, incluyendo esa reunión nunca desmentida entre González Pons y Jordi Turull en Barcelona, la última parte de su discurso estuvo centrado en poner a la formación de Puigdemont y al PNV frente al espejo de su alianza indirecta con ERC y Bildu a través de su apoyo a Sánchez. “¿Están dispuestos a apoyar la política económica de Sumar?”, les espetó, al tiempo que utilizando la vieja fórmula de Mariano Rajoy ­-“soy previsible”- les dejó claro que, a diferencia de Sánchez, él sí es “de fiar” y no sería capaz de engañarles, como insinuó que hará el presidente del Gobierno en funciones cuando ya no les necesite. Unas apelaciones directas a concitar el apoyo de PNV y de Junts que no debieron sonar nada bien no sólo en una parte de la bancada popular, sino especialmente en los escaños de la ultraderecha.

Feijóo había comenzado su intervención asegurando que nuestras actuaciones “nos retratan”. Y si algo quedó claro en su discurso de este martes es que su figura es más poliédrica y compleja y hetedoxa de lo que su partido y su socio principal de Vox querrían.