Opinión | FERROCARRIL

El tren que lo cambió todo

La inauguración del AVE entre Madrid y Barcelona hace 15 años transformó la relación de movilidad entre las dos ciudades y aportó dinamismo económico y social

Un tren de la francesa SNCF, un AVE de Renfe y un convoy de Iryo, en la estación de Sants de Barcelona.

Un tren de la francesa SNCF, un AVE de Renfe y un convoy de Iryo, en la estación de Sants de Barcelona. / FERRAN NADEU

Un país, una sociedad, puede definirse de muchas maneras. También por cómo se mueve. En la actualidad, son temas frecuentes en el debate público las restricciones al vehículo privado en las grandes ciudades, la regulación de patinetes y bicicletasy la necesidad de disponer de una buena alternativa de transporte público que permita prescindir del coche particular. Conforme los efectos del cambio climático se han ido haciendo más evidentes y, con ellos, crecía la preocupación social por el medio ambiente, el tren ha ido ganando protagonismo. Tanto la opción de cercanías, la más usada por la población en sus trayectos diarios, como los viajes más largos, en los que ya se ha convertido en una seria alternativa al avión en trayectos competitivos por tiempo y distancia. Y aquí es donde la alta velocidad tiene su razón de ser. Cuando se cumplen 15 años del primer AVE que unió Madrid y Barcelona, analizar su evolución y sus retos de futuro es analizar también hacia dónde nos encaminamos como sociedad.

Los primeros AVE que conectaron ambas ciudades en 2008 contribuyeron a dinamizar las relaciones socioeconómicas entre ambas. El servicio se inauguró cuando ya hacía 16 años que funcionaba la línea Madrid-Sevilla, inaugurada como gran escaparate de la modernidad española con motivo de la Expo92. La ruta Madrid Barcelona estaba destinada a aportar unas ventajas que la convirtieron en opción preferente por los viajeros, sobre todo de negocios. Rápidamente desbancó al puente aéreo por rapidez, puntualidad y comodidad (iba de centro a centro urbano).

La segunda revolución en la alta velocidad española ha venido con la liberalización. La entrada de competidores ha conllevado, como era de esperar, la rebaja de precios (hasta un 50%) y el aumento de las frecuencias. Superado el parón del covid, el volumen de viajeros crece de forma sostenida. La competencia ha hecho más accesible la alta velocidad a una mayor variedad de pasajeros, que antes optaban por vuelos de bajo coste o por el coche, más contaminantes. La irrupción de la francesa Ouigo, de la compañía estatal SNCF, espoleó a Renfe para sacar sus trenes de bajo coste, los Avlo, oferta a la que posteriormente se sumaron los Iryo, de un consorcio hispanoitaliano formado por AirNostrum, Globalvia y Trenitalia. Actualmente, los pasajeros tienen tres operadores con cuatro cuatro marcas para escoger, y la alta velocidad se ha popularizado más allá de los viajes de trabajo.

Dentro de España hay que seguir desarrollando más líneas transversales entre ciudades que superen el actual modelo radial"

Haber llegado esta normalización en el uso de la conexión ferroviaria entre las dos grandes capitales de España es motivo de celebración. También debe servir de acicate para seguir avanzando en este terreno. Renfe aplica su experiencia en otros países en un plan de internacionalización. Y dentro de España, hay que seguir desarrollando -como está proyectado- más líneas transversales entre ciudades, que superen el actual modelo radial con el centro en Madrid (el corredor mediterráneo es el principal exponente de esa transversalidad). Todo ello, sin relegar la inversión en Cercanías, un error del pasado que el Gobierno actual parece no querer repetir, si nos atenemos a los Presupuestos.