Opinión | EL OBSERVATORIO

Picasso,carne de ‘Sálvame’

¿Se puede admirar su trabajo omitiendo su vida privada? Su pintura siempre me ha resultado fascinante. Creó un ‘lenguaje’ y una estética única e inconfundible

Uno de los últimos cuadros en los que trabajó Picasso.

Uno de los últimos cuadros en los que trabajó Picasso.

De vivir en nuestros días, Pablo Ruiz Picasso, el hombre, sería a menudo carne de Sálvame. No me cabe la menor duda. Niño bien, rebelde, impertinente, atractivo, juerguista, putero, coleccionista de mujeres y genio, sobre todas las cosas, hubiera hecho las delicias de la prensa del corazón y de los paparazzi. Pero su imagen, y sobre todo la leyenda en torno al pintor, pasaría a la Historia de una forma bien distinta. O no pasaría.

El pasado sábado se cumplieron 50 años de su muerte, y contemplando su alargada sombra en el arte del siglo XX y en el de todos los tiempos, nadie puede negar que es uno de los artistas más universales que hayan existido, mucho antes de que existieran términos como globalización. Aunque como hombre, mientras más se sabe de él, más quede claro que fue un maltratador y un misógino.

Y ahí empieza el problema. ¿Se puede admirar su trabajo omitiendo su vida privada? Su pintura siempre me ha resultado fascinante. Creó un lenguaje y una estética única e inconfundible. Una especie de diccionario visual realidad-universo picassiano, que nos permitía asomarnos a un mundo paralelo, único y perturbador. Como si lo viésemos todo reflejado en los espejos del Callejón del Gato, en las Luces de Bohemia del maestro Valle Inclán.

Pero era mucho más fácil idolatrarlo cuando no se sabía de su vida más que las inocentes y políticamente correctas pinceladas aprendidas en los libros de texto. Fue en la universidad dónde empecé a profundizar un poco más en la complejidad de la existencia del malagueño. Y empezaron las dudas.

¿Se puede admirar su trabajo omitiendo su vida privada?

Habitual de cabarets y burdeles, seguramente que podría competir con el mismísimo Julio Iglesias en número de aventuras sexuales, pero, además, en su vida y su legado, dejaron huella indeleble siete mujeres menos fugaces, que fueron sus compañeras y sus musas: Fernande Olivier, Eva Gouel, Olga Khokhlova, Marie-Thérèse Walter, Dora Maar, Françoise Gilot y Jacqueline Roque.  

Y son precisamente sus relaciones con ellas las que arrojan sombras difíciles de ignorar sobre la luminosidad del genio. La historiadora del Arte Eugenia Tenenbaum denuncia en su libro, Las mujeres detrás de Picasso, maltratos físicos, psicológicos, económicos y vicarios. Y su colega, Genoveva Tussell, asegura incluso, que por ese motivo hay universidades que evitan cualquier contenido y evento relacionados con el pintor.

Creó un lenguaje y una estética única e inconfundible. Una especie de diccionario visual realidad-universo picassiano

Es contradictorio y complicado de entender que el autor del Guernica, esa obra maestra que representa de una manera tan universal y categórica la condena contra la barbarie y el terror de la guerra, pudiera infringir en su vida privada dolor y crueldad a sus parejas sentimentales.

O que alguien que se posicionó tan rotundamente contra una dictadura y su censura, pusiera en la lista negra de su propio país, Francia, a la madre de dos de sus hijos, Françoise Gilot, que tuvo que exiliarse para poder exponer su obra, por el mero hecho de haber tenido los ovarios de abandonarle. Es incoherente e hipócrita.

Es cierto que hay que recordar que fue hijo de otra época, que tuvo otra educación y vivió otro contexto, muy distinto al actual, en el que la vida pública y la privada estaban separadas de una forma mucho más férrea. Las celebridades se podían permitir entonces otras licencias, sin necesidad de echar mano de asesores o del marketing, para lavados de imagen.

Los artistas atormentados, violentos o traumatizados por su infancia, lo tienen más complicado hoy en día para sacar a pasear a sus demonios. No sabemos si en la actualidad hubiera habido cabida para Pablo Ruiz, una vez se empezaran a airear en los platós de la telebasura los esqueletos de sus armarios.

Lo hemos visto con otros dioses caídos. Figuras rutilantes y triunfadoras en diferentes campos, que cayeron en desgracia porque salieron a la luz sus miserias y se cuestionó su integridad y su moral como seres humanos. Porque afortunadamente, hemos dejado atrás el tiempo en el que había nombres y personas intocables para la prensa, los libros de Historia y el españolito de a pie.

Los artistas atormentados, violentos o traumatizados por su infancia, lo tienen más complicado hoy en día para sacar a pasear a sus demonios

Aunque resulta imposible plantearse lo que se hubiera perdido el mundo y el Arte, con mayúsculas, si Picasso hubiera nacido en esta época y su personalidad y sus vivencias personales hubiesen limitado su obra y, sobre todo, su proyección.

Así que en un ejercicio de acrobacia moral, y haciendo una excepción, elijo obviar al hombre y sus pecados, cuando contemplo su incontestable talento reflejado en esos lienzos eternos, que lo cambiaron todo. Aunque yo también me contradiga a mí misma.