Opinión | ELOY FERNÁNDEZ CLEMENTE

Un hombre bueno y cabal

Era un hombre bueno, cabal y sabio y nunca le escuché levantar la voz, más bien caminaba por la vida con aires de profesor irremplazable, cansado en ocasiones y fervientemente luchador a lo largo de toda su vida

Eloy Fernández Clemente

Eloy Fernández Clemente

Legó la noticia de la muerte de Eloy Fernández Clemente horas antes de que la película Labordeta, un hombre sin más recibiera el Premio Forqué en un teatro que respiraba favorablemente hacia ese documental y supongo que una de las razones tiene que ver con la historia de una generación que persiguió la libertad y que expuso con gran acierto y sabiduría muchos de los debates que hoy siguen siendo actualidad y que no se han resuelto porque cada día nuestros políticos se deben más a sus siglas y a ese hacer las cosas contra el otro y no a favor del resto.

Eloy era un hombre bueno, cabal y sabio y nunca le escuché levantar la voz, más bien caminaba por la vida con aires de profesor irremplazable, cansado en ocasiones y fervientemente luchador a lo largo de toda su vida. Eloy creía en Aragón, pero cada vez menos en el Aragón que hoy se ha construido lleno de falacias y deudor insistente de Madrid; Eloy tenía la cadencia de los hombres sabios y era plenamente consciente de que no era un tipo gracioso, más bien serio, pero sus palabras estaban repletas de un tiempo y de un tono donde las luchas eran de verdad y donde no había impostura ni chabacanería, solo el riesgo y la verdad en la palma de la mano que podía acabar con tus huesos en la cárcel, algo que le sucedió a Eloy en aquellos años de luchas colectivas y donde el miedo se abandonaba en la espalda del compañero que era, además de tu amigo, casi como un hermano.

No quería que Eloy se muriera, como no quise que mi padre hubiera muerto, ni Emilio Gastón, tres nombres irremplazables no solo en la historia de Aragón, también en esa forma que tenían de entender la vida, la política y el respeto, casi como quien lee un poema en silencio y por un momento esas palabras todo lo hacen menos difícil y algo más bello y por eso escribían y por eso luchaban y por eso fueron infatigables y vanguardistas en una democracia que estrenaban y que acabó por defraudarles, porque de alguna forma lo inventaron casi todo y los otros, lo que sí acabaron gobernando, todo poco a poco lo fueran deshumanizando en favor de su política de tribu sin tribu.

Ha muerto y siento una pena inmensa y aunque sé que la muerte llega para regalar a la vida su cordura cuando ya no hay regreso, no puedo dejar de estar triste, porque el dolor no se prevé como no se puede vaticinar en qué instante nuestro tiempo nos desbordará y nos dejará helados, a la espera y en la ante sala de una vida que ya no es nuestra.