Opinión | ARENAS MOVEDIZAS

Morir en verano

 Por razones no muy bien explicadas, el estío es la época del año que más se muere a gente en España

Un perro en un cementerio de Canarias.

Un perro en un cementerio de Canarias. / ANDRÉS GUTIÉRREZ

Hay épocas del año propicias para según qué circunstancias. Uno espera a la primavera ansioso por enamorarse, como aguarda el verano ávido de quitarse la carcunda de encima y entregarse al restregón. Nacer en primavera parece lo idílico, y, sin embargo, la mayoría de nacimientos se producen en septiembre, el mes en que arrancan el curso escolar y el curso político, lo que viene a ser la vida misma. Siempre según las últimas estadísticas, se deduce que el verano no cumple las expectativas carnales y que es en las frías noches de invierno, entre diciembre y enero, al calor de los edredones de pluma de ganso, cuando se amontona la coyunda, entre luces de navidad, salidas interminables a los centros comerciales, programas de cocina y la digestión del roscón.

Algunos nacemos en otoño y otros mueren en otoño. El otoño es esa época que te encabrona las navidades para toda la vida si se pierde a un ser querido, pero contra todo pronóstico, y volviendo el INE, es entre junio y septiembre cuando más la palmamos. 120.000 personas fallecieron durante ese periodo en España, más que en ninguna otra época del año. El INE te descubre a veces curiosidades que no te esperas, como que el verano de 2022 fue la época más mortal desde 1941. La resaca del covid, las olas de calor, a saber; o, si hacemos caso a los datos, una costumbre española la de morir en temporada estival. En el caso de los norteamericanos, verbigracia, es enero el mes más mortífero. Allí tienen sus cosas.

Para olvidarme un rato de que en la calle caen 38 grados a plomo y arde el asfalto como si esto fuera la capital de Arizona, entro un rato en Facebook y parece un tanatorio. Un amigo, un familiar, un ex, y decenas de DEP y ‘que la tierra te sea leve’ en el metaverso de Zuckerberg. Ya no hay jóvenes en esa red, han emigrado a otros lares donde se da menos el pésame y la vida es un idilio con uno mismo, como Instagram o TikTok. Facebook representa el hogar virtual del jubilado. Quien más quien menos estamos pidiendo pista al otro barrio en esa red social. No hay día que no se despida a alguien con salvas 2.0. Sorprende la edad de los recordados porque muchos de ellos tenían ese tiempo indefinido entre los 55 y los 65. Indefinido porque lo mismo acudes un fin de semana a un festival de tres días que te sorprende a la semana siguiente un ataque al corazón.

Morir en verano es el colmo de la injusticia porque se acaban de golpe todas las expectativas puestas en los meses de julio y agosto; morir sin saber cómo acabarán Íñigo y Tamara; morir con la duda de si al final vendrá Mbappé o qué pasará el 23-J; marcharte al otro barrio habiéndote dejado a la mitad tu serie favorita. Y lo peor, como leo en algunos muros, dejar esta vida nada más entrar en la jubilación y cobrar por fin esa pensión de la que muchos aseguraban que no habría dinero. Ese adiós repentino, mientras dedicas un corte de mangas a la vida laboral, se sitúa en lo más alto de cualquier pirámide de la crueldad.

No todo es mortal en verano, salvo las olas de calor y la campaña electoral, los ‘fact cheking’ del debate y la matraca con los fichajes. Hay una historia con final todavía incierto que eriza el vello, la de esos dos hombres de 18 y 22 años que viajaron durante sus ocho días y sus ocho noches sobre la pala del timón de un buque procedente de Nigeria hasta el puerto de Las Palmas. Según la noticia, "tras pasar la noche en observación, fueron dados de alta [al día siguiente] y se ha tramitado su entrega a los responsables del portacontenedores, que tienen la obligación de recibirlos de nuevo a bordo". Nada por aquí nada por allá. Como quien devuelve al mar un pescado podrido. Ocho días y ocho noches, imagino que sin apenas dormir, sin nada que comer, sin apenas beber. Lo hacen un par de occidentales en un programa de telerrealidad y ya tenemos ‘trending topic’.

Pero la muerte, aun en verano, es caprichosa a veces. Si decide que no es la hora es que no es la hora, como no lo era para esos dos muchachos. Por lo visto, no era éste de 2023 el verano trágico de los dos polizones. Seguro que volverán a intentarlo, dudo que subidos al timón de un buque, y tendrán una vida en Occidente lejos de la miseria. El colmo de su desgracia sería morir en pleno julio de un golpe de calor o al poco de comenzar a cobrar la pensión. El estío letal les ha brindado otra oportunidad. La excepción a la regla también forma parte de la estadística.