Opinión | SÍ ES SÍ

Yolanda Díaz y el abrazo entre Montero y Belarra; sí, pero...

La ovación de los populares tras la reforma del sí es sí, más que de júbilo al conseguir la supuesta mejora de la medida, sonó mucho a venganza

Abrazo de Irene Montero e Ione Belarra, el juevesr en el Congreso de los Diputados.

Abrazo de Irene Montero e Ione Belarra, el juevesr en el Congreso de los Diputados. / DANI GAGO

Hay una fotografía que cuenta muy bien lo sucedido el jueves en el Congreso (y estas últimas semanas, en general). En ella se ve a Ione Belarra abrazando a Irene Montero para brindarle aliento tras su última y solitaria defensa de la ley del 'solo sí es sí'. De espaldas a la cámara, Yolanda Díaz se encuentra de pie y aplaude la escena. La vicepresidenta escenificaba así el apoyo a la formación morada y votaba telemáticamente después con ellos en contra de la reforma de la ley estrella del ministerio de Igualdad. Como siempre, tomar perspectiva de la imagen (y de casi todo en la vida) es esencial. Porque así uno se hace una idea del soporte que les presta ahora Díaz: desde la distancia ("sí, pero…"). Este alejamiento con Unidas Podemos no es nuevo, pero quizá se marcó un punto de no retorno cuando el domingo noche se emitió la entrevista que Jordi Évole realizó a la hoy líder de Sumar. A su manera, muy galleguiña (si yo te contara...), Díaz se despachó a gusto contra Pablo Iglesias.

Si esa fotografía trae miga; la de titulares que ha vuelto a regalar la soledad de la ministra de Igualdad defendiendo su ley. Ocurrió exactamente lo mismo que el 7 de marzo, un día antes del día de la mujer, cuando se debatió la reforma y a su lado de la bancada del gobierno solo estaba Ione Belarra. A sabiendas, Montero echaba su hombro derecho (donde se cargan las penas y dificultades) hacia el de la secretaria general de Podemos para buscar algo de calidez amiga. Pues al otro lado, no había nada ni nadie donde sujetarse: solo el vacío. Pero con o sin compañía a los lados, el desamparo es tolerable si tienes las espaldas bien cubiertas.

Sin embargo, detrás de Irene Montero, justo al aprobarse la reforma de la polémica ley, se levantaron a aplaudir los diputados del PP. La ovación de los populares, más que de júbilo al conseguir la supuesta mejora de la medida, sonó mucho a venganza. Así pareció también entenderla Irene Montero, quien sin darse cuenta asentía sutilmente con la cabeza mientras penetraba con la mirada vidriosa a la bancada socialista: "Esto es únicamente lo que buscaban, humillarme, y lo habéis permitido". Las comisuras hacia abajo de la ministra de Igualdad son un grabado casi constante en su rostro, pero la línea de expresión sobre su ceja mostraba el esfuerzo por reprimir la emoción (seguramente de rabia o frustración). Belarra, por su parte, se quedó con la mirada perdida intentando abstraerse de lo que estaban viviendo: no solo una profunda crisis en la coalición de gobierno, también seguramente una nueva escisión de la izquierda.

Por su parte los diputados del PSOE no festejaron su reforma, se supone que por respeto a las socias de coalición en el Gobierno. Ahora bien, si en las ministras de lila el gesto era de decepción y la escena de abandono; casi más interesante se antojaba observar el rostro de las dos únicas ministras socialistas presentes tras la votación de la reforma y la celebración del PP. Mientras a Maria Jesús Montero se le escapaba una mueca de desaprobación (abrir la boca, sacar el labio y enseñar los dientes); Pilar Llop se mostraba más sentida y al gesto cabizbajo le seguía un profundo suspiro de incomodidad (aunque fuera por sororidad, implorando que aquella tortura acabara de una vez).

Tremendo engrollo prefirió ahorrárselo Pedro Sánchez, como ya hiciera cuando se debatió la reforma. El jefe del ejecutivo no asistió al pleno ni a la votación (tampoco votó telemáticamente) porque se desplazó al parque Nacional de Doñana. Pensando en sus intereses políticos personales, la huida seguramente fuera la mejor opción. Así es más difícil que la derrota de tu socio de gobierno y la alegría de tu adversario te salpique o te afecte. Pero dice poco del socialista en su faceta de líder. El liderazgo no solo se ejerce cuando las cosas van bien, se demuestra especialmente cuando se complican. Dar la cara, o por lo menos aguantar la mirada de la ministra que aún forma parte de tu equipo aunque no estés de acuerdo con su postura, hubiera sido una magnífica oportunidad para honrar el liderazgo y dignificar la política. ¿Pero a quién le importa ya eso y menos en campaña electoral?