Opinión | POLÍTICA
La crispación en España no es la de EEUU, Francia o Brasil
Aquí tenemos un clima social tranquilo, sin exabruptos masificados, aunque puedan darse puntualmente y algunos suspiren por esa desestabilización

Una imagen del asalto al Capitolio, el pasado 6 de enero de 2021.
“¿Es posible que en España llegue a producirse un asalto masivo al Congreso, como el del Capitolio en Washington, o la Presidencia de la República en Brasilia”? No lo pregunta un turista que lee periódicos. Lo plantea la periodista brasileña Cris Tardáguila, fundadora de la influyente empresa de verificación de datos La Lupa, con docenas de informadores y técnicos de comprobación en activo. Tardáguila, que fue empleada de la Agencia Efe en Río de Janeiro, reside ahora en Washington, vinculada al Centro Internacional de Periodismo, y dirige a distancia su proyecto, que combate la desinformación en Brasil, Bolivia y Perú. Su equipo ha formado a varios miles de políticos, técnicos y estudiantes en detección de informaciones fraudulentas y en identificar los semilleros que las generan y promueven en redes, algunos financiados en Brasil por empresarios vinculados al expresidente Jair Bolsonaro. Las técnicas difamatorias de Steve Bannon, decisivas en la elección de Donald Trump y Bolsonaro, o antes en el referéndum del Brexit, ahora lamentado por quienes lo votaron, están en su objetivo.
Afortunadamente, España, aun con polarización creciente y clima político enrarecido, no está en las cotas de malestar y crispación de Estados Unidos o Brasil. Ni de Francia, cuyos barrios han vivido recientemente jornadas de gravísimos disturbios e incendios tras el asesinato en un control policial de un joven de origen argelino. España tiene un clima social tranquilo, sin exabruptos masificados, aunque puedan darse puntualmente y algunos suspiren por esa desestabilización. En la Unión Europea comparan admirados cómo ha ido el debate sobre la prolongación de la edad de jubilación en España frente a Francia. En líneas generales, la crispación, y de paso la desinformación, está más instalada en el escalón político y en consecuencia en el plano mediático, y no en la sociedad.
“Tampoco en Washington ni en Brasília se esperaba una aberración así; pero pasó, aunque aquí no haya una organización, o un partido que lo promueva”, comenta la investigadora brasileña. Ni en unas elecciones tan reñidas como éstas, donde las encuestas dibujan un empate de bloques, parece que se pueda propiciar. El promedio de los sondeos publicados ofrece un empate entre la derecha más la ultraderecha frente a la suma de izquierdas y nacionalismos. El riesgo principal no es la desestabilización de la calle, sino el desencanto de la mitad que se quede sin el Gobierno al que aspira. Los escasos diputados situados entre esos dos bloques están llamados a jugar un papel decisivo. Menuda responsabilidad.
En cuanto a los debates, la conversación abierta con el equipo de La Lupa ha conducido a un acuerdo con Next Educación para investigar el diseño de un formato que incorpore una verificación inmediata de las afirmaciones que se formulen. Se trata de evitar que una parte importante del tiempo se consuma en los clásicos “eso es mentira”, o en el consabido “y usted, más”. En el Máster de Comunicación Política Avanzada, donde Tardáguila impartirá clase, se investigarán soluciones y se abrirá un Taller de Debates para formar tanto a políticos como a técnicos y asesores en la realización de conversaciones clarificadoras sobre programas electorales.
El debate es un derecho de los ciudadanos que no en todos los países se consigue, al menos de forma estable. Una vez convocado, políticos, organizadores y periodistas moderadores deben garantizar que se produzca en condiciones aceptables para que sea inteligible y eficaz. De lo contrario, solo refuerza la frustración.
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