Opinión | La espiral de la libreta
Remando en la barca de Caronte
Las olas de calor, bautizadas con nombres del inframundo clásico
Calor, bochorno, combustión. Dosifico cuanto puedo el aire acondicionado, por la garganta y por la factura de la luz, pero en las horas del mediodía, cuando el mercurio arrea, se hace muy difícil prescindir del aparato y su botón 'modo dry', que transforma en agua la apisonadora térmica. Europa arde. En Atenas, han tenido que limitar el acceso a la Acrópolis para evitar que los turistas se achicharren, y se prevé que el continente bata su propio récord de sofoco en estos días, superando los 48,8 grados registrados el 11 de agosto de 2021 en Sicilia, en la Siracusa del comisario Montalbano. El mapa sureño se ha teñido de color chianti peleón, con vetas granate.
Se trata de la segunda ola de calor del verano. A la primera la bautizaron en Italia como 'Cerbero', el perro de tres cabezas que custodiaba la entrada del Hades e impedía sobre todo que los difuntos se escapasen. A la segunda le han puesto 'Caronte', en honor del barquero que conducía a las almas hasta la orilla opuesta del río de los muertos; debían entregarle un óbolo en pago por el trayecto, de manera que en la antigua Grecia solían enterrar a los cadáveres con una moneda en la boca. El gran Dante, por cierto, trazó en la 'Comedia' un mapa detalladísimo del infierno, en cuyo octavo círculo, séptima fosa, quienes habían tomado provecho ilícito de sus cargos públicos disfrutaban de la eternidad sumergidos en un lago de brea hirviente, chup chup.
El periodista francés Patrick Galey, especializado en los efectos del cambio climático, propone bautizar las olas de calor en lo sucesivo con los nombres de los grandes gigantes del petróleo y el gas, responsables de casi el 90% de todas las emisiones de dióxido de carbono. Constituiría un buen recordatorio: Saudi Aramco, PetroChina, ExxonMobil, Shell, Chevron… Los combustibles fósiles son, con mucho, el mayor contribuyente al sobrecalentamiento. Encima, la guerra en Ucrania ha hecho que los beneficios sean aún mayores.
Vamos tarde, me temo. La solución es complejísima y no basta con invocar el mantra de sustituir el petróleo por las renovables, por la fuerza del viento y la del sol. ¿Qué hacer con China y la India? La inercia devora un planeta que, verano a verano, se aproxima hacia la antesala del infierno con los aires acondicionados a todo plan. Mientras, en la impotencia, nos encogemos de hombros diciéndonos que, para cuando llegue la hecatombe tórrida, ya estaremos muertos.
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