Opinión | MOCIÓN DE CENSURA

Como lágrimas en la lluvia

A veces la moción de censura ha acabado convirtiéndose en un gol en propia puerta del equipo que la presentaba

La moción de censura de Vox se debatirá y votará del 21 al 23 de marzo

La moción de censura de Vox se debatirá y votará del 21 al 23 de marzo / EFE/ Juan Carlos Hidalgo

Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. He visto la mayor recesión económica de las últimas décadas, he visto a un papa emérito, he visto abdicar a un rey en España para ceder el trono a su hijo, he visto como cambiaba el sistema de partidos en nuestro país, he visto dos repeticiones de elecciones generales, un gobierno de coalición nacional, una pandemia mundial y una guerra convencional a las puertas de Europa en pleno siglo XXI. Y he visto seis mociones de censura contra un presidente del Gobierno de España.

En realidad, solo cinco. La sexta la veremos y viviremos todos los españoles la próxima semana. Será la segunda presentada contra el presidente Pedro Sánchez. Será la segunda presentada por Vox en su corta vida política. Como toda moción de censura, esta tiene como objetivo formal lograr el apoyo de la mayoría de la Cámara Baja para sustituir al actual jefe del Ejecutivo por el candidato propuesto por el partido que presenta la moción.

Pero también sabemos que, en la mayoría de las ocasiones, existen otros objetivos secundarios (o quizá, sean estos los principales) que no siempre están claros (porque no suelen explicitarse) y que no siempre logran alcanzarse. Es más, a veces ha sucedido que la moción de censura ha acabado convirtiéndose en un gol en propia puerta del equipo que la presentaba.

El fin último de la moción de censura de Vox no parece ser la de atacar a un gobierno debilitado

Esto último es lo que en gran medida le pasó a Antonio Hernández Mancha en marzo de 1987. Hace ahora 36 años, el recién elegido presidente de Alianza Popular presentó una moción de censura contra Felipe González “como acto de notoriedad pública, para que se viera que el primer partido de la oposición seguía siendo Alianza Popular y que no iba a ser sustituido inmediatamente por el CDS”, según él mismo ha relatado.

Si lo que se buscaba entonces era lograr algún rédito electoral de cara a los siguientes comicios, el éxito fue cuanto menos limitado. En las elecciones generales de 1989 el partido conservador mantuvo su condición de primera fuerza política de la oposición tras el PSOE, pero con otro nombre (Partido Popular) y con otro candidato (José María Aznar).

El fin último de la moción de censura de Vox no parece ser la de atacar a un gobierno debilitado, como parece que fue el objetivo fundamental en la que presentó González contra un Suárez acosado por todos los flancos en 1980. Ni parece que su intención principal sea que su líder se dé a conocer, al estilo Hernández Mancha, o impulsar la condición de hombre de Estado de Abascal, como en cierta medida hizo Pablo Iglesias en su moción de censura contra Rajoy.

Objetivamente, tampoco su pretensión puede ser ganarla, como cuando el propio Sánchez presentó la suya contra Rajoy. Aunque el optimismo a veces ciega. Como a ese locutor peruano forofo de su selección que, retransmitiendo un partido contra Brasil, según alguna vez ha contado el genial escritor Alfredo Bryce Echenique, se le escuchó aquello de “avanza el Perú, avanza el Perú, gol de Brasil”. Hasta los ciudadanos más alejados de la actualidad política consideran imposible que Vox logre el apoyo de la mayoría de los diputados de la Cámara Baja. Por tanto, también en esta ocasión, el trasfondo deja entrever una competencia electoral por el espacio de la derecha.

Si los populares, con Casado, votaron en contra, con Feijóo se abstendrán

Y si es así, el candidato propuesto por Vox, el economista y exmilitante comunista Ramón Tamames, de 89 años, que no es diputado, no solo debería criticar al actual gobierno de coalición (algo que se da por hecho), sino que debería hacerlo con argumentos y con un programa alternativo que difiera sustancialmente de las propuestas del Partido Popular.

Si no lo hace así, estarán aportando razones al electorado de derechas para que en los próximos comicios se inclinen por el partido presidido por Núñez Feijóo. Este se encuentra más fuerte y en mejor posición de la que se encontraba Pablo Casado cuando Vox presentó la anterior moción de censura.

En aquella ocasión, en octubre de 2020, el partido de extrema derecha solo consiguió el apoyo de los 52 diputados de su grupo. El resto de los partidos del Parlamento nacional, incluido el PP, votó en contra y Santiago Abascal obtuvo el resultado más pobre de las cinco mociones de censura que se habían presentado hasta ese momento. Ahora el resultado se prevé similar. Con un cambio en el sentido del voto de los populares: si con Casado votaron en contra, con Feijóo se abstendrán.

El mensaje es el mismo: podemos compartir el diagnóstico, pero no las medidas a adoptar. Así que, si como parece previsible, Vox no logra el apoyo de al menos 176 diputados y el presidente Sánchez agota la actual legislatura, todos los momentos que vivamos la semana que viene y todos los objetivos de Vox pueden perderse en el tiempo, como lágrimas en la lluvia.