Opinión | ANÁLISIS DEMOSCÓPICO

El efecto Sumar

La izquierda es reactiva: ante el anuncio de la candidatura de la vicepresidenta ha reaccionado y lo ha hecho rápido. Podría no haber sido así.

Yolanda Díaz, en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros este martes

Yolanda Díaz, en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros este martes / EUROPA PRESS

Las primeras encuestas realizadas y publicadas tras la presentación formal de la candidatura de la vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, arrojan algunos datos que permiten sugerir dos cuestiones fundamentales para el devenir electoral en las generales. La primera es que plantean la certificación de una serie de necesidades no cubiertas -o, al menos, no plenamente- en el espacio político-electoral de la izquierda. Según esas encuestas, la nueva formación política sería capaz de atraer a alrededor de un millón de actuales votantes de Unidas Podemos, a unos 800.000 electores socialistas, incorporar a casi 400.000 votantes de Más País y Compromís y sacar de la abstención a unos 300.000 españoles que en 2019 prefirieron quedarse en casa. Es decir, que, según estos primeros datos, el proyecto liderado por Díaz lograría el apoyo de casi dos millones y medio de electores. Traducido a porcentaje, supondría entre un 10% y un 12% del voto válido, siempre en función de la participación final de los comicios. Esto sin contar con el voto que conseguiría Podemos por separado, estimado entre el 5% y el 6% en el conjunto de España. En otras palabras, estos números parecen indicar la existencia en el espacio político de la izquierda de una demanda latente por otro liderazgo y otra marca política diferentes a los existentes.

La segunda cuestión que dejan entrever los sondeos, y relacionada con la primera, es que la izquierda es reactiva: ante el anuncio de la candidatura de la vicepresidenta ha reaccionado y lo ha hecho rápido. Podría no haber sido así. Es más, podría haber provocado un movimiento de contracción. Esto es importante por varios motivos. Ya he señalado en anteriores artículos que las posibilidades de victoria de la derecha pasan por la confluencia de tres hechos: la concentración del voto de este espacio electoral en no más de dos formaciones políticas, la desmovilización de una parte importante del electorado de la izquierda y la transferencia de votantes del bloque de la izquierda al de la derecha. A falta de más datos que nos permitan una comparación evolutiva, el primer efecto de la candidatura de Díaz y de la confirmación de Sumar como nuevo actor político parece haber actuado contra dos de esas premisas: la de la desmovilización y la de las fugas. En cierta medida, y como señaló recientemente el profesor Paco Camas en una intervención radiofónica, Sumar representa la nueva política de izquierda en tiempo frío, es decir, una pretendida nueva política institucional. La entrada de Podemos en las instituciones tras las elecciones generales de 2015 representó el nacimiento de una nueva política en tiempo caliente, de carácter disruptivo, impugnatorio y destituyente frente a las instituciones. Ocho años después, Sumar representa una nueva política que nace directamente desde y para las instituciones políticas y su líder emana del propio Gobierno.

Y con respecto a la tercera premisa, ¿cómo queda el espacio de la derecha? Hemos señalado en varias ocasiones que frente al bipartidismo imperfecto previo a la llegada de los nuevos partidos nos encontramos ahora en el bibloquismo que, dadas las actuales circunstancias, solo es imperfecto en el caso de la izquierda. La “imperfección” (expresión utilizada por el politólogo italiano Giorgio Galli para definir el sistema político italiano de la década de los sesenta del siglo pasado) alude a la necesidad de contar con partidos del tercer bloque (nacionalistas, independentistas, regionalistas o de ámbito provincial) para lograr mayorías de Gobierno. La presencia de Vox en cualquier fórmula para conformar un Ejecutivo repele, hoy por hoy, a la mayoría de las formaciones de ese tercer bloque. Esto deja dos opciones al PP: sumar mayoría con los diputados de Vox o lograr por sí solos una mayoría suficiente para no tener que depender del partido de Santiago Abascal. Con mayoría suficiente no me refiero solo a la obvia mayoría absoluta: pudiera darse el caso de que el PP se quedara más o menos cerca de la mayoría absoluta y alguno o algunos partidos de ese tercer bloque pudiera verse tentado a cambiar el actual equilibrio de bloques. Pero último este escenario descrito de mayor crecimiento electoral del PP implicaría casi necesariamente un descenso de los apoyos a Vox (por ser vasos comunicantes). Es un difícil equilibrio, porque los populares a base de canibalizar voto de Vox pueden alejarse del Gobierno: engordar para morir. La reciente moción de censura de Vox (que tuvo lugar hace solo tres semanas, aunque parece que hayan transcurrido tres años) no parece haber modificado sustancialmente el equilibrio de fuerzas entre los dos partidos de la derecha presente en las encuestas previas a aquel acontecimiento. Esto es, aproximadamente un 20% de votantes de Vox dicen que votarán al PP y menos del 10% de votantes populares dicen que apoyarán al partido de Abascal. En todo caso, en esta partida de naipes que es la política nacional actual todavía queda un gran reparto de cartas: las elecciones municipales y autonómicas del próximo mes de mayo. Hasta entonces, se sigue barajando.