Opinión | ECONOMÍA

Los estados intervencionistas

Coches en el puerto de Sagunto (Valencia)

Coches en el puerto de Sagunto (Valencia)

Estábamos tan contentos porque los coches eléctricos de Ford se iban a fabricar en Valencia cuando nos cayó el jarro de agua fría de que cambiaban planes; la gigafactoría de baterías de hidrógeno de Volkswagen que se iba a instalar en Sagunto con una inversión milmillonaria se tambalea en las últimas semanas, después de presentarla a bombo y platillo. Y si esperan un poco verán como la factoría China de baterías de hidrógeno que iba en Extremadura también puede peligrar. Las razones hay que buscarlas más allá de las fronteras: en lo global, o por mejor decir en la desglobalización y su nuevo orden energético. La globalización neoliberal salió muy tocada de la pandemia. La herida se ha profundizado tras las actuaciones monopolistas de los productores de energías fósiles, y la guerra de Putin en Ucrania ha fraccionado el proceso de globalización en regiones mundiales con vocación autárquica, como hemos comentado alguna vez en estas páginas. Todo ha urgido la intervención del Estado en los servicios públicos para garantizar las cadenas de suministros —desde el gas a contenedores, chips, semiconductores, repuestos...—, más si queremos limitar la crisis medioambiental y el cambio climático. Naciones Unidas dio un “tirón de orejas” a los 54 estados del continente europeo, publicaba esta semana Información, diario perteneciente al mismo grupo que este periódico. "Así no se puede continuar. La economía circular y el desarrollo sostenibles son la clave para conseguir los retos". "Mientras los ciudadanos se enfrentan a facturas de energía más altas que nunca, ven temperaturas récord y sus depósitos de agua se reducen, los países deben mostrar que hay un plan" para fomentar el cambio a una economía circular.

La Unión Europea (UE) tiene hace tiempo un plan y recursos en los fondos Next Generation. Suponían una intervención seria en el fomento de una economía verde y la reducción de la emisión de gases invernadero. En eso se basaban los planes de la marca automovilística norteamericana, Ford; alemana con Volkswagen; e incluso China. El presidente Joe Biden consiguió por fin la aprobación de una ley billonaria en recursos, la Ley de Reducción de la Inflación LRI, (IRA, por sus siglas en inglés) que supone una gran inversión en la lucha contra la crisis climática y por la renovables. Estados Unidos se sumaba a los Acuerdos de París, por fin, y además conseguía unas importantes inversiones con vistas a las elecciones del medio mandato el 8 de noviembre. Supone además un golpe para China y para otros países con sectores automotrices y de producción de vehículos eléctricos como Gran Bretaña, Alemania, Japón, Corea del Sur y Suecia; es una competencia por los empleos verdes del futuro.

La aprobación de la ley y su entrada en vigor en agosto pasado explica los cambios de planes en Ford. Para recoger subvenciones, los vehículos eléctricos deben ensamblarse en Norteamérica, los minerales de sus baterías deben provenir de los Estados Unidos. La reacción alemana ha sido multiplicar la intervención estatal con fuertes inversiones, y está en el origen de las dudas de Volkswagen sobre la gigafactoría en Sagunto. De la misma forma que Francia protege su fuente de energía nuclear trabando la exportación de gas a centro Europa desde España; ahora ha aprobado el gaseoducto Bar-Mar, eso sí para dentro de cinco o seis años. En definitiva, los Acuerdos de Libre Comercio (TLC) no se respetan, si quieres recúrrelos ante la OMC (Organización Mundial del Comercio) –“pleitos tengas…”-.

Mientras no haya un nuevo acuerdo transatlántico esto se ha convertido en una carrera por los subsidios para las industrias basadas en las energías renovables. Y por la “relocalización” de las industrias en territorio propio, o de la UE como máximo. Formalmente nadie ha renunciado a los “acuerdos de Washington” (TLC), “la apertura del mercado, la liberalización y la eficiencia. Pero no puede tener el costo de debilitar aún más nuestras cadenas de suministro, exacerbar las dependencias de alto riesgo, diezmar nuestras comunidades de fabricación y destruir nuestro planeta”, dijo Katherine Tai, representante de Comercio norteamericana. El aumento de la inversión en Defensa también tiene que ser en suelo, industrias e investigación europea, si quiere ser autónoma; es mi resumen de lo dicho por el Comisario, Josep Borrell. Y hasta diciembre seguirán las reuniones europeas para acordar los suministros y limitación de precios de la energía.

Los estados son, necesariamente, intervencionistas y el libre comercio —si existió— se va a resentir. Si no hay acuerdos transatlánticos, al menos, la recesión está servida e irá para largo.